La Mare de Déu brilla en El Palmar

«Anem a vore al Cristo». El Palmar, que vive por y para el turismo, escoge un día al año para mirarse a sí misma y centrarse en la idiosincrasia de una pedanía que hunde sus raíces en el mismo lago de la Albufera. Ese día era este viernes, cuando el Cristo de la Salud recorrió, como todos los veranos, las calles de la localidad en la tradicional romería, a donde se acercaba la mujer que, acompañada de su marido, saludaba a una vecina con la frase que encabeza esta crónica poco antes de las 18.30.

Era, además, un día especial. Era la primera vez que a la talla le acompaña la Mare de Déu, la peregrina, que también se subió a las barcas que llevaron a ambas figuras al centro del lago, donde se dio la tradicional bendición. Era también la primera romería con el PP en el poder desde 2015, y allá que se fue la consellera de Medio Ambiente, Salomé Pradas, y varios concejales del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Valencia. «¿No viene la alcaldesa?», preguntaba en el embarcadero. «No, está de vacaciones», respondían desde el séquito municipal. Fue una tarde de calor, como todas en esta pedanía donde el tiempo se desparrama perezoso, flota sobre los canales y se arremolina entre las velas de las barcas. Hay algo casi místico en los cascos unidos con cuerdas, en el atardecer que se pierde más allá de Silla o Catarroja, en la oración que se pierde hacia el crepúsculo.

Parece que todo El Palmar esté en el lago, a donde las barcas llegan tras perchar desde el embarcadero. Camisas arremangadas, gafas de sol para protegerse de la luz que se refleja en el agua, sonrisas y algún que otro mareo. Nada demasiado serio. Todo se olvida cuando hay que rezar. Tots hem anat a vore al Cristo, que parece, como entonces, caminar sobre las aguas.