![Premios Goya 2022 | La cocina y los Goya: platos combinados](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202202/10/media/cortadas/135_1_4_A142C004_210524HQ_2_reducido-RkLx3097EcdAlHIO8xdnuYJ-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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JOSÉ MANUEL LEÓN MELIÁ
Jueves, 10 de febrero 2022, 19:47
La campaña de promoción de la entrega de los Goya orquestada por RTVE y conducida por el siempre pertinente actor español José Sacristán, que pulula por Valencia con su porte y absorbente voz, propone un gesto sencillo para que la gente de a pie asimile con ilusionantes expectativas la fiesta del cine español y el esfuerzo creativo de los cinco largometrajes candidatos al Goya a mejor película. El carismático intérprete ejerce de trovador y se anima a glosar, en términos emocionales, destacando detalles de corte temático o valorando la personalidad artística de su director. Sacristán llama al timbre y su fe en todo lo que hace se apodera de la escena. El actor entra en los domicilios y su verbo contagia. Pronto la acción transcurre alrededor de una comida o un aperitivo.
En casi todos los sketchs Sacristán desgrana las ideas de los títulos candidatos mientras observa a los personajes secundarios afanarse con los arroces. Varios figurantes preparan una paella, otros apuran un piscolabis y algunos pasean mientras escuchan al actor que habla de cine y no le quita el ojo a la cocción de un arroz que, en su opinión, ya está listo. El mismo anuncio que visibiliza nuestro cine y los premios de la Academia incrusta su mensaje en torno a la comida.
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Y es que la querencia del cine por la gastronomía es una recurrencia que con asiduidad vemos reflejada en las tramas de ficción de las películas. En los cinco títulos que optan al Goya a la mejor producción del año se distinguen sabores y aromas que ejercen de comparsa para fijar momentos donde los personajes se interrelacionan de manera apacible o conflictiva degustando un menú sencillo o esmerado. Un ritual que deja estampas variopintas acorde con los matices de la trama.
El más comilón es Javier Bardem en 'El buen patrón', de Fernando León de Aranoa. Su papel de empresario boyante y orgulloso le proporciona estatus y su bolsillo puede costear cualquier comanda y compromiso. Para solventar la crisis matrimonial de un amigo/empleado de su fábrica no hay nada mejor que pasar primero por un restaurante con toque de sidrería para atemperar el atolladero emocional que aflige a su peón de confianza. En la mesa se plantea una crisis cuya primera medida es recurrir a una sesión relajante en un prostíbulo. Sin embargo, cuando Blanco (Bardem), preparar la sibilina seducción a la nueva y joven empleada para reafirmar sus dotes de macho ibérico se impone el glamur y la pomposidad de gourmet fino como antesala para picotear en la cama. La sofisticación de alto copete se registra cuando Blanco, un caradura, tiene que visitar la mansión de un viejo amigo y padre de la chica que ha contratado. El anfitrión, como regalo por el tráfico de influencias a favor de su niña, le recompensa con un suculenta cena apañada de un menú muy selectivo.
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'Libertad', de Clara Roquet, de ambiente soleado y dieta mediterránea, de tentempié saludable, debería oler a pescado y a las bondades del mar. La directora catalana dedica varias escenas a la comida. De hecho, la madre de Libertad, empleada del hogar, pasa muchas horas en la cocina. Su trabajo exige horas en los fogones preparando la manutención de su ama y familiares. Las criaturas de esta cinta, mayores y jóvenes, pasan el rato alimentándose y de juerga culinaria, en un festín de cumpleaños con abundancia de canapés y otros refrigerios. Todo muy efímero.
Pedro Almodóvar, con su estética apabullante, muy vinculada a las modas y tendencias, escribe dramas íntimos y otros registros para que sus personajes desahogen sus tormentos a veces en cocinas bellísimas o localizaciones menos estilizadas. 'Madres paralelas 'no escatima una escenografía impoluta e imprime su sello autoral en las escenas de comida que desprenden la sensación de plástico de primerísima calidad. La modestia no es lo suyo y las viandas y su menage apabullan con el agravante de no abrir el apetito. El manchego se lo debía mirar. Eso sí, el diseño de cocina del hogar de Penélope Cruz, impecable.
Marcel Barrena, autor de Mediterráneo, aplica un menú de supervivencia, de bocadillo y táper. Algo también de plato combinado: es una historia en la que se bebe más que se come. Hay mucha desgracia y amargura. Los platos locales de manjares mediterráneos y griegos se hacen notar, para aliviar tensión. Pero en líneas generales la gente que sale está en otros trances más humanos. Las escenas de avituallamiento traducen economía de puchero casero.
Dejo para el final 'Maixabel' de Icíar Bollaín cuya acción se desarrolla durante bastantes minutos en el interior de una prisión. En su interior el lujo escasea y las enormes perolas vuelcan el menú del día de raciones calculadas y cocinado a toda mecha. Su historia, basada en hechos reales, no es de comer mucho. Pero el interior del presidio, donde se cuece su poso conciliador, transpira aroma de sopas y fritanga, garbanzos y pochas. Nada sublime, pero se intuye caliente y suficiente para sobrevivir. Aunque el verdadero alimento es moral. Y el estómago no se revuelve.
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