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ÓSCAR CALVÉ
VALENCIA.
Domingo, 15 de abril 2018
La pasada semana saltaba la polémica por las trabas que desde la Diputación de Valencia han sido puestas para la tradicional celebración de los 'Jocs Florals de La Ciutat i Regne de València' en el Teatro Principal de Valencia. Este edificio emblemático acogía desde finales del siglo XIX el citado evento, referente literario esencial de la cultura valenciana organizado históricamente por la asociación Lo Rat Penat. En sus orígenes, estas competiciones poéticas representaban otra de las manifestaciones que abanderó el irrepetible grupo de intelectuales componentes de lo que hoy conocemos como la 'Renaixença Valenciana'. Nombres como los de Vicente Wenceslao Querol, Teodoro Llorente, Constantí Llombart, José María Ruiz de Lihory... Rara vez el Principal no ha acogido estos 'Jocs', aunque circunstancias excepcionales invitaron al traslado de la sede: el frontón Jai-Alai (1901), el recinto de la Gran Exposición Regional (1909) o la Lonja (1983) son algunos ejemplos. Otros años, grandes tragedias imposibilitaron su celebración, como en 1885 y en 1890, cuando dos latigazos del cólera sacudieron de forma brutal nuestro territorio.
Les cuento todo esto para contextualizar al protagonista de esta semana. En 1889, en el Teatro Principal de Valencia, el mantenedor de los citados 'Jocs Florals' fue un sacerdote. Aquel cura se llamaba Roque Chabás, y todavía hoy es un referente de la historia de Dénia, de Valencia, del antiguo Reino de Valencia. Fue el precursor de la posterior Real Academia de Cultura Valenciana, miembro de la Real Academia de Historia, de la de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, Archivero de la Catedral de Valencia, director de varias secciones de Lo Rat Penat, impulsor de congresos internacionales de la Corona de Aragón,... Un erudito en mayúsculas a quien le debemos la transmisión del conocimiento de aspectos tan dispares como los referentes a la Denia Romana, al postrero gobernador almohade de Valencia, Abu Çeit, o a los sermones de San Vicente Ferrer. Por si fuera poco, Chabás también desempeñó un papel trascendental para la salvaguarda del patrimonio valenciano, como puso de relieve Josep A. Isbert.
El viernes 20 es la efeméride de su fallecimiento, razón más que suficiente para recordar a alguien que, literalmente, escribió renglones de oro de nuestra historia, tarea a la que dedicó toda su vida.
Roque nació el 9 de mayo de 1844 en un edificio de la calle Mayor de Dénia, donde en 1925, algunos años después del deceso de Chabás, se ubicó una placa conmemorativa en su recuerdo. Quinto hijo de un matrimonio burgués de gran devoción, Roque realizó su formación en teología en el Seminario Conciliar de Valencia, en la calle Trinitarios, entonces de reciente construcción (1853). Se ordenó presbítero en 1868 y regresó a su ciudad natal. Allí se le designó un cargo en la iglesia de San Antonio. Compaginó esas tareas con su pasión por las Humanidades, manifiestas desde su adolescencia cuando coleccionaba todo tipo de noticias referentes a Dénia. Comenzó a escribir en revistas de carácter local al tiempo que ejercía la docencia. En 1874 publicaba el primer volumen de su 'Historia de la ciudad de Denia'. Dos años después el segundo, para lo cual tuvo que contar con la ayuda de inversores. Como indicó Rosa Seser, el nulo beneficio económico contrastó con el beneplácito de la crítica, circunstancia que propició su ingreso en la Real Academia de Historia. Por entonces realizaba uno de sus mayores logros como arqueólogo. En 1878 descubría en Dénia un extraordinario mosaico sepulcral paleocristiano, conservado en el Museo de Bellas Artes de Valencia. Entre los años 1883 y 1885 regresó al Seminario Conciliar de la capital para obtener, como así hizo, el doctorado en Sagrada Teología. Un año más tarde editaba en Dénia el primer número de la revista 'El Archivo: revista literaria semanal'. El semanario pervivió hasta 1893, componiendo varios volúmenes más, los últimos publicados en Valencia. Todos repletos de documentos sobre nuestra historia, algunos sobreviven merced a su esfuerzo, pues la Guerra Civil llevaría los originales al peor fin imaginable. Uno de los grandes méritos del 'Archivo' se debe a las colaboraciones de grandes eruditos de heterogéneas disciplinas. Arabistas, arqueólogos o historiadores construían, bajo la dirección de Chabás, una revista científica de humanidades. De carácter bondadoso y especialmente sensible con quienes buscaban la erudición, no sorprende que Chabás trabara amistad con Teodoro Llorente, Rodrigo Pertegás o José Martínez Aloy. Tampoco su influencia en uno de sus discípulos más famosos, Sanchis Sivera. Todos los citados se reunían en el domicilio de Roque en Valencia, situado en la céntrica plaza de Crespins, donde según algunos especialistas se gestó el Centro de Cultura Valenciana que nacería años más tarde (1915).
Chabás fue un intelectual de una pasta especial. Su formación como historiador era de naturaleza autodidacta. Quizá por ello desempeñó con particular frescura ese trabajo. No dudaba en solicitar colaboraciones cuando era menester (magnífica práctica) y ponía especial atención en las fuentes originales. Con suma discreción, cambió el rumbo de nuestra historia como disciplina, a menudo sumida en cierto oscurantismo científico. Además, mostró sumo interés en la divulgación de documentos, en sintonía con la nueva política que desde el Vaticano se promocionaba al respecto. Enseguida lo entenderán.
En 1891 Roque Chabás se convirtió en canónigo en la catedral de Valencia. En 1893 necesidades perentorias del cabildo catedralicio le empujaron a ser el nuevo archivero, pese a no tener el título correspondiente. No sean malpensados, era 'vox populi'. A más de mil quinientos kilómetros de nuestra catedral, la Santa Sede abría en 1881 el Archivo Secreto del Vaticano. En 1884 hacía lo propio con su Escuela de Paleografía y Diplomática. Como estudió en un artículo magnífico Ramón Fita, la labor de Chabás se contagió de ese espíritu aperturista de la Iglesia en cuanto a accesibilidad a documentación se refiere. La labor de Chabás fue prodigiosa. En primer lugar porque a su llegada al archivo de la catedral se encontró con una situación caótica. Por si fuera poco problema el desuso del archivo, diversos intentos de confiscación a cargo del estado en el siglo XIX, el más serio en 1869, provocaron actuaciones precipitadas por parte de los predecesores de Chabás.
El tesón de Roque y su metodología pulcra inspirada en lo visto en el Archivo de la Corona de Aragón y en el del propio Vaticano, alcanzaron el objetivo: un archivo organizado de fácil acceso para todo aquel que quisiera realizar pesquisas. En la actualidad seguimos sacando provecho de su esfuerzo, sin desmerecer por supuesto catalogaciones mucho más modernas. Por otro lado, cuando Roque sistematizó el archivo -empeñó que le costó algunos años y le valió el título de archivero-, realizó una notable divulgación de las fuentes allí conservadas, en clara sintonía con lo que se dictaminaba desde el Vaticano. El sacerdote lo experimentaría en primera persona cuando acudió a Roma hacia 1900. Chabás reivindicaba el papel esencial de los documentos y abogaba por la formación en lenguas clásicas y en paleografía. Sólo con estas herramientas se podían abrir nuevas lecturas a la luz de fuentes fidedignas, sin el velo interesado que tradicionalmente se asociaba a la propia Iglesia. Es muy distinto que nos escriban lo que decía San Vicente Ferrer a que nos transcriban una por una las mismas palabras que él dominico pronunciaba y que recogía un estenógrafo. Hilando más fino, nada sería comparable a que pudiéramos leer directamente los sermones... En ésas estaba Chabás. Las posibles suspicacias que generaría su visión aperturista fueron refutadas por el dianense, precisamente en este diario. En 1899 escribía: «Amo la verdad y no la oculto, deseo que las leyes de la Iglesia y de la crítica histórica se respeten, por eso trabajo con afán en cultivar el campo de los estudios en que mis aficiones de toda la vida me han colocado...». Su legado es inabarcable, tanto por sus escritos, para los que no queda espacio, como por su espíritu. Roque Chabás falleció en su casa del Saladar de Dénia el 20 de abril del año 1912.
Fechas históricas
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