

Secciones
Servicios
Destacamos
José Ignacio Galcerá
Viernes, 12 de julio 2024, 01:35
Pamplona bulle y encara este fin de semana el final de los sanfermines, ya saben, esa fiesta universal en la que el toro es el ... protagonista las veinticuatro horas del día, de la mañana a la noche, sin solución de continuidad, así durante ocho apasionantes jornadas. Una bendita locura. Y en ese maremágnum de gente, entre guiris y locales, se cuelan cada año decenas de valencianos que desafían con valor y destreza a la muerte en el encierro de las ocho de la mañana. La presencia de los aficionados de la terreta en la carrera año tras año es más amplia y también más notoria, adquiriendo una fama y reconocido prestigio que no siempre se dio como tal.
El encierro es una de las modalidades de festejo popular más extendidas en Navarra, además del de la capital, famosos son los que se celebran en municipios como Tafalla o Falces, y en cientos de pueblos de aquella comunidad, circunstancia que propicia que los mozos de allí sean verdaderos especialistas en la materia y se muestren ante el toro de una manera muy distinta a la que se practica en las calles de la Comunidad Valenciana.
El contexto en el que actualmente se celebra el encierro -masificación, especialmente los que tocan en fin de semana, la velocidad que alcanzan toros y cabestros, la escasez de espacio en la calle y los productos antideslizantes que provocan que las manadas corran muy agrupadas- exige un estilo de correr muy particular y que choca frontalmente con la forma de enfrentarse al toro en nuestras calles.
Aquí se mide la distancia con el toro para cortarlo, burlarlo y quebrarlo, pero siempre poniéndose frente a frente, retándolo de tú a tú en una batalla que requiere de la mejor habilidad para salir airoso; la carrera pamplonica, por su parte, plantea otro reto que es el de ponerse en la misma trayectoria del toro para una vez tomado el pulso de su galope, adecuarte a su velocidad e ir hacia adelante hasta que las fuerzas -o el valor- aguanten.
Ese contraste de estilos no siempre ha contado con el visto bueno del corredor navarro, que veía con recelo hasta no hace mucho tiempo al valenciano, hecho para otra modalidad de espectáculo.
La tendencia actual ha cambiado y el corredor valenciano se ha ganado el respeto con el paso de los años. Hay más corredores que nunca de la Comunitat en las calles de Pamplona y además corren donde lo hacen los mejores. Si hace años se decía que en Telefónica, uno de los tramos del encierro, se hablaba valenciano, ahora se dice de la Estafeta, la larga y mítica calle donde se dan cita los corredores más puros y de mayor nivel. Es en esta parte del recorrido donde hacerse un hueco es más duro que en ninguna otra, donde la lucha es de poder a poder con los demás corredores, donde el talento y las facultades físicas se ponen a prueba, y donde correr delante de la cara del toro sabe a gloria aunque sea solo por unos segundos.
Algunos de ellos se empeñan en demostrar día a día que en la disciplina de correr encierros son tan buenos o mejores que los de la tierra. Es el caso de Mateo Ferris, de Onda, fácilmente identificable por esa camiseta mitad roja y mitad blanca, especie de amuleto, la misma que un día llevó su primo Torrechiva, una leyenda efímera del bou al carrer que cada mañana le echa un capote desde arriba. Arranca su carrera a la altura del hotel La Perla y su dominio y aparente facilidad es asombrosa, ganándose adeptos día a día. Su consideración es tan alta entre los corredores, que hasta los pamplonicas le perdonan que no vaya con la indumentaria tradicional.
Quienes sí lo hacen son Sisco Bas y Jorge Gabaldón, ambos de Ontinyent, habituales del tramo entre la bajada de Javier y el Ensanche, aunque anteriormente probaron en la curva de Estafeta. Ambos aprendieron a correr en el bou en corda de su pueblo y ahora lo hacen en la vorágine de Pamplona. Allí coinciden con Fernando Beltrán, de Faura, que ha pasado del miedo de la plaza en su época de novillero al miedo de la calle cada mañana. Conocedor del festejo popular por los brillantes antecedentes que tiene en su familia, es uno de los grandes responsables del respeto ganado por los valencianos entre los corredores más clásicos de Pamplona.
Ellos tres, junto a Mateo, forman un cuarteto que se hace dueño y señor de la Estafeta cada año entre el 7 y el 14 de julio. Sin olvidar a Aarón López, de la Vall d´Uixó, Víctor Cerisuelo, de Almassora, o Vicent Canelles, de Ond, entre muchos otros.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Santander, capital de tejedoras
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.