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Cómo debe ser el almuerzo perfecto en Fallas

Una reivindicación de la tradición gastronómica propia del calendario festivo

FERNANDO SEMPERE

Jueves, 29 de febrero 2024

Mira que son mundiales, espectaculares y queridas las Fallas. Todo empieza de madrugada con la «despertá», sin preguntar y ya apretando, y continúa con el tan esperado almuerzo fallero porque qué sería de los valencianos y valencianas, o de los falleros y falleras, sin el apasionante almuerzo. ¿Qué fue primero?, ¿La falla o el esmorzaret? ¿No será primero esmorzar para hacer fiesta y falla? Tenemos claro que la falla es una popular y noble obra de arte surgida, con mucha certeza, al arrancar y hacer tronar la fiesta por la mañana, ante una buena mesa llena de comidas de la terreta de proximidad, que da paso al imprescindible desayuno valenciano y fallero.

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Un rito que comienza necesariamente (como un acelerador de pólvora), brindando con una buena y reconfortante botella de casalla o anís seco, y que es la arrancadora y avanzadeta del mejor momento del día, parte importante de nuestra identidad, de obligada y perdurable tradición: nuestro querido 'almuerzo de los valencianos', que como una bonita composición musical levantina, y como una auténtica buena mascletá, comienza con una dulce melodía, continúa con un ritmo armonioso tremendo y potente , y termina con un terremoto de indescriptibles sensaciones, mucha alegría y una exquisita satisfacción interior y popular.

El desayuno valenciano, como Dios manda, tiene que contar mínimamente con unas sabrosas ensaladas de buen tomate y cebolla blanca suave y picante, unos platos de samorra casera (salmuera) y aceitunas chafades, numerosos cacaus del collar y altramuces, unos buenos capellanets a la llama con aceite de oliva y unos platitos de agradecida sepia amparín y de un buen esgarradet, para continuar con un buen bocadillo, bien horneado al horno, tostado, bien empapado de aceite, relleno con una sonrosada longaniza, una morcilla, una bona botifarreta, un sabroso blanquet, y rematado con una pieza de cansalaeta magra, hecho todo a la brasa.

Y como hablamos de fallas, todo esto cocinado siempre en el casal por los más sacrificados y faeners de la falla (que grandes son estos «entusiasmas y mismos de siempre»). Y por supuesto, toda esta buena vianda, servida y regada con mucha y artesana cerveza valenciana, agradecida limoná, y grandes y sinceros vinos de la gran terreta valenciana. Y para terminar, y por fin dar comienzo a hablar de la falla, hay que rematar el magnífico desayuno con un buen carajillo y cremaet de ron, anís, whisky, gin, cognac u orujo, acompañado de algún buen licor valenciano, como cazalla, herbero, café licor, mistela, cantueso, orujo o un agradable vermut 'Carmeleta con alma de naranjo, y acompañados siempre de buenos trocitos de coca llanda casera de naranja, calabaza tostada, y los añorados y festeros apetecibles buñuelos. Y es que la falla y el almuerzo han ido de siempre de la mano, son como he dicho, arraigada y bella tradición y, sobre todo, mucha pasión.

 

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