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Almudena Ortuño
Jueves, 3 de noviembre 2022, 19:53
Lo que tiene la edad es que a todos nos alcanza, incluso a los bares. Algunos soplan 75 velas con el ímpetu de un chaval ... de 20, y esto viene a sucederle a Ricardo. Un bar donde mi padre fue atendido por el padre, y así me lo contaba cuando íbamos juntos. Ahora está bajo la regencia de Richard y Susana, tercera generación de hosteleros. El relevo lo tomarán sus hijos, y allí volveremos a vernos. Porque ojalá València nunca pierda esos espacios totémicos, donde acudimos buscando lo de siempre. Que el camarero sonría, que la sepia mayonesa esté buena y que los recuerdos se repitan, por lo menos un poco. Con los años nos agarramos a lo seguro, y la barra de Ricardo es buen lugar para asirse.
Tres de las cuatro generaciones se reúnen para este artículo de LAS PROVINCIAS, desde los abuelos al nieto, aunque en esta historia hay tres nombres de mujer: Amparo, Nieves y Susana. La primera es quien, en 1947, fundó la bodega junto a su marido. «Mis suegros entendían mucho de vinos, vendían vermú a granel y hasta barras de hielo. Al casarme con su hijo, me vine de Santander, y empezamos a hacer un poquito de tapa», recuerda Nieves. Por cadencia natural, el establecimiento de Doctor Zamenhof fue tornándose un bar con popularidad entre trabajadores y ejecutivos, vecinos del barrio y personalidades valencianas. Todos llamados a misa, para rezar a una nueva sagrada trinidad: las bravas, la ensaladilla rusa y la sepia con mayonesa, que ya constituyen tres iconos de València.
«Las noches de los 80 y los 90 fueron las mejores, esto estaba lleno y era puramente un bar. Hasta casi el 2000 no reformamos la parte de arriba, que era el almacén», recuerda el primer Ricardo por orden genealógico, marido de Nieves. Como siempre han vivido en el barrio, su hijo se acercaba a echarles una mano y ganarse «unas pelas». Así que Richard, el actual gerente, recuerda cuándo sus padres empezaron a cocer el pulpo y a servirlo en una tabla, «algo que por entonces llamaba mucho la atención». Con el pescado y el marisco -las tellinas, las zamburiñas, las almejas de carril, la gamba rayada- se terminó de completar la propuesta de Bar Ricardo. «Una barra democrática en la que cabe cualquier comensal amante del producto fresco y de las tapas más tradicionales», reivindican.
Faltaba Susana, responsable de las cazuelas, alma de la casa. A pesar de haber estudiado Óptica, aceptó la propuesta de su marido, quien le sugirió tomar el relevo de sus padres, y nunca se ha arrepentido de ello. «Me lo dijo en el avión hacia la luna miel, ya no tenía escapatoria», bromea. A cocinar fue aprendiendo con los años, heredando la receta de las torrijas y la tarta de queso, pero acuñado otras como los caracoles, el allipebre o las habas. También llevan su firma los platos más actuales de temporada: las alcachofas con foie, los erizos gratinados o el carpaccio de boletus. «Esto no hubiera sido posible si no lo hubiéramos llevado a cabo juntos», admite Richard, quien cree que los 75 años de bar se deben «a que lo han regentado tres matrimonios involucrados hasta la médula».
De no ser así, no se habrían sobrepuesto a las peores épocas: en orden cronológico, el anuncio de la ley antitabaco, la crisis económica de 2008 y la pandemia de la COVID-19. Desde esta última, han empezado a aceptar reservas y han renunciado a abrir otro bar para cenas de grupo. «Algunas veces hemos pensado en un segundo negocio, pero creemos que se perdería la esencia. Somos una familia a la que le cuesta delegar», coinciden. Entre sus grandes virtudes se cuentan los camareros, centinelas de las reglas de oro del oficio, empezando por el chaleco y acabando por la cortesía con el comensal. El cierre de los domingos permanece inamovible por una cuestión de conciliación.
Por último, la cuarta generación también participa en esta tertulia. Ha concurrido Ricardo, de 18 años, que está estudiando ADE y se prepara para la gestión del negocio. Tiene otro hermano de 15, que desde pequeño ha limpiado meros más grandes que él y siente debilidad por echar un mano en la cocina. Así que el relevo parece asegurado, por más que al tercer pequeño de la casa le tire el balón. Richard no está seguro de si quiere la hostelería para sus hijos, «aunque ya no es tan dura como antes y se puede llevar de otro modo». Como dice Susana, quien de verdad está asustada es su consuegra: «Sabe que el bar ha sido una historia de matrimonios y no quiere que su hija deje los estudios». Ríen.
Le pido al abuelo que me describa al nieto. A Susana que me hable de su marido. Para terminar, dejaremos que ellos relaten quién es quién y cómo hacen lo que hacen. Porque si algo importa en Ricardo, es la familia y el legado de tres cuartos de siglo. Bar Ricardo es ese bar donde yo nunca me he sentido periodista, sino hija de mi padre, que era quien me llevaba de pequeña. ¿Cuántos bares pueden seguir llamándose bares a los 75?
QUÉ DICE…
Richard sobre su padre Ricardo
«Ha sido un ejemplo, un trabajador nato. Siempre intentando hacer todo lo mejor posible, siempre buscando la calidad del producto. He tenido la suerte de aprender a su lado desde muy joven, porque a los 14 años ya venía a ayudarles los fines de semana. Aunque cuando era más jovencito, me escapaba a la falla con mis amigos y mi padre mandaba un camarero a 'rescatarme'. A veces discutíamos, porque era muy exigente y quería sacar lo mejor de mí. Me ha inculcado la importancia de cuidar a proveedores y a trabajadores.»
Susana sobre su marido Richard
«»Ha sido un largo camino, y además intenso. Ser matrimonio y trabajar juntos tiene lo bueno y lo malo, porque pasas por mucho. La reforma del bar se nos juntó con la crianza de los niños. Pero mi marido siempre ha sido un gran compañero, que me ha apoyado y complementado mi carácter, algo más tímido. Del día a día destacaría las cosas que hemos aprendido juntos: la introducción de géneros que su padre no llegó a implementar o las excursiones para conocer bares, siempre intentando aprender y trayendo ideas.«
Ricardo sobre su madre Susana
«La labor de mi madre es muy importante. Sacrificó su carrera y sus estudios para dedicarse a la cocina, que al final es lo que le gusta. De ella aprendí que todo se logra con trabajo, calidad, cariño y esfuerzo. A nosotros nos ha dado mucho ejemplo, al igual que mi abuela. El tiempo en la cocina con mi madre está entre mis mejores recuerdos: cuando entro, la veo agobiada, le doy un abrazo y le digo: »Para esto estamos».«
Ricardo Mirasol sobre su nieto Ricardo
«Mi nieto es un tío impresionante, tiene muy buen carácter para la barra. Estar cara al público y tener don de gentes no es tan sencillo, pero a él le veo en el negocio. El consejo que le daría es que trabaje, que abre y cierre la persiana. Porque en el bar, no debe haber malos gestos para los clientes: hay que lavarse la cara y ponerse a sonreír.»
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