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La primera vez que Óscar Machancoses se puso un delantal para servir mesas tenía trece años y, desde entonces, algunas épocas con más ganas que otras, nunca lo ha colgado para decir basta y dedicarse a otra cosa. Y eso que estudió Económicas y se quedó a mitad en Derecho.
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Todavía recuerda que en la década de los veinte se lo ponía a desgana después de una noche de fiesta en blanco, pero ni Óscar ni Pedro, su hermano pequeño, han conocido otro oficio que el que mamaron incluso antes de nacer; su bisabuela ya andaba entre fuegos y arroces en aquel tradicional restaurante de paellas Casa Balaguer. Por el local de Torrefiel, ubicado en la antigua carretera de Barcelona desde 1886, pasaron su abuela María y también su padre, Jose, que aparece ya jubilado a la hora del vermú. Periódico LAS PROVINCIAS en mano y acompañado de su mujer, se toma algo en una mesa contigua a la barra del bar Bocado que regentan sus hijos, parco en palabras pero orgulloso de que hayan emprendido el vuelo solos. Sucede a menudo, que después de una vida entera metido entre barras y mesas, cuando los padres se jubilan siguen cerca, porque no han conocido otra manera de vivir. Óscar explica sin embargo que a ellos siempre les dejó hacer. «Confió en nosotros».
Hace ya once años que Ángel y Óscar se propusieron emprender un camino distinto al que marcaba la avenida de la Constitución, que con el tiempo se deshumanizó, se vació de tiendas y comercios y se convirtió en una carretera de mucho paso y poca parada. Así que se dirigieron hacia una de las zonas más nobles de la ciudad, el paseo de la Alameda, para aprovechar la Valencia de las terrazas junto a los monumentales ficus, en el bajo de un edificio que mira hacia el cauce del Turia y con el sol como gran aliado. Nació bar Bocado, con los años el restaurante Jauja, ubicado en el local contiguo, y dos cáterings, en un negocio que ha ido creciendo y que en la temporada alta de verano llega a tener más de cuarenta empleados en plantilla.
No es una zona fácil, el paseo de la Alameda, y Óscar lo reconoce; hay mucha rotación de locales, y lo atribuye a que, en realidad, no es una calle de paso; hay pocos negocios y oficinas y los vecinos son mayores. Pero la terraza en un soleado y frío día de enero está toda reservada; no hay mesas libres en el Bocado. Estos días hay menos oferta porque varios empleados están de baja por Covid, una realidad que Óscar acepta sin demasiado drama porque sabe que él es de los privilegiados, que cuando los interiores estaban vetados tenía la terraza a reventar. «Todavía hoy en día la mayoría de clientes prefieren estar afuera».
En este reportaje no vemos la cara de Óscar ni de Pedro. No son de fotos, dicen, y prefieren estar en un segundo plano, aunque reconoce que los dos negocios son muy personales, que los clientes quieren saludarles, y ellos están presentes. Pedro en la cocina de Jauja, Óscar donde haga falta, más en estos días con falta de personal. Así que cuando acaba la charla se quita el chaleco y sobre la camisa se pone el delantal, que no se quitará hasta la noche. Por eso recuerda con cariño los días de confinamiento, que personalmente fueron muy positivos: «pude estar con mi mujer y mi hijo sin mirar el reloj». Él, que está acostumbrado a salir de casa cuando se hace de noche y a regresar de madrugada.
También habían mamado los hermanos lo de trabajar en familia, y Óscar explica que cada uno sabe qué tiene que hacer y pocas veces hay discusiones. «Antes de pelearme con mi hermano, cierro el negocio», asegura tajante Óscar. ¿El secreto de su éxito? «Buen servicio, buen producto, buena bodega». La carta apenas se ha movido en estos años pero hay muchas sugerencias del día que dependen del producto, para no aburrir a los clientes, muchos de ellos fieles desde hace años, algunos hijos e incluso nietos de quienes frecuentaban Casa Balaguer.
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En el bar Bocado hace un tiempo que renunciaron a los almuerzos, que ofertaron en el tiempo en que la hostelería tenía que cerrar pronto. «Hemos preferido priorizar las cenas, ahora que se pueden servir, y para no sobrecargar la cocina a la hora del vermú los platos son fríos». Buen jamón, variedad de quesos y latas de calidad, acompañado de un número importante de referencias de vermús y vinos, ha sido una fórmula de éxito. En carta, buen producto en entrantes y pescados y carne, mientras que en Jauja la oferta se amplía con cocas, una de las especialidades de la casa, y arroces, la conexión con sus ancestros que no podía faltar.
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