Ana Jover
Jueves, 28 de marzo 2024
Los olores se graban en la memoria y con ellos se construyen los relatos. A las puertas de la Semana Santa, las calles huelen a la cera de las velas y, antiguamente, a dulces como las garrapiñadas. En ese rincón de nuestros cerebros, trabajó Asun ... Penalva, la promotora de 'Menges de Deus'. «Había un carrito que se ponía en la Explanada en Semana Santa que vendía garrapiñados que se hacían en una perola. Mi padre siempre nos llevaba en estas fechas a tomar mejillones y yo iba corriendo al puesto», comenta. Su ilusión de la infancia se volvió años después en una experiencia que arrancó a mediados de los 80 con puestos en ferias donde vendían almendras garrapiñadas y otros dulces que se hacían en el torno de azúcar quemada.
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Con la 'paraeta', Asun Penalva conoció muchas fiestas. Santa Faz, por ejemplo, era una de las fijas. Más tarde, abrió una tienda en Cazorla (Jaen) y tuvo un quiosco en Granada. Durante esa andadura, la idea era probar y ver. Era su particular manera de emprender y, ante todo, supuso un aprendizaje vital que le dio una experiencia valiosa. Por el camino, surgieron oportunidades de oro y deliciosas. Esta empresaria, nacida en Almoradí, narra con emoción cuando «sobre el año 2002 estaba en Segovia y vino la reina Sofía a la feria. Como es vegetariana, probó el pan de dátiles, que era una de las novedades del momento y me felicitó. Para mí, fue especial», comenta a todoalicante.es.
En su trayectoria, se han cruzado otros famosos; pero llama la atención que Alejandro Sanz esté detrás del nombre comercial. 'Menges de Deus' es la expresión en valenciano que utilizó Vicente Ramírez, el que fuera profesor y figura clave en los inicios de la carrera del cantante. Asun Penalva cuenta el origen: «A través de una amiga, que era muy fan de Alejandro Sanz, llegamos a contactar con el padre de él y con todo el equipo, un día Vicente probó el pan de dátiles y dijo que era un manjar de dioses».
Su motivación había nacido de dos líneas: los garrapiñados (almendras, pipas y otros frutos secos) y los panes de higo y dátiles. La tradición de cocinillas de la familia de su familia de la Vega Baja parecía tocar tope y, con esa tenacidad con la que explica su historia, comenzó a darle una vuelta a todo. El paso de artesana a empresaria lo da con la formación. «Con cursos de la Cámara de Comercio y programas de emprendimiento del Ayuntamiento», generó marca, recursos corporativos y cambió sistemas. «Tenía que ampliar porque era verano. No se le llega a dar el valor que tiene a los productos artesanales», lamenta; mientras detalla la cantidad de pruebas que hizo para ampliar su oferta.
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Asun Penalva demuestra una curiosidad infinita hacia el mercado y hacia la idea de ver crecer su negocio. En el punto de mira, está el comercio online. Ella misma reconoce que con el obrador que tiene en el barrio de Los Ángeles puede cubrir su actual demanda. En la lista, cerca de un centenar de puntos. En el epicentro, El Corte Inglés. Cuando abrieron la zona gourmet en el de la avenida Maisonnave le dejaron un hueco. Cinco años después, están en los 85 supermercados y 'Opencor' que la compañía tiene en toda España. En esa relación, hay aliados estratégicos como los famosos chocolates Marcos Tonda. La tienda de La Vila es un punto de paso para lugareños y turistas, su perfil de clientes.
Contrariamente a lo que se pueda pensar, las tradiciones han dejado paso a unos dulces de alto valor nutritivo. En su visión innovadora, Penalva introdujo hace unos cinco años las variedades para celiacos, una iniciativa que llevó a cabo junto a la asociación Acecova. También ha explorado el lado vegano con sus semillas y otras variedades que ahora muestra en su Instagram, un 'book' a la gastronomía que derrite pasiones. En su actual apuesta, esta emprendedora de más de 50 años detalla las adaptaciones de 'reestyling', la importancia del 'packaging' y su obsesión por preservar el uso de productos locales «siempre que puedo». Lo dice por la almendra. «Utilizo la comuna y largueta», y cada vez usa menos azúcar.
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Su artesanía estuvo a punto de entrar en el mercado estadounidense e incluso se interesó por el chino; sin embargo, ese realismo que da la experiencia le hace volver a tierra. «Mi volumen de producción son 700 kilos de garrapiñadas al día» y «mis clientes mayoritariamente son turistas, aunque por Internet recibo buenos pedidos». Eso significará cambiar la web y seguir estudiando para especializarse en un entorno digital en el que cree que tendrá futuro. Pero mientras ese corto plazo llega, esta Semana Santa estará en la feria que monta la Cámara de Comercio en la explanada del puerto, lejos de nazarenos y capuchinos, pero cerca de esa carrito imaginario junto al Palas.
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