Juanot, en la embolada, es quien coloca la tenalla para amarrar al toro, un momento crucial y el más importante. A.C. Fotografías
BOUS AL CARRER

Juanot, 40 años al calor del bou embolat

Juan García, de Turís, ha sido premiado con el galardón Va de Bous que concede la Generalitat Valenciana por toda una vida como embolador, donde es todo un referente

Jorge Casals

Viernes, 14 de junio 2024, 11:09

Lleva toda una vida dedicado a su gran pasión: embolar toros. Todo un arte al alcance de muy pocos, para el que se requiere técnica, ... habilidad, carácter… pero sobre todo, valor y una vocación desmedida si se tiene en cuenta que uno se juega la vida por mero romanticismo. A sus 60 años y más de 40 embolando una media de 150 toros por temporada, Juan García Palmero, conocido como Juanot, de Turís, acaba de ser reconocido por la Generalitat Valenciana en los premios Va de Bous que concede la Conselleria de Justicia e Interior. Un galardón más que merecido para quien sigue siendo leyenda viva del bou embolat, y por extensión, un reconocimiento a una de las señas de identidad del pueblo valenciano cuya llama sigue más encendida que nunca pese a que algunos políticos quisieron apagarla. El año pasado hubo nada menos que 1.507 festejos de toro embolado.

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«Estoy muy emocionado, pero este premio no es solo para mí, es un reconocimiento al bou embolat y a todos los que han luchado por mantener esta afición. Cuando un pueblo pierde la cultura y sus tradiciones, ya no le queda nada, y eso no lo podemos permitir. El bou embolat está en el ADN de los valencianos», expone emocionado.

Con quince años ya cortó su primera cuerda en una embolada. Aprendió al lado de grandes emboladores como el Tio Federico de Massalfassar o Jaime Huerta de Puçol… a los que profesaba un respeto enorme. Hasta que en 1982 formó su cuadrilla y, al amparo de algunos ganaderos como la familia Machancoses o Chacal, se fue abriendo camino hasta consolidarse en lo que es hoy en día, todo un referente del buen hacer como embolador: rápido, eficaz, profesional, resolutivo y muy respetuoso con el animal y con la liturgia de este arte cuyos secretos se han ido pasando de generación en generación.

Juanot se forjó en una época de gran dureza. La afición era exigente y no consentía el más mínimo error en una embolada, lo que obligaba a esforzarse cada vez más. En ese contexto se curtió. No se perdonaba que cayera un ferratge, ni tan siquiera una ligera desviación en la colocación de los mismos, la embolada no debía excederse en el tiempo… y todo frente a toros muy resabiados, la gran mayoría de edad avanzada que pedían el carnet en el pilón. Para muchos ganaderos, que sus toros fueran embolados por la cuadrilla de Juanot suponía un motivo de tranquilidad y seguridad.

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«Mi máxima siempre ha sido que la embolada durara el menor tiempo posible en beneficio del toro y por tanto del ganadero. Nosotros los emboladores no somos los protagonistas, es el toro y por tanto hay que hacer las cosas muy bien para que luego no acuse esa falta de profesionalidad», confiesa Juanot. La clave de la rapidez en la embolada está en sus manos. Sus compañeros dependen mucho de lo bien que Juanot deje amarrado al toro con la tenalla y con esa herramienta en sus manos no hay quien le gane.

La tradición sigue ahora con su hijo, también envenedado por el arte de embolar toros. «Si no fuera porque debo estar a su lado, ya me hubiese cortado la coleta. Le gusta mucho pero yo paso mucho miedo ahora de verle, así que seguiré estando a su lado mientras el cuerpo aguante», concluye. Un cuerpo cosido a cornadas, muchas de ellas de extrema gravedad, consecuencia de esa pasión desmedida y romántica de sentir al toro muy cerca. Por puro placer.

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A sus 60 años, todavía sigue jugándose la vida a lo largo de las más de 150 emboladas que realiza cada temporada. A.C. Fotografías
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