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No es la valenciana una sociedad que peque de chovinista ...más bien lo contrario. Históricamente somos una tierra que acoge a sus «huéspedes» con profusión. Por aquí han pasado muchos pueblos: íberos, griegos, fenicios, romanos, cartaginenses, visigodos y musulmanes. Todos hicieron de ésta su casa, y nos dejaron sus costumbres. Nosotros las adoptamos, las adaptamos y las hicimos nuestras.
Sospecho que éste es uno de los motivos, que como sociedad, nos impide atribuir el verdadero valor de lo propio frente a lo ajeno. El tan cacareado «meninfotisme» escenifica lo que nos cuesta ponernos todos a una a defender nuestros intereses y curiosamente solamente lo hacemos en cuestiones puntuales: la paella, la Geperudeta (fieles y agnósticos), nuestros equipos (con el VCF antes un poquito más) y pocas cosas más.
Llevo años observando un tímido, pero inexorable cambio de tendencia en lo relativo al aprecio y la estima de lo propio. Cambio que ha sufrido un giro drástico en el último año, donde lo peyorativo, lesivo y doloroso en muchísimos aspectos, queda fuera de toda duda. No voy a incidir en ello, pero sí en otra cuestión derivada de la pandemia que nos ha brindado la oportunidad de redescubrirnos.
Nunca antes habíamos vivido nuestro territorio como este año (por obligación, pero eso no importa). Nunca habíamos pisado tan felizmente nuestros montes , ni visitado nuestros pueblos, callejeado nuestras ciudades, conocido nuestro patrimonio cultural , ni comido tanto en nuestros restaurantes.
Por vez primera hemos estado en nuestra casa con ojos de huéspedes . Con ojos de turista. Con ojos de niño que ve las cosas por primera vez. Sinceramente lo que hemos visto y vivido a veces parecía propio de otros lugares.
Casi siempre, el conocimiento profundo implica un punto de no retorno en la percepción de las cosas. A veces para distanciarnos y constatar nuestro rechazo y, otras veces, para acercarnos y acrecentar nuestra estima. Hemos dado un paso de gigante y sería maravilloso no retroceder. Como dijo Joan Manuel Serrat (y me suele recordar a menudo mi buen amigo José Luis Soler): «Cualquier infortunio esconde alguna ventaja». ¡Aprovechémosla!
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