Elizabeth Bravo con una botella de la ginebra artesanal que elabora. Irene Marsilla

La ginebra que se elabora como un vino y hace magia en Alboraya

Elizabeth Bravo llegó desde Colombia a la Comunitat sin experiencia en la hostelería: hoy defiende con éxito un local de venta de licores consagrado a su producto estrella, una bebida donde se mezcla la tradición con el sabor valenciano de las naranjas recién exprimidas

Jorge Alacid

Valencia

Jueves, 6 de junio 2024, 18:10

Érase un camino que conduce hacia Alboraya, donde aguarda la protagonista de este descubrimiento. Se llama Elizabeth Bravo, es colombiana de nacimiento, defiende en ese rincón cercano a Valencia un negocio de bebidas centrado en las ginebras que nacen de su imaginación y de su ... alambique y relata su historia como, si en efecto, fuera un cuento. Un cuento con un comienzo abrupto: érase una joven que estudió periodismo en su país, que vino a España porque su madre vivía en Segorbe, se encuentra nada más aterrizar con un drama familiar porque «me mete en el baño del aeropuerto y me dice que tiene cáncer, que no quiso decírmelo por teléfono, pero que le habían dado seis meses para que arreglara sus asuntos». Así nace un periplo profesional que ella detalla con naturalidad: »Tomé las riendas de la familia, con mis dos hermanas y mi abuelita y así empezó todo: trabajé de periodista, cuidando abuelas, recogiendo fruta en el campo, de monitora infantil. Me monté una tienda latina cuando había tres latinos en España y luego me monté un bar«

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Ya hemos llegado por lo tanto al escenario donde se empieza a detonar su interés por el mundo de la hostelería, aunque el principio activo que convertirá a Elizabeth en maga de los licores llegó por causalidad. Recuerda que en el año 2008 «mi hermana, a la que le apasionaba tanto la coctelería que hizo un curso especifico, y luego empezó a concursar en cuanto podía en el mundo de la mixología, se fue a vivir a Alemania, y yo me quedé su teléfono y su número, así que me llamaron por equivocación ofreciéndome un trabajo de coctelería». Bingo: «En el bar que llevaba en Segorbe, ya monté la primera carta de coctelería del pueblo, y gracias a que me ofrecieron ese trabajo por error, confundiéndome con mi hermana...». Puntos suspensivos que acto seguido rellena. Prosigue nuestro cuento: «Dije que sí y lo demás es historia, porque me enamoró dedicarme a esto: me encantaba crear sabores nuevos, empecé a participar en concursos, a formarme, y luego me saqué el titulo de sumiller internacional y al terminar hice las prácticas en Las Añadas y luego empecé a trabajar en Vegamar, justo cuando las bodegas empezaban a sacar sus destilados».

En su narración no olvida llegados a este punto recordar cómo Pere Mercado, master distiller de Vegamar, le ayudó a iniciarse en ese nuevo ámbito («Me llevaba con él y me enseñaba sobre mezclas, alambiques, porcentajes, así que empecé a aprender cada vez más») y cómo se animó a participar en un concurso que organiza la destilería Jameson, cuyo premio consistía en asistir en la ciudad irlandesa de Cork a un máster reservado a unas pocas personas que como ella daban sus primeros pasos en ese ámbito. Fue una auténtica epifanía. «Allí supe que quería hacer una ginebra especial», explica. Una bebida «diferente a todas las demás, pero muy de valenciana». Y lo concreta con unas palabras que reflejan cómo el ingrediente fundamental de su ginebra es pasional. Amor, sentimientos. «Verás», explica, «cuando vienes de un país hermoso pero violento, poder hacer algo tan simple como caminar a las diez de la noche camino a casa sin peligro, es algo maravilloso, y yo, ya llevo en España más tiempo del que viví en mi país y aquí tuve a mis hijas, me enamoré, formé un hogar... Aquí he recorrido el grueso de mi vida. Amo este país y quería hacer algo muy valenciano, así que junto a mi chico y mi mejor amigo Miguel, nos pusimos manos a la obra».

Resultado. Luego de probar con nada menos que veintidós muestras en busca de «un unicornio» fue afinando su intención. Quería una ginebra muy especial: «Suave en boca, que no diera resaca, que no estuviera rectificada, que fuera muy aromática, que tuviera 40 grados de alcohol, pero fuera tan delicada como un licor». Lo dicho. Un unicornio, como reconoce la propia Elisabeth: «Parecía una locura, pero lo conseguimos, con la ayuda de Paco, nuestro súperasesor y jefazo de destilería, que conocí en mis tiempos de Vegamar, y también de nuestros amigos que estuvieron dispuestos a catar todas esas muestras a 60 grado, nada menos». «Menuda odisea», sonríe.

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Y así su relato llega hasta el momento cumbre. Reivindica a cada paso su experiencia gratificante en Vegamar, «porque Vicente Coll, el dueño, es como un padrazo y en cada reunión con él si sabes escuchar, suelta perlas que son verdadero oro. Un aprendizaje que fructificó cuando hizo lo que había escuchado de Coll: »Hay mil cosas en la vida que dan miedo, pero tú hazlo igual, y ya verás como el miedo se va: de eso se trata la vida, o te tiras a la piscina o te pasa la vida viendo nadar a otros«. Ella es de los que nadan: dejó su trabajo, se hizo con local en Alboraya para montar mi tienda gourmet con mi chico y cuando todo iba a ir viento en popa… Zas: llegó la pandemia. »Bofetada en toda la cara«, recuerda. Por entonces se quedó embarazada, una »bendición« que también le complicó la vida pero que trajo debajo del brazo un final feliz: nacía también su tienda gourmet, Vinyco, y nacía su primera ginebra: M'Alegra, que surgió en esa época, mientras ella hacía las pruebas en embarazo, »catando a 60 grados, escupiendo, y repitiendo«. »Mi marido dice que es parte del secreto de M'alegra, la nariz tan desarrollada que tenía en ese momento«, bromea hoy.

El éxito sancionó su proyecto gracias no sólo a esa nariz tan desarrollada, sino al apoyo de quienes se han emocionado con su ginebra. «El hotel Westin la tiene como gin de la casa, tamb8ién el restaurante Contrapunto en la Ciudad de las Artes», señala. Luego cita otros locales donde se esrá abriendo ( Pelegrí, Casa El Famós, El Temple Bar, Foc i Fum en el Carmen y «bares muy valencianos como Afición Bar junto al Mestalla») y se emociona citando cómo acaba de introducir su bebida en Ibiza «en un hotel cuyo rooftop es referencia». «Cruzamos los dedos porque el verano vaya bien», afirma. «Vamos sin prisa, pero sin pausa, apostando por un sueño, y con un producto muy bueno entre manos». ¿Y cómo es esa ginebra? Elizabeth la define en estos términos: «M'Alegra es un gin muy especial, tiene 40 grados de alcohol, sin azúcar añadidos, sin colorantes ni rectificantes, lo que te evita la resaca, que se elabora en alambique de cobre de 700 litros y tiene dos destilaciones para conservar todo los aromas y la untuosidad el producto, empleamos botánicos naturales y fruta, todo de la terreta».

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Una ginebra especial, alumbrada según la experiencia que tanto le conmovió en su visita a Irlanda: ginebra que se elabora como si fuera un vino, «porque al tener fruta natural se oxida, como un vino, y por eso también cada vez que la hacemos sabe un poco diferente». «Todo es natural y eso nos parece maravilloso: estamos ante una ginebra de añada», añade. «Me parece mágico». Una magia que se extiende al universo que ha creado en su local en Alboraya, «enfocado al mundo del vino, pero no del vino de grandes bodegas, sino de gente trabajadora y que apuesta por un sueño como nosotros: llevamos bodegas pequeñas, casi todas ellas trabajan en ecológico y tienen pequeñas producciones de vinazos increíbles que poca gente conoce». ¿Resumen? «Si quieres calidad tienes que adaptarte». Una frase que sirve para entender el proceso de fabricación de su ginebra, para el espíritu con que gestiona su local y también para ponerle el lazo a este proceso personal de maduración, que corre en paralelo con su proyecto profesional... sobre el que aventura nuevas experiencias. Final feliz, con aviso adicional: «Estoy en pruebas con un producto nuevo, pero aún está en pañales».

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