La bodega que abrió días antes de la pandemia y ha conquistado a los milenials

Por suerte, al propietario del local le encantó la reforma que habían hecho con sus propias manos y no les cobró el alquiler los meses de cierre por la pandemia. Amor Amargo ha conseguido así una esencia propia, con suelos que imitan los azulejos hidráulicos, paredes forradas de zócalos de madera, toneles originales y murales que completan una decoración que ha atraído a un público de lo más variado. “Pensábamos que nuestro ‘target’ iban a ser personas de más de 35 años a los que le gusta la comida tradicional, pero nos hemos encontrado que tenemos mucha gente joven”.

Y grupos, sobre todo porque en Ruzafa todos los locales suelen ser pequeños, y Amor Amargo tiene dos salones y una terraza. “Desde noviembre lo hemos tenido prácticamente todos los días completo y para Fallas apenas quedan reservas”, explica Javi, que reconoce que es el primer sorprendido al ver el éxito del local. “Pensábamos que nos iba a ir bien, pero no esperábamos que fuera a este nivel”. Hay días donde la cola llega hasta la calle y han tenido que limitar el horario para tomar reservas por teléfono porque “es tal la cantidad de llamadas que tendríamos que tener una persona únicamente para contestar”, asegura. “La mayoría de las críticas en internet nos llegan por ese motivo”.

Pero los logros no llegan sólo por tener un local bonito, ni siquiera que esté en un buen lugar, como es este caso, en una calle peatonal junto al mercado de Ruzafa. Eso lo sabe bien Javi, que tuvo la buena fortuna de encontrarse con Vicent, un cocinero forjado desde los diecisiete años en restaurantes con menú degustación y que a él nunca le interesaron. “Yo quiero hacer lo que me dé la gana”, cuenta, poco dado a hablar y más cómodo frente a los fogones.

En Amor Amargo hay arroces, pero también hay tapas de siempre a las que Vicent les ha dado una vuelta. “Aquí no nos aburrimos”. Así, las gambas llevan una pasta de curry rojo mientras que el timbal de alcachofas va acompañado de queso brie con trufa y boniato a láminas. Pero si hay algún plato por el que suspiren los clientes habría que dividir el corazón en dos para poder dar cabida a las croquetas -de jamón o de cocido, tiernas, jugosas, crujientes, sabrosas- y a los figatells de sepia. Ahí se deja notar el origen de Vicent, criado en la Marina Alta.

Aún hay más. Antes de abandonar el local, Javi muestra el sótano, un lugar descubierto casi por casualidad y donde las ideas que bullen en su cabeza de diseñador le llenan de ilusión por un futuro muy próximo… Amor Amargo dará mucho que hablar.