Soy de bar, muy de bar. Soy tabernario y pertenezco a un clan, el clan del hombre tabernario o, mejor dicho, el clan de las gentes tabernarias. Hoy en 'El sitio de mi recreo' me vais a permitir que me salga un poquito de mis ... reflexiones semanales sobre la sala o la hostelería en general y me centre en la dimensión social de la hostelería. Mi humilde, aunque ambicioso objetivo, no es otro que humanizar nuestra profesión, darle un carácter cercano y entendible e intentar rebatir los estereotipos de una profesión y un sector en el que prima el negocio frente a las personas. Y creo sinceramente que no es así. La hostelería es un negocio de personas para las personas, simple.
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En España se calcula que hay 280.000 bares o establecimientos de hostelería, uno por cada 175 habitantes. No está mal. Cualquier sector con estos datos sería estudiado como ejemplo y caso de éxito, aunque la valoración que damos en España de la hostelería dista mucho de ser tan positiva como reflejan los datos. La hostelería vive momentos de incertidumbre y pesar de ello sigue siendo un sector en alza, creador de empleo y básico en PIB nacional. Trabajar por el reconocimiento y puesta en valor del sector es un trabajo de todos y todas. Poco a poco se irá consiguiendo, por ello mi reflexión de hoy va en homenaje a todas y todos aquellos que entendemos la hostelería como un elemento favorecedor de la integración social, de la difusión cultural, de ayuda al arraigo social, cohesionador y vertebrador de sociedades, barrios o personas. Somos un clan.
En el 'Clan de las Gentes Tabernarias' no hay requisitos de pertenencia. Todas y todos son bienvenidos. El requisito principal es compartir alegrías, saberes, sabores y ratos felices. Entre las pocas y consensuadas normas del Clan está por encima tal vez de las demás, el respeto mutuo. Respeto por las ideas y los valores ajenos. No hay distinción de género, raza o religión. El debate es sano, abierto y enriquecedor. En el Clan discutir es aprender. Discrepar es reconocer las entidades diversas que configuran el espíritu común. Las normas son flexibles y adaptables en el tiempo y en el contexto. Es sencillo, pertenecer al Clan de las Gentes Tabernarias es simplemente un ejercicio de justicia social. La hostelería es social y cultural, su presencia enrique a la sociedad en la que habita. Su espíritu integrador es una realidad de la que debemos ser conscientes. La integración de la mujer en el sector o de los colectivos más desfavorecidos es un ejemplo de ello. Tal vez no sea perfecto, pero sí real.
Las gentes de la hostelería tenemos muchas cosas que arreglar y mejorar. Somos, creo, conscientes de ello y vivimos un momento propicio para conseguirlo. Mejorar las condiciones de los profesionales de la hostelería, tener claro que la conciliación y la búsqueda del bienestar laboral es obligado y necesario, poner en valor lo que hacemos y cómo lo hacemos, divulgar nuestro oficio y trabajar por su mejora, son objetivos posibles y trabajar por ellos en una deuda que debemos pagar a la sociedad que nos permite seguir existiendo. Esto no va de quejarse, no va de pobrecitos los hosteleros, tampoco va de pedir si no de dar. Debemos seguir dando lo mejor de nosotros mismos, seguir haciendo nuestro trabajo desde nuestro compromiso con la sociedad a la que servimos, cuidar nuestro oficio y a nuestras gentes, dinamizar el sector desde la humildad que da el trabajo, y sentir que somos vertebradores de alegría. Sencillo, aunque no fácil.
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Hay una realidad, la sociedad cada día es mucho más sensible con nuestro sector. Nos aprecian y se preocupan por nuestro bienestar. Devolvámosles esa sensibilidad en ser mejores. Se lo merecen, nos lo merecemos. Somos el 'Clan de las Gentes Tabernarias', somos buena gente.
Reflexionemos.
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