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Dicen que es la tarde más mágica del año, y verdaderamente lo es. Sólo desde la magia se puede entender un desfile donde confluyen un Jaume I gigante, un Blasco Ibáñez cabezudo, tres dragones flotantes, un carbonero real y camiones de bomberos. Y donde, encima, los niños disfrutan. Eso es magia. Es lo que se ha vivido este jueves en la Cabalgata de Reyes, donde miles de niños han disfrutado del espectáculo pese a que sus sufridos padres han echado de menos, a buen seguro, las sillas que ponía todos los años el Consistorio. A los más pequeños sólo les importaban dos cosas: una, ver a los Reyes, sobre todo a Baltasar; y dos, los caramelos. Sobre todo los caramelos, la verdad. «¡No cantes, dame chuches!», espetó un niño al paso de la carroza de la fallera mayor de Valencia 2022, Carmen Martín, a bordo de la cual la corte cantaba un famoso villancico. Hasta su madre le recriminó: «¡Oye!». El espíritu de la Navidad está muy bien, pero los caramelos están mejor.
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La cabalgata ha empezado puntual a las 18 horas, y pronto se ha visto que vale, había relato, pero tampoco demasiado hilado. Y a nadie ha parecido importarle. Ha abierto la marcha la Policía Local, con el concejal de Protección Ciudadana, Aarón Cano, lanzando caramelos a discreción y exponiéndose, obviamente, a sanciones, y después han llegado los gigantes y los cabezudos. Y luego unos peces flotantes gigantes. «¡Injusticia!», ha gritado un niño cuando las etéreas figuras pasaron de largo. De nuevo, nada tenía mucho sentido, pero lo cierto es que era casi, casi, lo de menos.
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Han faltado las carrozas de las empresas, sí, pero se ha compensado con una mayor presencia de las carrozas de los clubes de fútbol. La de la Agrupació de Penyes del Valencia CF ha pasado con el himno del club a todo trapo, y los niños han explotado: «¡Valencia, Valencia!». Luego han pasado las del Levante UD, y los niños han clamado: «¡Levante, Levante!». Y luego han pasado las del Valencia CF, y los niños han insistido: «¡Valencia, Valencia!». Lo que fuera para que desde las carrozas volaran las pelotas que traían. Y los caramelos, claro.
Porque lo del paroxismo de los caramelos es de estudio. Se trata de caramelos que se pueden comprar en cualquier tienda, pero el hecho de que sean gratis y, sobre todo, que los den los Reyes los hacen objeto de deseo para miles de niños, que los reclaman con voces estranguladas. Y que incluso pasan por debajo de las vallas para coger los caramelos que quedan en el suelo, lejos del alcance de sus cortos brazos. Está prohibidísimo porque las carrozas son camiones enormes, pero aún así, hay quienes lo hacen. Y padres que lo permiten. Y hasta padres que acuden con paraguas que colocan al revés, una práctica que el Ayuntamiento implora año tras año que no se realice, pero que sigue viva.
El ambiente fue festivo. Y eso que ha aparecido por ahí Herodes, dispuesto a raptar a un niño, que para que no le arrancara de los brazos de su madre le ha dado un caramelo. «Este llegará lejos», ha sentenciado Herodes, antes de buscar a su siguiente 'víctima' en este sencillo juego que ha levantado las risas de todos. En el desfile, por tanto, también había escenas religiosas, como el Nacimiento con la Estrella de Navidad.
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Pero el momento más esperado es la llegada de los Reyes Magos. Entre animales animatrónicos de grandes dimensiones, como osos, jirafas o elefantes, las comitivas reales están compuestas por decenas de artistas y bailarines que llevan los colores de Sus Majestades: azul para Melchor, rojo para Gaspar y verde para Baltasar. La música ha sido constante en los tres casos, aunque la comitiva de Gaspar, con la Unión Musical Santa Cecilia de Castellar-Oliveral, ha sido la más aplaudida.
Hasta la llegada de Baltasar, claro. Ya desde lejos los niños clamaban, «¡Baltasar, Baltasar!». Animados por miembros de la comitiva del Rey, por supuesto, que les han pedido que aclamaran a su soberano. Banderolas, espectáculos circenses, antorchas, bailarines... las comitivas de los Reyes son espectáculos andantes que incluyen los regalos de Sus Majestades: oro, incienso y mirra. Al menos el incienso era de verdad, que olía y todo. Supongo que el oro y la mirra, no.
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Al paso de los Reyes se acaba la comitiva, que ha llegado al Consistorio a eso de las 20 horas. Es entonces cuando los niños apartan las vallas y se lanzan a recoger los caramelos que queden sin pisotear en el suelo, ya pegajoso. Y son más de los que se puedan imaginar, porque el arte de lanzar caramelos desde las carrozas es algo que no terminan de dominar muchos de los participantes en la cabalgata, y cientos de dulces se quedan a mitad de camino, en tierra de nadie. Por no hablar de quienes tiran a dar, que haberlos, haylos. Nada tiene sentido, pero es que no parece importarle demasiado a nadie.
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