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Ó. CALVÉ
Domingo, 14 de junio 2015, 02:17
valencia. Pocas construcciones medievales han sobrevivido en Valencia a las vicisitudes del tiempo. Una de ellas pasa inadvertida para muchos ciudadanos: Las Atarazanas del Grao de Valencia (Plaza Juan Antonio Benlliure). Disponemos de numerosas noticias para remontar su origen al siglo XIV, aunque ninguna concreta que sitúe su fecha inaugural. El general desconocimiento de su existencia y la ausencia de efeméride de su inauguración, responden a la naturaleza inicial de la construcción. Lejos de albergar una institución municipal o eclesiástica, de presentarse como referente urbano, o de servir de morada ostentosa de las élites sociales, las atarazanas se relacionaban en su origen casi exclusivamente con su funcionalidad, aunque en su período más glorioso alojara hermosas estancias hoy desaparecidas. La etimología del término atarazana es de origen árabe: «ãdár assán'a». Traducible como «casa de la industria». De aquel vocablo derivó atarazana, pero también dársena y arsenal, o la valenciana «drassana». Eran astilleros donde se construían y reparaban los barcos cualificados tanto para el comercio como para la guerra, antes incluso de la creación del puerto (que se empezó a definir a finales del siglo XX). Se trataba de una joya de la arquitectura gótica civil que ocupaba un recinto más amplio del actual, dominado por un núcleo de cinco naves longitudinales que todavía se conservan, y que con sólo un poco de imaginación nos trasladan a periodos más gloriosos de la ciudad.
Las primeras noticias de las 'Drassanes del Grau' son de 1338, cuando el gobierno municipal acordó la construcción de un edificio para guardar remos y aparejos de las naves. No obstante, el proceso se dilató y en 1398 volvemos a tener documentos que hablan sobre las obras de cubrición. Entre 1416 y 1418 se hizo la más importante mejoría de las Atarazanas del Grao al añadirse un espectacular porche con varias dependencias y una gran sala en la planta superior: la llamada Casa de las Atarazanas, desaparecida ya. Además de servir de almacenamiento de materiales constructivos, el salón principal, al que se accedía por una espectacular escalera abovedada de piedra, se destinó a lugar representativo de la autoridad portuaria valenciana y para deslumbrar a los célebres visitantes que accedían a la ciudad por mar. En su elaboración intervino por ejemplo Joan del Poyo, genio polifacético que dirigió entre muchas obras la fantástica techumbre que decora hoy el Salón Noble de la Lonja de Valencia. Si las Atarazanas respondían a una exigencia funcional, la Casa de las Atarazanas pretendía presentar en el frente litoral una ciudad organizada según las normas de decoro y belleza de la época.
Imagínense la frenética actividad que se desarrollaba en las Atarazanas cuando Alfonso el Magnánimo zarpaba desde Valencia con sus naves dispuesto a conquistar Nápoles. Al regreso de sus éxitos, una comitiva de autoridades valencianas le recibía durante el desembarco y a continuación se celebraba una ceremonia en el espacio distinguido de las Atarazanas. A consecuencia de los múltiples focos constructivos que dilapidaban el erario público, la zona más representativa de las Atarazanas sufrió altibajos constructivos, pero es indicativo que allí se alojara Fernando el Católico y su segunda esposa Germana de Foix en 1507. Dos siglos más tarde, en 1707, el Decreto de Nueva Planta abolió las funciones del Consulado del Mar y las instalaciones sufrieron un importante abandono del que jamás pudo escapar la Casa de las Atarazanas que sucumbiría a finales del siglo XVIII. Siguen en pie las cinco naves paralelas de planta rectangular de 10 metros de anchura y 48 de longitud de origen gótico, como delatan las gárgolas que todavía perviven. Su estructura retoma una famosa tipología constructiva muy empleada en las iglesias valencianas tras la reconquista, la de arcos diafragmáticos: una serie de arcos paralelos entre sí sobre los que se construye una cubierta leñosa a dos vertientes.
Se trata del mayor espacio cubierto de toda la arquitectura medieval valenciana que todavía hoy supera los 3.500 metros cuadrados. Los Borbones incautaron estas naves de propiedad municipal. Finalmente se vendieron en 1840 a particulares que instalaron negocios diversos. Un siglo atrás, en 1915, la segunda nave era un cine. En 1949 se declaró Monumento Artístico. El Ayuntamiento recuperó su titularidad en la década de los 80 y en 1992 se abrió al público como 'Museu de les Drassanes'.
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