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JORGE CASALS
Viernes, 28 de septiembre 2018, 00:58
valencia. A finales de septiembre, todavía con la temporada taurina muy efervescente pero con la cuenta atrás a la vista, uno de los atractivos taurinos digno de visitar por su identidad propia, es el municipio valenciano de Anna, que celebra sus fiestas patronales en honor al Santísimo Cristo de la Providencia. Sus bous al carrer suponen una de las tres patas en las que se sustentan estas fiestas, que completan los Moros y Cristianos, y los actos religiosos. Unos festejos que en los últimos años han cobrado vigor gracias al empeño, sacrificio y constancia de La Rabassa, Asociación en Defensa de las Tradiciones Taurinas de Anna, que este año cumple su décimo aniversario. Es la encargada de coordinar todos los festejos taurinos, organizados por el Ayuntamiento, que se celebran en este municipio de la Canal de Navarrés.
Para conmemorar esta década han volcado todas sus fuerzas en adquirir hasta cuatro toros cerriles, algo nada común ni en este municipio ni en esta zona del sur de Valencia, donde lo que más se prodigan son las ganaderías autóctonas, muy del gusto de los aficionados de esta comarca. Mañana sábado se soltarán dos toros de González Lago y Los Millares; y el domingo dos de González Lago y Buenaventura. «Este es el quinto año que llevamos apostando por los toros cerriles, que es algo que nos diferencia. Con ilusión, trabajo y la colaboración del pueblo se puede conseguir todo», asegura Vicente Timor 'El Ruso', uno de los fundadores de La Rabassa en 2008 y presidente de la misma desde hace ocho años. Nadie mejor que él para explicar el porqué de esta asociación: «Nos reunimos varios aficionados al ganado de corro y sentimos la necesidad de hacer algo ante la incertidumbre y el miedo a que se terminase esta fiesta debido a la entrada de nuevos partidos políticos que no apoyaban los festejos taurinos. Así nació esta asociación». Ahora son 41 peñistas y unos 20 colaboradores que aportan su cuota para que la fiesta se mantenga.
Una de las señas de identidad de estos festejos populares son las subidas de las vacas desde el río, una especie de encierro que tiene lugar a mediodía y que evoca, al igual que sucede en Segorbe, tiempos remotos en los que el ganado bravo viajaba en vereda desde la ganadería hasta los pueblos donde se celebraba el festejo. Los integrantes de la peña La Rabassa fueron los que hace diez años recuperaron esta tradición que tiene lugar en las empinadas cuestas de la Bajada del Molino, todo un lugar mágico en plena naturaleza rodeado de agua y presidido por un señorial olmo milenario. «Con el presupuesto de la peña, hemos conseguido hacer las barreras que van por toda esa cuesta para poder refugiarse y ver el encierro, que apenas dura minuto y medio pero que es muy emocionante y bonito ver cómo suben las vacas con los cabestros hasta las calles del pueblo».
Los Hermanos Machancoses eran los primeros ganaderos habituales en Anna, posteriormente fue asiduo Benavent y con la formación de la nueva peña se abrió el abanico ganadero. Otra de las particularidades que identifica al recinto de Anna es el antiguo lavadero, todavía utilizado por las vecinas más mayores del municipio, que dota de personalidad este recorrido y lo convierte en un obstáculo más del mismo. Son muchas las vacas que se lanzan a esta balsa, como así la denominan también las gentes del pueblo, por lo que sacarlas de la misma resulta una tarea divertida y no poco arriesgada para los más valientes. «Que lo haga un toro embolado ya es menos gracioso, puesto que al apagarse el fuego de las bolas se pierde el atractivo principal, tenemos que volver a enlazar al animal y embolarlo de nuevo», matiza El Ruso. La imagen del lavadero en la Plaza La Alameda -así se denomina por los álamos que la rodean- con el toro o la vaca dentro embistiendo al agua, es lo más característico de los festejos taurinos de Anna. Además de la plaza, el recinto lo componen tres calles paralelas entre sí, que se comunican con la plaza de la Iglesia. «No es muy grande, pero viene mucha gente porque dicen que se disfruta mucho».
Se disfruta del recinto y de la amabilidad de sus gentes. Por la mañana antes del encierro, resulta curioso verles tomar el aperitivo en las calles mientras aguardan la llegada de las vacas que suben desde el río. Y tras la prueba, es hora de reponer fuerzas con una cazuela de arroz al horno, plato típico del municipio que se convierte en norma durante las fiestas. Y por la tarde, las tortas de tomate o carne para merendar son el complemento gastronómico ideal antes de llegar a uno de los platos fuertes: la cena. Para la misma se unen las mesas de los vecinos unas con otras. Es un espectáculo ver las calles repletas de tableros con los vecinos hermanados y conviviendo con armonía a la espera del toro embolado. «Son días de disfrutar con los amigos, vecinos, las peñas, los quintos... En ese sentido, Anna es un pueblo muy acogedor y que recibe siempre con agrado a sus visitantes. Hay un buen ambiente, casi el 80% del pueblo está cenando en la calle, de hecho, cuando llegan los camiones del ganado a descargar, se tienen que esperar hasta última hora porque no pueden pasar», explica con orgullo Vicente Timor, un enamorado de su pueblo que no deja de enumerar todas las riquezas del entorno de la Canal de Navarrés. Y es que el turismo taurino es otra manera de descubrir no solo las tradiciones y costumbres más arraigadas de nuestros pueblos, sino sus riquezas culturales y medioambientales. Anna, una visita obligada.
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