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JOSÉ IGNACIO GALCERÁ
Jueves, 19 de diciembre 2019
Comúnmente se les conoce como cebaderos, aunque son, en realidad, centros de concentración de toros de lidia. Esa es la nueva y reciente denominación que les ha puesto la Administración para diferenciar las explotaciones dedicadas al bravo de las del resto de bovinos. El modus operandi para ambos casos es el mismo, puesto que los animales no pueden venderse a vida a ningún otro ganadero, así pues el destino de los toros que entran en los cebaderos es el matadero, previo paso, claro está, por las calles para su exhibición. Sus instalaciones constituyen un lujo, ya que muchos terminan aquí su puesta a punto antes de salir a la calle y otros hacen una pequeña parada entre su finca de origen y la localidad donde se les dará suelta. Para las peñas y comisiones representan un escaparate de toros bravos, algo así como una pasarela de modelos en la que los aficionados van posando sus ojos para decidirse por este o por aquel ejemplar. Actualmente, la Comunidad Valenciana cuenta con una decena de cebaderos, en cuyas infraestructuras pastan alrededor de quinientos toros cerriles disponibles para su venta.
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Uno de los más antiguos es el de la familia Sanchis-Piquer en la Vall d'Uixó. Su nacimiento coincidió prácticamente en el tiempo con el final del de la Pedriza, en l'Alcora, sobre el que muchos consideran que fue el primero que se instaló en la Comunidad Valenciana. Tras tres generaciones, ahora está en manos de Alberto y José Manuel Piquer. José Manuel Piquer, padre de los actuales gestores, quien junto al que luego se convirtió en su suegro, Antonio Sanchis, más conocido como 'El tío Colom', constituyó una sociedad que abasteció de toros, y lo sigue haciendo tras cuatro décadas, a numerosas localidades. Los Sanchis-Piquer convivieron a la vez durante un tiempo con otros cebaderos como La Pequeña Andalucía, El Batán, Bonmirar, Luis Alcón y La Corraliza, también en la Vall d'Uixó, que hicieron de esta localidad castellonense la principal referencia en la compra y venta de ganado bravo.
En sus cincuenta hanegadas de extensión y siete cercados que configuran el paisaje de esta explotación aguardan para 2020 medio centenar de toros. Las primeras festividades que asoman en el calendario han hecho que algunos ya tengan destino; el resto se mantiene a la espera. «Hay ocho o diez muy espectaculares de Conde de la Maza, de La Campana, de Matías Sánchez, que es una ganadería salmantina que da toros con mucho volumen y mucha cara... luego hay de Montes de Oca, Miguel Beteta, Trinidad -propiedad del matador de toros El Fandi-, el conjunto es bueno, aunque esto va a gustos», señala José Manuel Piquer.
Con una extensa trayectoria en el sector, la familia Sanchis-Piquer conoce a la perfección un negocio que no lo es tanto a la hora de la verdad. «No se puede aspirar a hacerse rico. Hay un mercado más o menos fijo, pero si dedicáramos a otras cuestiones el mismo tiempo que le dedicamos a esto, ganaríamos mucho más. Continuamos porque nos encanta y porque nos evade de la rutina, pero no es un negocio», confiesa.
En plena Sierra de Espadán, entre las localidades de Algimia de Almonacid y Matet, se encuentra la explotación Toros del Alto Palancia, regentada por Javier Villanueva 'Villa'. La finca, de once hectáreas de extensión, es de gran funcionalidad y cuenta con doce cercados y otros tantos chiqueros bien preparados y adecuados para el toro bravo, además de una casa de aperos. Villa, veedor de toros, lleva toda una vida dedicada a este espectáculo y desde hace unos años ha sumado esta nueva faceta. «Me apetecía tener un centro de concentración para los toros que vendo para las calles y traerlos a la finca a modo de hospedaje». Es esta función, la de pupilaje, la que hace de los cebaderos una garantía para las peñas y comisiones. «Cuando adquieren un toro, hacen uso de las instalaciones unos días antes de que se exhiba por las calles. El toro es llevado al cebadero para descansar antes de su suelta y así quitarse el estrés que supone el traslado en el camión desde su finca de origen. Es como si fuera un hotel», señala metafóricamente Villa, quien añade: «Los toros tienen una guía de siete días y durante ese tiempo pueden estar en los cebaderos de la Comunidad Valenciana para seguir con su alimentación y todos aquellos cuidados que precisen».
En la finca Alto Palancia hay alrededor de diez toros, una circunstancia condicionada por el inminente traslado de Villa a Puçol, su localidad natal, donde ha adquirido una finca cuya primera fase de acondicionamiento, que llevará el nombre de Buenasombra, un toro muy ligado a la vida de Villa, finalizará en el próximo mes de marzo.
La finca La Calderona es otro de esos lugares donde cada año acuden cientos de aficionados para adquirir toros para sus fiestas. En el corazón de la sierra de la que toma el nombre hay alrededor de sesenta toros de ganaderías tan destacadas como Cebada Gago, Salvador Domecq, Los Millares, Javier Gallego, El Pizarral, Marqués de Albaserrada, El Pilar y algún utrero de Adelaida Rodríguez previsto ya para 2021. «La estrella de este año es un toro de Cebada Gago, que ya está vendido», apunta Gonzalo Pérez, gerente de la explotación. «Los números año tras años suelen ser similares, se hace una estimación pero siempre se acaba vendiendo alguno más».
Preguntado por los criterios a la hora de decantarse por un toro u otro, confiesa. «Hay ganaderías que no funcionan en la calle o al menos les cuesta mucho, así que buscamos que puedan tener interés. Y luego están las hechuras, el trapío del toro... La exigencia en la calle en ambas cuestiones es cada vez mayor. Aparte de los toros que tienes en casa, hay que tener cuarenta o cincuenta más controlados».
Con veinticinco años de experiencia en la materia, están consolidados en la compra y venta de toros bravos, y conocen a la perfección la realidad del sector. «Hay años que cuesta algún duro, pero lo mantienes por afición. No es para hacerse millonario», comenta Gonzalo, que pone en valor una singularidad menos reconocida de este tipo de explotaciones. «Hacemos hincapié y nos fijamos mucho en que el toro esté apto para salir a la calle y no tenga ninguna merma, de ahí que crea que somos un buen filtro para las peñas y comisiones, especialmente para las más nuevas, que no cuentan con tanto bagaje en la compra de toros», concluye.
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