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El Descubridor
Jueves, 23 de noviembre 2023, 16:38
Dice Víctor que siendo como es Tasca Ángel un emblemático local del corazón de Valencia, dueño de una feliz y larga trayectoria, todavía hay vecinos ... del barrio («Gente que vive a dos calles de aquí», sonríe) que se enteran de su existencia porque vienen acompañando a un forastero de visita que, sorpresa, sí que conoce su bar de otros viajes o aparece en su barra atraído por la fama que le distingue vía google. Lo cuenta desde el castizo local que defiende con su familia en la no menos castiza calle de la Purísima, mientras se prepara para otra jornada de intenso ajetreo que para ellos comienza pronto. Muy pronto. Aunque abre a las 11 de la mañana, el compromiso de mantener su barra reluciente de golosinas que adquiere en el vecino Mercado Central obliga a la familia Arenas Vergara a madrugar, acercarse hasta las paradas de confianza, adquirir los productos más emblemáticos de su carta y poner a funcionar los fogones para mantener vivo el romance que selló con su clientela hace casi 80 años.
Fue en junio de 1946 cuando Ángel Urriaga se estableció en este rincón del corazón de Valencia. Junto a su mujer y más tarde acompañado por su hija, gestionó el local durante 35 años, hasta que en 1982 entra en acción la familia Arenas Vergara. Los padres, José y María José, fueron los encargados de llevar el testigo a la siguiente generación, sus hijos Jesús y Víctor, que tutelan esta benemérita barra desde 1982. Con extraordinario éxito, por cierto. Lo atestigua la dificultad que existe en tantas horas del día para hacerse un hueco en su estrecho local y probar sus especialidades. Con la particularidad de que alguno de sus potenciales parroquianos es de ida y vuelta: entra a por un café y en cuanto comprueba que la Tasca Ángel hace honor a su nombre y carece por lo tanto de cafetera, se marca por donde había venido. Es también frecuente el caso contrario. Que el cliente llegue pensando en saborear un cortadito, observe las gollerías que se exhiben en la cartelería, vea cómo el vecino ataca por ejemplo la rica ración de sardinas emblema de la casa y pruebe suerte. La fortuna guía desde luego sus pasos: es muy seguro que volverá a la Tasca Ángel. Quien lo prueba, repite.
¿A qué se debe esta capacidad magnética que distingue al local para haber formado una parroquia tan fiel? Víctor sostiene que el secreto es que no hay secretos. «Seguimos haciendo las cosas igual que antes», explica. Esa frase significa que continúan apostando «por el buen género que traemos a diario del Mercado Central» y que también garantizan a la clientela un trato diferencial: «Tenemos clientes que son como nosotros, terceras o incluso cuartas generaciones que venían con sus abuelos o sus padres a la Tasca». Un factor emocional que se acompaña de una oferta culinaria imbatible, rara de ver en el centro de la ciudad. «El local empezó con cosas muy básicas como sepia, riñones o champiñones», recuerda Víctor. «Más tarde», prosigue, «cuando entraron mis padres incorporaron las famosas sardinas de la Tasca Ángel». Corría el año 1985. Desde entonces, la familia empezó a incorporar nuevo género, siempre adquirido en el Mercado Central, para ir ampliando la carta y asegurar que su fama, las expectativas que genera, se satisface cuando la clientela se apiña ante su barra.
Hay otra clave para justificar su éxito, no obstante. Que tampoco es ningún secreto, ninguna poción mágica: la palabra trabajo. Observa Víctor que su jornada laboral se inaugura a las siete y media de la mañana, unas labores previas de preparación para afinar su barra que, a su juicio, «hoy no la hace nadie si no eres un restaurante». No es su caso. «Es un trabajo que no se ve, pero está ahí», afirma mientras, en efecto, apura los últimos minutos que quedan hasta la hora de apertura. Tras los ventanales desfila la fauna humana típica de la zona, formada en su mayoría por turistas, que curiosean a menudo dentro de la Tasca y acaban rendidos a sus exquisiteces. «Nosotros seguimos haciendo las cosas como nos enseñaron nuestros padres y seguimos teniendo nuestros clientes de toda la vida y también turistas, que aprecian lo que hacemos», concluye Víctor.
Llega la hora de abrir. En su cartelería se alinea una larga lista de sugerencias (mojama, esgarraet, caracoles, gambas al ajillo) que justifican su capacidad de atracción para clientes de toda índole, incluyendo famosos del espectáculo, la política o el deporte y también su supervivencia: es una oferta que ha desaparecido del entorno, antaño pródigo en este tipo de locales que han sucumbido al imperio de la uniformización que otros llaman globalización, hasta el punto de que a pesar de su longeva vida todavía está pendiente de ser descubierta por cierta clientela local. Esa clase de feligrés que tal vez añore acodarse en la barra de una tasca, tipología hostelera de extraordinario encanto. Y no cualquier tasca. La Tasca Ángel luce con honor su aparición en la novela 'Noruega', la recomendable obra de Rafa Lahuerta, antiguo vecino del barrio. Y a juzgar por las palabras de Víctor, hay Tasca Ángel para muchos años: «Siempre tratamos de ser discretos y no molestar a nadie».
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