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R. González
Dénia
Viernes, 23 de junio 2023, 01:51
A pocos pasos de la muralla del castillo de Dénia se encuentra el Dulcinea, uno de los bares de almuerzos por excelencia de la ciudad, ... de los de toda la vida, que abrió sus puertas hace 45 años. Es uno de los lugares preferidos por los trabajadores para aprovechar el descanso y comer algo para reponer fuerzas antes de retomar la jornada laboral, tanto por su excelente y variada comida como por su precios asequibles, su ambiente agradable y trato excepcional. Y, además, porque los dueños permiten a los trabajadores llevar su táper de casa y consumir allí las bebidas y el café.
Esto se hizo más habitual en la época de la crisis. Acudían con su comida de casa y en el Dulcinea Requetesort tomaban el resto. Les cobraban la bebida y las aceitunas. Esto permitía al local mantener la clientela y hacer algo de negocio. Eso se mantiene hasta hoy y en alguna de las mesas se puede ver a uno de los trabajadores traer su bocata y hacer gasto con las variantes y el café.
De estética tradicional, dos impresionantes imágenes fotográficas recorren sus paredes. Una es una panorámica de la localidad que muestra hasta el Cap de Sant Antoni y el Montgó. La otra, el majestuoso castillo que se puede admirar desde la misma puerta del local. Además, durante las Fallas, la comisión de Baix la Mar levanta su monumento justo al lado.
Este establecimiento presenta algunas peculiaridades. Para empezar, el cliente cuando entra va directamente a la zona donde se encuentran las variantes, los cacahuetes y las bebidas y se sirve lo que le apetece. Se lo lleva a la mesa y de esta manera puede empezar a picar directamente antes de que llegue el camarero/dueño a tomar nota de su pedido.
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Entonces se acerca David Bordes o Juan Bautista Ferreres, más conocido como 'Juanbi'. Ellos son los propietarios del bar desde 2002. Se encargan de atender a la clientela, pero lo hacen con mucho sentido del humor y es imposible marcharse de allí sin esbozar alguna sonrisa.
La variedad de opciones es amplia, tanto de bocadillos como en cuestión de tapas. Entre lo más demandado se encuentra una especie de 'chivito' elaborado con lomo, beicon, queso, tomate, huevo frito y mayonesa. Otra de sus especialidades es el bocadillo de figatell con cebolla caramelizada y mayonesa, tan jugoso y sabroso que se ha convertido en el favorito de muchas de las personas que se acercan allí a almorzar de lunes a sábado.
A veces les hacen peticiones curiosas. En uno de los casos parecía casi un plato combinado entre dos rebanadas de pan, porque les pidieron que metieran dentro también las patatas bravas. David comenta entre sonrisas que una vez prepararon un bocata para una broma. Era de caracoles, con sus caparazones incluidos.
Otros prefieren unas tapas y se ponen un poquito de cada. Ahí la oferta también es abundante y van cambiando cada tres días. No faltan la ternera guisada, la pelota de puchero, el lomo adobado, las manitas de cerdo, la 'gambeta amb bleda', las croquetas de bacalao, el hígado de pollo, la ensaladilla o la tortilla.
La mayoría de los clientes que atienden durante el almuerzo son trabajadores de la zona que van y comen rápido porque sólo disponen de media hora. Aunque también cuentan con parroquianos del barrio. Muchos casi forman parte de la familia porque «ya tenemos memorizados el tipo de café que les gusta y lo que toman para ir más rápidos».
El mayor ajetreo se da entre las nueve y las diez y media de la mañana. Según explica 'Juanbi', suelen servir alrededor de 200 almuerzos diarios y con unos precios que pueden rondar los siete euros.
En el Dulcinea también se puede comer muy bien. Su menú está compuesto por siete primeros platos y quince segundos entre los que poder elegir, a lo que hay que sumar el plato del día. Por ejemplo, los jueves son de cuchara y los martes toca pasta. David presume de que se puede ir a comer a diario durante un mes y no repetir.
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