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Las vacas que han sido escogidas en la tría siguen al cabestro. j. toledo
La tría de vacas de Segorbe, tradición y esencia campera

La tría de vacas de Segorbe, tradición y esencia campera

Esta costumbre rememora la época en la que se llevaba el ganado en vereda a los pueblos | Hasta 25 animales entre vacas y bueyes suben en manada por el Rialé, como antesala a la popular Entrada de Toros y Caballos

JORGE CASALS

Viernes, 31 de agosto 2018, 01:22

Muchos conocen la Entrada de Toros y Caballos de Segorbe, declaradas Fiestas de Interés Turístico Internacional, pero pocos saben que previo a esa trepidante carrera, se mantiene una de las tradiciones más bonitas y arraigadas que existen en la actualidad en la Comunitat Valenciana: la tría de los toros y su posterior subida por el Rialé. Todo un homenaje a las costumbres ganaderas de antaño, con un enorme respeto y admiración por las tradiciones. La tría es la gran desconocida de la fiesta en Segorbe, la que no acapara portadas ni atención informativa, pero la que aguarda sin embargo la esencia más pura de esta Fiesta. Un museo vivo de nuestras tradiciones.

La tría no es más que un recuerdo, una escenificación simbólica que rememora la manera de celebrar los festejos taurinos antaño, cuando no existían los medios de transporte actuales y los ganaderos llevaban a pie y en vereda a los animales hasta los pueblos para su posterior suelta. Según recoge J. Toledo en el libro '10 años 10, una década de internacionalidad', ganaderos como el señor Peris de El Puig, cuando se acercaba septiembre, llevaba parte de su ganado a Segorbe y lo hacía a través del cauce del río Palancia, que servía de nexo de unión entre la costa y el interior, además de ser una buena zona de pastos regados por el agua del Palancia. Una vez llegaba a la ciudad, cada día triaba los animales que iban a correr el encierro y a participar en los festejos, y el resto se quedaba pastando en el río. Esta faena, propia de la primera mitad del siglo XX, era habitual que se hiciera en la mayoría de los pueblos, hasta que la proliferación de los camiones como medio de transporte hizo desaparecer tal práctica. Solo Segorbe la sigue conservando y con identidad propia.

En los últimos 30 años, el ganadero encargado de llevar a cabo esta faena que requiere paciencia, un manejo equilibrado del ganado y mucha experiencia, es Germán Vidal. El de Cabanes es ya toda una institución en la capital de la comarca del Alto Palancia. Voz con autoridad para hablar de lo que representa esta práctica única en todo el mundo. «Lo seguimos haciendo de la misma manera que nuestros antepasados. Todo igual. Sí que es verdad que desde que la entrada es con toros, la tría se ha convertido en algo simbólico porque evidentemente, las vacas que se seleccionan después no corren el encierro ni salen al concurso de la tarde. Sí que intentamos en su momento hacer esta labor con los toros del encierro, pero su manejo era más complicado que las vacas».

Esta faena campera era habitual que en la mayoría de pueblos, hasta la llegada del camión La reses que no participaban se quedaban pastando en el río hasta que les tocara el turno

Entre vacas, cabestros y a veces algún toro, son 25 animales los que el ganadero dispone para esta labor. Llegarán este viernes desde Cabanes para que se vayan acostumbrando al terreno y así el lunes poder comenzar con la primera tría de la semana. A pesar de la amplia experiencia con la que cuenta el ganadero, no es una faena que sea sencilla de llevar a cabo para que todo transcurra sin ningún sobresalto. El ganado descansa en el corral de Mena hasta que a las 11 de la mañana sale al río, por donde se dirige a paso lento mientras disfruta de los verdes y frondosos pastos del cauce hasta que llega guiado por los pastores a las inmediaciones de la Fuente de La Teja, donde se pierde entre cañares y algarrobos. Ver pastar allí la manada al completo es un atractivo para los segorbinos. Una estampa campera incomparable y que recuerda viejas costumbres ya perdidas y olvidadas del pastoreo.

Alrededor de las 13:30 de la tarde se recoge a toda la manada y comienza la subida por el camino del Rialé con los 25 animales con dirección al corral de la calle Argén. El propio Germán Vidal explica cómo transcurre esta subida que, aunque lo lógico es que sea en silencio, a paso lento y con la manada agrupada, la cantidad de público asistente que se coloca a los lados para presenciarla, hace que se produzcan imprevistos. «Hace falta gente preparada para esta tarea. Nosotros somos unos quince, hombres con facultades físicas para poder subir con el ganado. Durante la subida hay tres o cuatro mansos, uno al principio del trayecto y el resto repartidos en la cuesta, para sujetar a la manada. Los cabestros se llevan del ramal, por lo que tiene que estar bien domados. Los primeros días las vacas se adelantan a los cabestros, lo que produce que sea un motivo de diversión y una carrera improvisada para algunos corredores, que disfrutan de un encierro corto. El resto de los días ya se aguantan algo más los animales, que van todos hermanados. Ahora hay vallas y es algo más fácil el manejo, pero antiguamente se perdían muchas vacas. Estabas allí una semana con las fiestas y después otra más buscando a los animales perdidos entre los cañares y huertos».

Una vez conducida la manada hasta los corrales del Argén permanece allí hasta que será conducida de nuevo al río, donde descansará hasta el día siguiente para repetir la misma tarea. Esta «antesala de la Entrada de Toros y Caballos», como muy bien describe J. Toledo en el libro, supone uno de los últimos reductos del pastoreo autóctono, una tradición que forma parte de la cultura taurina y de la identidad de Segorbe.

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