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Años atrás. Vista de la Glorieta en el pasado. :: biblioteca valenciana digital

La Glorieta de Valencia y sus secretos del pasado

El céntrico parque, testigo de grandes eventos, cumple dos siglos

PPLL

Domingo, 19 de febrero 2017, 00:02

Son innumerables las poblaciones valencianas que con orgullo presumen de una glorieta, una alameda, o un parque principal donde disfrutar del esparcimiento al aire libre. Un lugar en el que el tiempo se detiene para que los niños correteen sin excesiva preocupación por parte de los padres, donde los adolescentes batallan por conquistar su primer amor y donde los adultos alargan las noches mediterráneas con buen yantar y mejor compañía.

En definitiva, un espacio en el que aislarse de la sólita y frenética actividad. Al menos así ocurría antes. Porque lo cierto es que los nuevos modos de socialización amenazan con convertir algunos de esos parques en una suerte de yacimientos de otro tiempo. Un devenir que parece anunciado por ciertas instalaciones deportivas colindantes con aquellos parques, especialmente en los pueblos.

Hace tres décadas no existía población que se preciara que no inaugurara una pista de frontón. Hoy se lleva el 'running' y algunos de esos frontones son al deporte lo que el cóctel de gambas es al aperitivo y la tarta de whisky al postre. Que los tiempos cambian es un axioma.

No obstante, algunas cosas resisten a su paso, en ocasiones por su gran conveniencia. Si el frontón o el cóctel de gambas responden a una cuestión de gusto, los espacios públicos ajardinados, cuyo objetivo esencial es hacer una existencia más llevadera, merecen ser puestos en valor. Uno de ellos, ubicado en la capital del Turia, está de cumpleaños.

Dos siglos atrás nacía la Glorieta de Valencia, uno de los parques con mayor arraigo en la historia de Valencia. El más antiguo jardín público de la capital. Paradójicamente, también uno de los menos visitados. Las razones de la escasa afluencia pueden ser varias: desde el ajetreo del tráfico circundante, hasta una parca difusión de su relevancia, pasando por la evidente mayor belleza natural de los jardines de Viveros o los del Botánico, entre otros.

Afortunadamente, ninguna de ellas tiene que ver con el período convulso en el que se creó. Por aquellos días, el general Elío, capitán general de Valencia y representante del regreso del absolutismo de Fernando VII, salió indemne de un intento de asesinato que tenía como último objetivo la restauración de La Pepa, la Constitución española promulgada en Cádiz (1812).

Tal día como hoy, pero hace 200 años, el Diario de Valencia publicaba una suscripción popular vigente desde el 15 de febrero de aquel 1817. Podía colaborar quien quisiera. Un 'crowdfunding' en toda regla. El fin: sufragar los gastos que generaba la plantación de árboles y arbustos en la hasta entonces Plaza de Santo Domingo, en adelante Glorieta de Valencia. El diseño de ese futuro parque había sido trazado el 17 de febrero de ese mismo año por Manuel Serrano e Insa.

Los avances fueron en paralelo a la afluencia de caudal, solicitado constantemente bajo el pretexto de crear un monumento, en palabras de la prensa de la época, «que interesará la admiración de los sabios, la curiosidad de los indiferentes, y quizás, la envidia de algunos». Un par de años más tarde la Glorieta era un hecho, si bien su aspecto distaba enormemente del de hoy.

Las formas rectas predominaron en el origen de aquellos setos, frente a las líneas curvas hoy predominantes. No faltaban ni bancos ni esculturas. Entre estas últimas, las más representativas fueron adquiridas a precio de saldo. Eran seis estatuas provenientes del Huerto de Pontons, la ya desaparecida casa solariega del canónigo de la catedral Antonio Pontons, uno de los más prolíficos mecenas artísticos de la Valencia barroca en el quicio de los siglos XVII y XVIII.

Para cuando se compraron las estatuas, aquella increíble y opulenta propiedad ubicada en Patraix de la que no se conoce plano alguno, ya estaba en estado de semiabandono por diversos avatares históricos. De este modo llegaron seis esculturas del prestigioso artista italiano Giacomo Antonio Ponzanelli a la nueva Glorieta de Valencia, más tarde diseminadas entre diversos jardines urbanos, a excepción de aquella que figuraba al Tritón, todavía en la Glorieta, junto a la encina más antigua de nuestra ciudad. Al parecer, las originales acabarán en el Museo Municipal de Valencia, mientras que se harán unas réplicas para los lugares donde se hallan y otras para el barrio de Patraix de donde originalmente proceden.

Las modificaciones se sucedieron. En 1826 se cerró todo el perímetro con una verja en madera, abriendo diversas puertas para el acceso, la más monumental en dirección a la calle del Mar. Además se construyó el primer pabellón de música de Valencia. Un año más tarde, la Glorieta presentaba sus credenciales como enclave urbano para grandes celebraciones.

Fue con ocasión de la visita de Fernando VII, en 1827. Según algunos cronistas, se instalaron más de 14000 focos de luz mediante candelabros, luminarias, lámparas de aceite coloreadas y antorchas. Más impactante todavía tuvo que ser lo que ocurrió el siempre remarcado 9 de octubre, en este caso de 1844. La Glorieta inauguró oficialmente la iluminación pública mediante el gas de alumbrado, en sustitución de las lámparas de aceite. En constante cambio, por estas fechas se ensancharon los espacios para el paseo y consecuentemente el trazado en su conjunto, incorporando un invernadero.

Además,Domingo Cicchiari construiría un café junto a la citada puerta recayente a la calle del Mar. Tal vez con el deseo de emular ciertos espacios de las grandes capitales europeas, aunque no es desdeñable pensar que también lo hiciera para lucrarse. Todo ello, junto a la plantación de nuevas y exóticas especies vegetales configuraron un nuevo enclave idílico para el desarrollo de las relaciones sociales.

Pocos años más tarde nacía el 'alter ego' de la Glorieta, el jardín del Parterre (en torno a 1850). La modernidad irrumpía desde varios frentes y la Glorieta cambió su cerramiento en desfasada madera por una de hierro, mucho más acorde a los nuevos tiempos. Testigo de excepción de la caída de las murallas de la ciudad en 1865, dos hitos mostrarán la relevancia de la Glorieta en el período.

El primero de ellos guarda estrecha relación con el carácter emprendedor de los valencianos, pues puede considerarse el antecedente más directo de la actual Feria de Valencia. Nos referimos a la Exposición Regional de Agricultura, Industria y Artes, realizada en 1883. Participaron más de 1500 expositores de toda España, y más de 40 comerciantes extranjeros. Al parecer se ubicaron en el pabellón que habitualmente se situaba junto a la Alameda para la Feria de Julio, excepcionalmente trasladado a la Glorieta para la ocasión. Asimismo, fue preciso construir innumerables instalaciones circundando la Glorieta.

El segundo evento notorio acaeció en 1888, cuando la visita de la reina María Cristina y su hijo Alfonso XIII a Valencia motivó un fascinante despliegue de pomposidad y ostentación urbana en la famosa Glorieta. Se construyó en su interior una estructura que superaba los 30 metros de altura y que contaba con un zócalo cubierto de claveles con un mensaje laudatorio para 'Sus Majestades'.

En el interior de esa plataforma una enorme jaula alumbrada de manera llamativa albergaba deslumbrantes aves, estableciendo un juego faunístico con los peces depositados en un nuevo estanque que se construyó para la recepción real.

A principios del siglo pasado (1901) se construyó otra arquitectura efímera con función de teatro, bastante antiestética cuando se mantenía cerrada. Fue pasto del fuego apenas cuatro años después de realizarse. En 1920 el ínclito Doctor Ramón Gómez Ferrer se convertía en Hijo Predilecto de la ciudad que le vio nacer, un homenaje en vida que quedó inmortalizado en una escultura monumental que desde entonces se halla en la Glorieta.

Esta sufrió todavía transformaciones más radicales, como por ejemplo la apertura total de su calle central como prolongación de la calle de La Paz o el diseño de una rotonda ajardinada. Para profundizar en el tema hay un libro muy didáctico de María Teresa Santamaría que lleva por título 'La Glorieta y el Parterre'. A veces, lugares extraordinarios sucumben al progreso. La Glorieta es uno de ellos. Quizá hoy alguien la mire con otros ojos.

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