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Lucrecia de Borja, la gran estigmatizada por la historia

Lucrecia de Borja, la gran estigmatizada por la historia

No participó en los asuntos turbios de su padre y hermano pero la literatura la convirtió en una asesina despiadada

ÓSCAR CALVÉ

Domingo, 16 de abril 2017, 00:08

Jugar respetuosamente con la historia y contrastarla con la ficción es un pasatiempo didáctico y enriquecedor. ¿Podríamos establecer un nexo entre los Borja, Búfalo Bill, y series como 'Águila Roja' y 'Juego de Tronos'? Afirmativo. El vínculo es una mujer. En concreto la imagen que se diseñó a posteriori de la protagonista de esta semana, Lucrecia de Borja (1480-1519). Pasado mañana, 18 de abril, es el aniversario del nacimiento de esta notable fémina que injusta y falsamente pasó a la posteridad como el prototipo de "femme fatale". Paradojas del destino, esa percepción irreal ha catapultado su inmortalidad en el imaginario colectivo.

El de los Borja es uno de los linajes más controvertidos de la historia. En buena medida por las truculentas acusaciones no siempre fundadas que lanzaron sus acérrimos enemigos. Esos furibundos ataques fueron el óptimo caldo de cultivo para gestar la leyenda negra de esta dinastía de origen valenciano. No me malinterpreten, no es que todos los Borja presentaran una conducta moral intachable, pero de ahí a la satanización de la que fueron objeto hay un largo trecho. Parte de la historiografía protestante así como la literatura romántica se encargaron de rediseñar el aura maléfica en torno a los 'Borgia', amplificada a posteriori por infinidad de ficciones: libros, óperas, series, películas, cómics...

Seguro que han escuchado alguna vez -y algunos lo habrán dado por sentado-, que Lucrecia mantuvo relaciones con su padre. Cuestión inverosímil que comenzó a circular sólo cuando el primer marido de Lucrecia, Giovanni Sforza, a la sazón acusado de no consumar el matrimonio, se encargó de promulgar que Lucrecia fornicaba con su padre. Falso. Tampoco está demostrado que mantuviera relaciones incestuosas con su hermano César.

No se preocupen si han sido víctimas de aquella campaña de acoso y derribo a la que fueron sometidos los Borja. A finales del siglo XIX, el mismísimo Búfalo Bill llamó a su rifle 'Lucretia Borgia'.

El famoso explorador y hombre de espectáculos norteamericano fue preguntado sobre el porqué del nombre de su arma. Sin titubear respondió que su rifle era tan mortífero como lo había sido la hija del papa valenciano. Error. Lucrecia de Borja, la mujer real, jamás acabó con la vida de nadie. Por supuesto que el bueno de William Frederick Cody, alias 'Búfalo Bill', apenas tenía conocimiento del personaje histórico. Las escasas nociones que el señor Cody tendría de Lucrecia de Borja se amparaban en una obra escrita por Víctor Hugo en 1833 llevada más tarde a la ópera y donde la célebre hija del pontífice era descrita como un contenedor de lujuria, traición, asesinatos, adulterio, incesto y crímenes. Nada más lejos de la realidad.

Una peón de Alejandro VI

Lucrecia nació en la fecha señalada en Subiaco, pequeña localidad a 70 km. de distancia de Roma. Su padre, el cardenal Rodrigo de Borja, futuro Alejandro VI, ya atesoraba infinitud de honores eclesiásticos, algunos de ellos otorgados años atrás por su tío Alfonso (Calixto III). La madre de Lucrecia era Vanozza Cattanei, una patricia que casó hasta en cuatro ocasiones mientras mantenía una larga relación -al menos desde 1470 y hasta 1492-, con el cardenal valenciano. Lucrecia fue la tercera de los cuatro hijos fruto de esta relación, los únicos vástagos que reconocería el papa, de entre los 7 u 8 que algunos especialistas indican que pudo tener. El rol de Lucrecia como hija de uno de los hombres más poderosos de la cristiandad renacentista (y líder de ella), estaba escrito: sería pieza clave mediante la política matrimonial para la obtención de los cambiantes objetivos de su padre y su hermano.

Nada de lo hasta ahora escrito es excepcional. En aquel tiempo el pontificado era muy político. Si contrastamos el proceder de Alejandro VI con el de uno de sus grandes rivales, Julio II (papa entre 1503-1513), el Borja no quedaría tan mal parado. Julio II se mostraba implacable incluso en el campo de batalla, y también tuvo hijos. Aún más grave, no le faltaron acusaciones más serias de prácticas sodomitas.

Pero volvamos a Lucrecia. Recibió una inigualable educación que comprendía griego, latín, italiano, castellano y francés, además del valenciano que seguía usando. Música, canto, dibujo. Lucrecia era un portento intelectual. En 1493, con sólo 13 años, fue entregada por su padre al matrimonio con Giovanni Sforza a causa de los intereses políticos del recientemente nombrado sucesor de San Pedro. La situación cambió en apenas 4 años y la alianza con los Sforza no producía ventaja alguna. A grandes males, grandes remedios. Era imprescindible anular el enlace. La falta de descendencia sirvió en bandeja el motivo al intrigante papa. Lo que vino después se ha avanzado, acusaciones infundadas y primer golpe a la reputación de Lucrecia. No obstante, se produce entonces el único y esencial capítulo que realmente pudo dar pábulo a la leyenda negra de nuestra protagonista. Durante el proceso de la nulidad matrimonial, Lucrecia, retirada de la vida pública, tiene su primer hijo. Aunque hoy se acepta que ese niño fue de un tal Perotto, algunos autores conjeturan que pudo ser fruto de una relación con su hermano César.

Corte refinada y culta

Con su primer bebé en brazos, llega un segundo matrimonio. Mismo movimiento, diversos actores. Obviamente repite la jovencísima Lucrecia -18 años-, mientras que el marido es Alfonso de Aragón. La nueva pareja, bien avenida, tiene un hijo. Lucrecia es feliz, pero el enlace no revierte los beneficios políticos esperados. Supuestamente por orden de César de Borja, Alfonso de Aragón es asesinado causando gran conmoción a Lucrecia. Alejandro VI y su hijo César tendrían en mente que no hay dos sin tres. Aunque las grandes familias europeas sabían cómo se las gastaban el padre y el hermano de Lucrecia, la todavía joven muchacha (22 años) se esposa con un miembro del linaje Este, soberano del ducado de Ferrara. Este matrimonio duró desde 1502 hasta la muerte de Lucrecia en 1519, durante el parto de la octava hija de la pareja. Lucrecia tuvo la oportunidad de mostrar sus verdaderas capacidades sólo en Ferrara, probablemente por la muerte de su padre, que la liberó de su papel como peón al servicio papal. Allí hizo gala de su sensibilidad cultural, manifiesta en la creación de una de las cortes europeas más refinadas donde participaron los grandes artistas. Retratada por los mejores pintores, Lucrecia fue piedra angular en la difusión del Tirant. Sus súbditos ferrarenses la proclamarían 'la madre del pueblo'.

Habrán observado que no mató a nadie. Pues bien, pronto circuló el rumor que llevaba un anillo cargado de veneno para quitar de en medio a quien le molestase. También le cargaron con la muerte de sus desventurados esposos. Milongas que llegarían a su apogeo en la literatura romántica del siglo XIX. Lucrecia se había transformado en la depravación personificada, y así pasaría no sólo a la historia. Ahí van dos indicios.

Influyó en 'Juego de Tronos'

¿Recuerdan a la víbora que ostentaba prácticamente todos los atributos malignos que Víctor Hugo asignaba a Lucrecia Borja? Que el nombre de la Marquesa de Santillana fuera Lucrecia no se antoja casual, y sí un mensaje subliminal tan efectivo como sutil sobre la ya tradicional, aunque irreal, maldad de la Borja, heredada por el personaje al que daba vida Miryam Gallego.

El juego propuesto llega a su fin, valga la redundancia, con Juego de Tronos. Dudo que George R. R. Martin no haya bebido de la leyenda negra de los Borja, si bien para fortuna del linaje valenciano la ficción no explicita el referente: la codicia del gran patriarca Tywin Lannister y su laxitud moral al acostarse con la enamorada de uno de sus hijos, el modo en que el mismo personaje teje y maneja políticas matrimoniales y otras argucias más oscuras para posicionar a sus hijos. Uno de ellos, Jaime Lannister, presenta enormes parecidos con César de Borja (arrogante, hábil en la batalla y con gran capacidad de seducción) ahonda en esa influencia. Hay un broche de oro. La hermana de Jaime, Cersei Lannister es una mujer sin escrúpulos capaz de lo inimaginable, tal y como los textos describían a Lucrecia. No olviden que los dos hermanos Lannister mantienen relaciones incestuosas, levantando suspicacias sobre el verdadero padre de la criatura, tal cual se rumoreaba siglos antes en torno a la relación de César y Lucrecia de Borja y el hijo de esta última. Sin duda al creador de la novela, al igual que a Búfalo Bill, le sedujo más la rumorología que la historia. Y vaya si le ha funcionado. Pero no confundan, Lucrecia no era Satanás, a diferencia de lo que escribió un autor español del siglo XIX de cuyo nombre no quiero acordarme.

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