Citrus del Tancat: el primer restaurante al cruzar la frontera está a cargo de un valenciano

Hagamos las presentaciones. Aitor es natural de Xàtiva, pero escapó raudo de su tierra. Admite que tuvo una juventud rebelde y agradece a la cocina que le inculcara el valor de la disciplina. Gracias a ella, ahora siente una gran pasión por su trabajo. Formado en la Escuela de Castellón, recorrió distintos restaurantes hasta completar un stage en Ricard Camarena y convertirse en responsable de cocina a los 25 años. Cuando se disponía a liderar Habitual, recibió otra proposición de interés. La familia Llasera quería que se encargra de la dirección gastronómica del Tancat del Codorniú, donde ya había trabajado en sus inicios, con el objetivo de sumar una propuesta de alta cocina. Y claro, ganó el sueño de enarbolar una estrella a título personal.

De vuelta al presente, Citrus del Tancat es ya una casa con personalidad. Si bien la llegada de Aitor coincidió con la pandemia, esto permitió cabilar y rodar el proyecto en torno a la cocina de frontera. Y qué frontera. El hotel está situado en la comarca de Montsià y pertenece al oasis de Alcanar, con más de 2.500 naranjos que dan olor y color al entorno. También se encuentra a pocos metros del Mediterráneo y el Parque Natural del Delta del Ebro, del que se obtiene un producto de mar muy singular. El relato de López es similar al de Camarena en cuanto a la relación con el entorno. Poco a poco se ha ido acercando a los productores de la zona, y por los platos ya se pasean el arroz del Delta, los cítricos, el mejillón, la ostra o el tomate local.

No obstante, la cocina de Aitor se pone más interesante cuando arriesga en nuevas direcciones, pasando todo lo que adorna el exterior por el conocimiento que hay en su interior. Es un chef con mucho potencial creativo y obsesión por perfeccionar el plato. Le ha dado mil vueltas al menú 'Sol de Riu' (el más largo de Citrus, valorado en 79 euros), cuyo nombre hace referencia a la desembocadura que separa Cataluña de la Comunitat. Ya en el pase de snacks hay espacio para la coca y la anchoa, pero también para la gamba y el cítrico. Pudimos probar la propuesta con la que compitió en el concurso de Chef Balfegó 2023, donde quedó segundo, basada en un homenaje a la escudella (para los valencianos, putxero) que sustituía la carne por atún. También la cebolla asada, el tartar de langostino, la llisa, la ostra frita o un excelso suquet con pescadillas de La Ràpita son envites de nivel. No renuncia al arroz con sepionet.

Podríamos seguir con los principales, donde hay pescado y carne, conforme dicta el protocolo. O con los postres, que emplea para jugar con los orígenes del producto, ya que no es especialmente goloso. De hecho, un buen ejemplo es el Melocotón de Calanda en conserva, con flan de azafrán del Perellò y haba tonka. Pero un restaurante es más, mucho más, y otros agentes merecen su propia mención.

El hotel El Tancat de Codorniú dispone de algunas habitaciones destinadas al retiro, situadas en el mismo edificio que el restaurante gastronómico. También hay otra parte más festiva, con suites tropicales, frente al salón de eventos y bodas, donde encontramos otro concepto restaurador: Arròs y Brases. Aunque Aitor ha procurado que toda la oferta de comida y bebida esté a la altura -el desayuno en la pérgola con vistas a los naranjos es una maravilla-, ahora debe centrar el tiro en el proyecto que motivó su traslado. Porque más allá de las suites o los jardines, con un kilómetro de extensión entre frutales y palmeras, donde ya se proyecta ampliar el complejo, el verdadero valor añadido de este entramado se encuentra en el restaurante.

Y como decíamos, un restaurante es mucho más que su cocina. En Citrus el Tancat confluye la profesionalidad en la sala de Susanna Krcivoj, italiana de nacimiento, que ha trabajado en restaurantes catalanes como Abac y Hiso, antes de enamorarse del entorno de Les Cases d'Alcanar. Es amable, profesional y diligente. Hasta hace muy poco, el restaurante también contaba con Àlex Nolla, quien durante más de una década fue sumiller de El Celler Can Roca, y cuya inquietud se sigue apreciando en la bodega. Los pequeños productores son un fetiche, también en el apartado líquido. Digamos que esta casa reúne un buen número de puntales, lo que sugiere que busca las condecoraciones de las guías, y están en el momento de perseguirlas.

No en vano, tiene la ubicación perfecta para hacer un alto en la ruta.