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J. CASALS
Jueves, 10 de octubre 2019
valencia. Si hay una leyenda emblemática en los festejos de bous al carrer de Museros ese es José Luis Raimundo Gimeno, conocido popularmente como Candela. Un rodaor de los años 80 que representa a la perfección aquella época, en la que las circunstancias obligaban a tener muy buenas condiciones físicas para poder destacar, pues se requería destreza y sobre todo mucha velocidad para poderle ganar la acción a los toros y después saber quitárselos de espaldas ante la falta de lugares donde resguardarse o la escasez de compañeros que pudieran hacer un quite.
Candela presumió de todo ello e hizo gala de ser un portento de facultades, como demostraba cada vez que podía frente a todo tipo de ganado, cerril o de corro, en este último era donde podía marcar diferencias. De hecho, era uno de los pocos que se atrevían con la recordada vaca Marisol, de Peris, a la que recortaba con mucho verdad y sin ventajas, de poder a poder, dejándose ver de largo y batiéndose en un duelo de velocidad del que siempre salía airoso el de Museros. Disfrutaba con ello y le emocionaba medirse con los mejores animales: Faraona, Castañera, Taconera o la popular Violeta, de Mariano el de Albuixech. Podía con todas y les ganaba la acción «a piernas», como se suele definir cuando se refiere a velocidad. También tuvo el honor, y la valentía, de rodar al temido toro Ratonero, de Lucas.
Era muy popular en las localidades de l'Horta Nord, donde se forjó su leyenda desde que empezó a ponerse delante de los toros con 16 años. Sobre todo en Vinalesa, donde no fallaba nunca. Era una de sus predilecciones. Su debilidad. Allí dejó momentos imborrables para el aficionado. Formó parte de una generación dorada junto al Forner, de Rafelbunyol; Fermín, de Foios; Ximo, de Canet; Ferris, de Faura; o Marieto, de Albalat dels Sorells, con quien tenía una rivalidad directa. Junto a ellos recorrió los pueblos más emblemáticos de la provincia, como La Vilavella, otro de sus escenarios favoritos, en el que 'volaba' sobre la arena como pocos.
Pero si hay un escenario representativo en la trayectoria de Candela, ese fue Pamplona. Habitual de los encierros de San Fermín, se convirtió en un clásico. Esperaba ansioso un toro rezagado o descolgado para conducirlo a punta de periódico, o, mejor dicho, a punta de blusa, que era lo que solía llevar en la mano. Un año, en una corrida de Cebada Gago en los Sanfermines, uno de los toros fue devuelto a corrales, pero tras varios intentos fallidos de los cabestros y viendo que se demoraba más de la cuenta esta tarea, Candela saltó al callejón y con su blusa, logró meter al cebadagago a toriles. Fue retenido por la policía hasta que, al pasar por los tendidos de sol, las peñas lo rescataron a la fuerza. La Policía Foral no se atrevió a buscarlo entre el gentío rojiblanco.
Sigue perteneciendo a su peña del alma, Els Valents, otro de los pilares de la fiesta taurina en Museros. Su Museros, población a la que hizo todavía más importante si cabe dentro del panorama taurino, gracias a su pasión y dedicación delante de los toros. Un grande.
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