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Naranjas valencianas: las 'manzanas de oro' de otra época

Hoy en crisis, fueron buque insignia de nuestra economíaDurante la Edad Media tenían un sabor amargo y se usaban en cocina, medicina y para simular batallas

ÓSCAR CALVÉ

Sábado, 9 de febrero 2019, 23:14

Es habitual que cada año un ser querido nos obsequie con naranjas cosechadas en su campo, en el de fulano o en el de mengano. Pero este año la cosa se ha ido de madre. Por cierto, gracias a los obsequiadores. Tras la anécdota se esconde una escalofriante realidad. Sabrán que muchos citricultores han optado por dejar perder la cosecha de la presente campaña. Descuiden. Aunque un servidor siente especial simpatía por nuestros agricultores, no entrará en semejante berenjenal. Les propongo un esbozo histórico de la naranja valenciana, otrora buque insignia de nuestra economía y aún seña de identidad de toda una región.

La identificación de la naranja dulce como producto genuinamente valenciano surge con el auge exportador del citado cítrico en la segunda mitad del siglo XIX, y así ha quedado asentado en el pensamiento colectivo de medio mundo. Este hecho podría argumentarse con infinidad de aspectos, pero permítanme abrir boca con una curiosidad tan jugosa como una naranja.

Tintín, el joven aventurero creado por Hergé en 1929 ha sido llevado en contadas ocasiones a la gran pantalla. Pues bien, una de ellas tiene un valor especial para ilustrar hasta qué punto se vincula la naranja a la tierra valenciana. "Tintín y las naranjas azules" fue rodada en 1964 en diversas localizaciones valencianas. Beniopa, Gandia, Xàtiva, Burjassot o el Monasterio de Santa María de la Valldigna, en Simat de la Valldigna, son algunos de los lugares donde se grabó aquella historia que narra la creación de unas naranjas de color azul capaces de crecer en el desierto. Según la trama, aquel producto destinado a erradicar el hambre en el mundo provenía, lógicamente, de Valencia. La cinta fue emitida en 1989 por Canal 9. Sería la repera que se volviese a programar: permite recordar lugares hoy muy modificados. Y ahora sí, al grano. Bueno, a la fruta.

En la segunda mitad del siglo XIX la naranja valenciana fue producto de deseo europeo El punto de inflexión se produjo en el municipio de Carcaixent en el año 1781En la Valencia medieval los cítricos servían en la cocina para dar acidez o toques agrios a los platos

Sudeste asiático

Un primer aspecto que conviene aclarar es la procedencia de la naranja. Los especialistas sitúan en el sudeste asiático el origen de este cítrico. De este y de toda su familia. Agárrense. Un estudio del 2018 en el que participa el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias ha demostrado que todos los cítricos que conocemos descienden de un árbol ancestral de ocho millones de antigüedad. Si quieren alucinar -y se atreven con el inglés- el artículo se llama 'Genomics of the origin and evolution of Citrus'. Posteriormente, las faldas del Himalaya fueron testigo de la diversificación natural...

La mano humana intervino hacia el 2000 antes de Cristo, y esa mano era oriunda del gigante asiático que esta semana ha cambiado de año en el calendario. Los agricultores chinos empezaron a mezclar las variedades que la naturaleza había provisto. El objetivo era crear un alimento comestible, pues hasta entonces todos los cítricos sabían a rayos. Con el propósito parcialmente logrado, las rutas comerciales propiciaron la expansión de esas naranjas de la China, algunas variedades ya con sabor más amable, aunque todo indica que lejano al actual. En la península ibérica entraron en periodo islámico.

Son muchos los documentos bajomedievales valencianos que advierten de la existencia de cítricos. En el 'Llibre d'establiments i ordenacions de la ciutat de Valencia', se especifica que «null hom o fembra qui vena vy en menut no gos tenir rams sinó de toronges, (...)». En los siglos XIII y XIV era costumbre señalar las tabernas con ramas de pino, circunstancia que facilitaba la expansión de los fuegos. Al parecer, la rama del 'toronger' (quiza refiriendo al árbol que da pomelos o al de naranjas bordes), no era tan inflamable. Eiximenis, en su 'Regiment de la Cosa Publica' refiere el reino de Valencia como una tierra paradisíaca más fértil que el Edén. En un larguísimo listado de 30 productos, el franciscano pasa por ciertos cítricos como 'teronges, limons, limes, adzebrons, aranges (...)'. Aunque estas naranjas se cultivasen en nuestro territorio, no era naranja valenciana. No es una paradoja. Ni se había introducido la variedad dulce, ni mucho menos se había producido la eclosión de su cosecha para exportación.

En la Valencia medieval los cítricos servían en la cocina para dar acidez o toques agrios a platos que se elaboraban. También para producir medicamentos. Incluso para guerrear de forma ficticia durante las fiestas. La crónica de Ramón Muntaner narra el modo en que Valencia, por orden del propio Jaime I, celebró la llegada de Alfonso X de Castilla, yerno del 'Conqueridor': «Nul hom no poria escriure los jochs e els alegres, taules redones, taules juntes de reylo de cauallers saluatges, borns, anar ab armes, e galees e lenys armats quels homens de mar feyen anar per la rambla ab carretes, batalles de toronjes, (...)».

Sí. Finalmente, la naranja dulce llegó a la península ibérica. También procedente del sudeste asiático y merced a las redes comerciales, sea a mediados del siglo XV (vía Génova) o a principios del XVI (vía Portugal). En un principio, esta delicia exótica era apta para muy pocos bolsillos. Comenzaría entonces a plantarse en territorio valenciano, aunque en explotaciones sin miras exportadoras. Ya en el siglo XVII (1632) y en el XVIII (1717), se documentan notables transacciones con protagonismo de la naranja valenciana, para ser exactos, de la setabense y la saguntina.

Primera explotación

En la última centuria citada se tiene constancia de uno de los hitos al respecto de la producción. Se da por sentado que fue en la Ribera Alta donde nacieron las modernas plantaciones de naranjos. En Carcaixent, en 1781, una colaboración entre un religioso, un boticario y un escribano, daría lugar a la primera explotación naranjera. Monzó, Bodí y Maseres protagonizarían este hito en la llamada 'Partida de les basses del Rei'. De este modo, el paisaje de la zona experimentaría una gran transformación. Las moreras, paulatinamente, fueron sustituidas por naranjos. Pero la metamorfosis fue dispar. En Algemesí, por ejemplo, gozó de gran éxito a principios del XIX el cacahuete. Pero esa es otra historia. Hacia 1850 el territorio valenciano ya era un territorio naranjero con dos epicentros claros, la Plana de Castellón y la Ribera del Júcar.

Obviamente, el éxito de la naranja se fraguaría en la calidad del producto, que pronto gozaría de enorme demanda a nivel internacional. La exportación fue satisfecha en gran medida por los avances en los medios de transporte. Avances en los que invirtieron, y de qué manera, los grandes terratenientes del relativamente nuevo cultivo. La construcción de la dársena interior del Puerto de Valencia y la proliferación de las emergentes líneas férreas que conectaban los campos de producción con el puerto fue objetivo primordial de la alta burguesía y la oligarquía valenciana. Es decir, de los grandes propietarios de los campos. Inglaterra, Alemania, Francia, Bélgica, Holanda... Media Europa quería naranjas valencianas. Y nuestros antepasados se las proporcionaron. Los carteles publicitarios de la época evidencian hasta qué punto se convirtió en producto estrella a nivel internacional. Rótulos en alemán, francés e inglés anunciaban la naranja valenciana como una delicia repleta de vitaminas.

Si los europeos reconocían el éxito de nuestros citricultores, los españoles eran conscientes de la relevancia de este sector para el mercado. El 15 de noviembre del año 1904 la revista "El Gráfico" publicaba un breve pero coqueto artículo que narraba las excelencias económicas que reportaba al país la recolección de «las manzanas de oro cultivadas en el corazón de la ribera». Las naranjas valencianas, continúa el redactor, eran especialmente apreciadas en los mercados de Liverpool y Londres, «donde los negocios se hacen en oro y libras esterlinas».

Pese a todo, entre 1908 y 1910, el sector sufrió una importante crisis de la que se recuperó. También de los estragos de la Primera Guerra Mundial. En 1926, el legendario café Royalty de Valencia se convertía en el nuevo centro de transacciones naranjeras. Aparecían nuevas variedades, por ejemplo hacia 1940, cuando, como reza el refrán, en 'L'Ènova antiga i hortana, naixqué la taronja Salustiana'. A cada época de aprietos del sector le sucedió una de recuperación. Así que ánimo a todos los cultivadores. Suscribe un antiguo recolector. Ojalá la próxima temporada apenas nos regalen naranjas. Será buena señal.

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