La historia de un niño perdido entre las Rocas protagoniza el pregón del Corpus

El niño, diminuto, vuela sobre los escalones de madera de una escalera estrecha y que huele a río. Sus pies se adentran en la oscuridad de la planta baja, entre el inconfundible aroma a pintura y a miedo. Allí, en lo alto, le observan unos rostros grotescos. Más allá, sobre estructuras grandes como montañas, una diabla le observa con ojos de cueva y de fuego. Las bombillas lanzan una luz mortecina sobre las carrozas y en las sombras el niño distingue el brillo del oro bruñido. El niño se llama Rafael Solaz y la historia protagonizó el pregón del Corpus Christi, que el bibliófilo pronunció en el Real Colegio Seminario del Patriarca de Valencia en la tarde de este jueves.

Solaz nació, como él mismo contó, en la calle Pintor Fillol. Sus padres tenían amistad con un matrimonio que vivía en la Casa de les Roques, y a él le encantaba bajar por una minúscula escalera (donde Amics del Corpus se solían reunir a cenar; de ahí apareció eso del Sopar de la Escaleta, que se celebra este viernes) y ver los carros triunfales. «Las figuras parecían como si quisieran alzarse hacia aquellos techos tan altos de vigas inalcanzables y la poca luz excitaba mi imaginación y también la aventura inesperada», contó.

El pregonero de este año repasó la importancia de la fiesta para Ciutat Vella y rememoró cuando corría delante de la procesión junto a sus amigos «como conductores de aquel espectáculo festivo». La cosa cambiaba por la tarde: «Me encantaba la procesión porque allí contemplaba en movimiento a las que consideraba mis figuras, Les Roques y los fascinantes Gegants. Sentía predilección por el Capellà de les Roques, con su caballo, el entrañable Agüelo Colomet, La Moma con los pecados al acecho, o el mismísimo Sansón, personaje que parecía salido de uno de los tebeos que por entonces leía».

«Al paso de la Custodia los pétalos de flores caían desde lo alto, era como una lluvia de fragancia y color que inundaba el sentido. Ese aroma de las flores permanece en mí, como pegado a la memoria colorista y festiva», rememoró. Pero Solaz es hombre de libros. Como guardián de un conocimiento casi perdido, contó cómo, en los 80, adquirió una colección privada. «Ahí encontré un dietario manuscrito de Pablo Carsí, un vecino que fue anotando todo lo que ocurría en la ciudad a partir del año de 1800, en realidad a partir de la Guerra del Francés, dicha de la Independencia. Carsí cita al Corpus como la fiesta grande de la ciudad anotando algunas cosas curiosas», explicó.

El dietario desvela la existencia de un toldo, como ese que lleva años sin poder desplegarse en la plaza de la Virgen: «Para pasar la procesión del Corpus por el Mercado, se ponía una grande vela o toldo desde la esquina de la Bolsería hasta la de San Fernando. Si no se ponía esta vela no querían que saliera la procesión. Esto siguió hasta el año de 1840 y ya no se ha puesto más. Sólo se instala en la plaza de la Catedral».

«Tengo que confesar que sigue emocionándome ver la Festa Grossa. Quiero que mis palabras sirvan de homenaje y agradecimiento a todas aquellas personas que a través de tantos años han hecho y hacen posible la Festa Gran de Valencia, nuestro Corpus», dijo Solaz, que aprovechó para hacer un llamamiento por la paz: «Deseo que la procesión, la música y las danzas sean escudos contra la barbarie en la búsqueda de un mundo mejor, más justo, solidario, festivo y sin guerras».

El pregón fue el primer acto de una fiesta que vive este fin de semana sus días grandes. Este viernes por la tarde saldrán dos rocas a a plaza de la Virgen, donde estarán expuestas hasta la noche del sábado. El domingo a las 10.30 horas, el arzobispo presidirá la misa de pontifical en la Catedral de Valencia. A las 12 horas, será la Cabalgata del Convite y, como novedad, será disparada una mascletà en la plaza del Ayuntamiento a las 14 horas. Por la tarde, a las 19 horas, se celebrará la solemne procesión.

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