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María Dolores Alfonso, camarera de la Virgen, sujeta la corona de la Mare de Déu. Txema Rodríguez

La emoción de volver con la Virgen de los Desamparados

El Traslado de la Virgen regresa tres años después por el parón de la pandemia y LAS PROVINCIAS es testigo de las horas previas a este acto

Isabel Domingo

Valencia

Domingo, 8 de mayo 2022, 00:13

Que se va a vivir un instante de esos especiales se sabe desde el momento en que María Dolores Alfonso se coloca la bata de trabajo y coge una llave, la redactora de unos pasos atrás y el fotógrafo alza su cámara. La puerta de un armario se abre y emerge el rostro de la Mare de Déu, en concreto de la Peregrina, que acaba de regresar de una visita al colegio CEU San Pablo de Valencia. Aún porta el manto regalado por una familia de Manises en 2008 y que es el que la camarera de la Virgen escogió tanto para este acto educativo como para la participación en el Rosario de la Aurora del pasado domingo.

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Pero ha llegado el momento de cambiarlo e iniciar los preparativos para vestir a la talla de Octavio Vicent con el manto que lucirá en el Traslado, un acto que este año desbordará mayor emoción si cabe al ser el reencuentro de los valencianos con su Mareta y del que LAS PROVINCIAS ha vivido las horas previas, fruto de su compromiso y vinculación con la patrona de los valencianos a lo largo de su historia.

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La Peregrina ha pisado la calle en numerosas ocasiones a lo largo del último año, incluso recorrió con el 'Maremóvil' numerosos municipios, pero han transcurrido tres años desde que el pueblo valenciano le mostrara su devoción en el Traslado. La pandemia impuso el silencio en la plaza de la Virgen, que hoy se romperá cuando la patrona asome sobre las 10.30 horas por las puertas de la Basílica.

Será, además, el momento de descubrir el diseño y color del manto del Traslado, del que únicamente se sabe que es un brocado donado por Els Portaors de la Verge. Es uno de los secretos mejor guardados de este día y así seguirá siendo por tradición, pues sólo tres personas han visto la pieza: el vicerrector de la Basílica, Álvaro Almenar, para su bendición; María Dolores Alfonso y Pepi Marí, que es la persona de la corte de honor de la Virgen que ayuda en este proceso. De hecho, hasta el momento de su colocación, el manto se custodia en una sala aparte y permanece cubierto con una tela gruesa.

Alrededor de una hora y media se puede prolongar el cambio de manto de la Mare de Déu, que empieza con el ritual del rezo de un Avemaría. Primero, el Niño, en concreto la cruz, que va sujeta con un cordón en color oro como si fuera una pulsea para evitar que se mueva durante las salidas. Se corta con unas tijeras, y se guarda para alguna de las peticiones que hay. Después, el vestido, que ahora se coloca extendido sobre el hombre de la Virgen y produce el efecto de que es el Niño quien arropa a la Madre, explica Alfonso. Le sigue el cuello de encaje.

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Todo se deposita sobre una tela de terciopelo oscuro, que también servirá para custodiar la aureola de la Virgen. Es su turno. Los pendientes, que se escogen en función del manto y del sitio al que vaya a acudir, al igual que el collar. Se sueltan las cintas que sujetan el manto y que permiten que luzca con todo su esplendor, en las salidas, como este raso de seda natural de Catalá bordado en Málaga; también los alfileres con la cabeza de perla. Y se va retirando el manto para dar paso al nuevo, esta vez, el del Traslado que, si procede, habrá pasado por plancha.

También está preparado el de la procesión vespertina, el de los cardos y quimeras (o el de los dragones), donado por la familia Burillo tras la Guerra Civil. Pero ahora es el turno del Traslado, de prepararse para exclamar ese «Valencians, tots a una veu: Vixca la Mare de Déu!».

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