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Un guiso de emociones
EL DIARIO DE MR. COOKING

Un guiso de emociones

Diario Secreto de Mister Cooking (XVI) ·

Jesús Trelis

Valencia

Miércoles, 8 de mayo 2024, 17:55

Desde la última vez que nos escribimos han pasado muchas cosas, pero en esto de las cosas del comer, una muy especial. En el periódico donde paso los días contando la vida, se celebró la entrega de los terceros premios de aquella bonita aventura que nos dio por llamar 'Historias Con Delantal'. Una travesía por el devenir culinario del País de las Gastrosofías que ha alcanzado cimas y, por ende, metas, que nunca sospechamos. Y que, tras casi tres lustros desde que comenzó el blog y cuatro años desde que se convirtió en un potente canal de comunicación gastronómico, ha encontrado ya un hueco en las casas de aquellos que aman la cocina en toda su dimensión. El universo de los fogones y los manteles.

La entrega de nuestros galardones fue, en esencia, una celebración de la emoción. Una manera de ensalzar la otra cara de lo que es la gastronomía. El factor humano. Porque, en el fondo, todos los que allí nos unimos, estábamos entrelazados por historias que eran en realidad toda una red de aventuras, de vivencias, de experiencias… recorridas de forma conjunta o paralela por la senda de las emociones comestibles. O así lo sentí yo, este espía culinario que se oculta bajo la piel de un súper agente llamado Cooking –Mister Cooking- y que se emocionó viendo a Joaquín Schmidt recogiendo un galardón a su vida entregada a hacer feliz a los demás a través de las mesas –y algo más-. Joaquín, ese cocinero con plus: el que elabora todos los miércoles platos para el bar Garum, el bar del barrio, con el ánimo de conectar con sus vecinos y ofrecerles lo que mejor sabe hacer, que es guisar. Joaquín, el de las camisetas negras con mensaje; el que trabaja solo en su restaurante –cocinar, servir y conectar con sus clientes-; el que coge mesas con cuentagotas; el que intenta que en su casa todo fluya cordial, en cierta armonía… El de la música de fondo y la serenidad como sintonía.

Schmidt recoge su reconocimiento de manos de Alfred Costa, mientras recibe el aplauso de Jesús Trelis. J. Signes

Me emocionó ver a Joaquín. Y a Begoña Rodrigo, rodeada de su familia. Emocionada al decir que ella lo que quería, de verdad, como cocinera, era sentirse querida en su tierra, por su gente y por su Valencia. Me llenó de felicidad verla emocionada y recordar cuando entré por primera vez en su restaurante de la calle Séneca y cómo ahora, aquel diamante en bruto brilla ya esculpido desde la cúspide de un restaurante que es ya templo culinario en España. Me emocionó recordar aquella noche que me sirvió un tartar de zanahoria que era su homenaje a sus raíces, a la ensalada del abuelo Paco… Un tartar de vida y nostalgias, que no son lastre sino impulso para el mañana.

Me emocionó ver el universo de Ricard Camarena allí reunido, tanto rostro detrás de un apellido. Ellos, todos ellos, juntos en una celebración hecha a su medida para que cada uno de ellos se viera como la pieza imprescindible de alguien que es baluarte de la cocina valenciana. Imprescindible para entender nuestro mañana gastronómico. Derroche de humanidad, más allá del delantal. Me emocionó ver a Ricard y, sobre todo, a Mari Carmen Bañuls. Verlos en la rotativa del periódico, codo con codo, muchos años después de que les entrevistará juntos, por primera vez, cuando todo empezaba a despuntar. «Ella es el 90 por ciento de lo que pasa en la empresa», me dijo en aquel entonces. Y no sé si es para tanto. Pero sí que sé que eso es un tándem. Y que además, es indestructible. Un tándem y mucho más… como se demostró viendo a su enorme equipo sobre el escenario. Todo un compendio de talento y honestidad.

Sí, todo fue emoción. Lo fue también ver a Paquita Pozo. Ver discreción y sencillez desfilando por un escenario. Ver que recibía el aplauso merecido después de toda una vida de entrega a sus clientes. Y cómo está aprendiendo a vivir sin su sala… Y ver que quizá lo consiga. Y emocionó ver a dos jóvenes que han montado su particular refugio gastronómico en Pedreguer y, en solo seis meses, ven como su proyecto vital alza el vuelo. Con sus dudas y sus miedos, alza el vuelo. Ver a los chicos de Ausiàs, su ilusión y su pasión, sus ideas claras y su proyección, son un claro ejemplo de que esto tiene futuro. Y que el futuro se está escribiendo hoy.

Entrega de los Premios Historias con Delantal. J.L. Bort

Pero si algo me hizo volar, sentirme bien, fue la historia del tendero Paco Solaz, abierta en canal sobre el escenario. La historia de Paco, de su hermana Cristina, de su equipo por el que él siente pasión. La historia de un negocio de familia. De lo que fueron sus inicios y lo que luego pasó en él. De cómo creció y se hizo parte imprescindible del mapa culinario de Valencia y, en concreto, del Mercado central. La historia de Paco, con sus emociones siempre a flor de piel. El que corre por la montaña, el que siempre lleva en su mochila el recuerdo de su hermano y su familia. El tendero con el que siempre estarías hablando y compartiendo el tiempo porque su mera compañía te enriquece. Paco, sí, el tendero. Y junto a él todo un mundo fluyendo, repleto de historias personales, de vidas atadas a manteles y pucheros, a fuegos y descorches... A historias con delantal. Que, sin saberlo, se van colando en tus días y siempre permanecerán en tu memoria. Como si tu cerebro fuera, un guiso de emociones.

Nos vemos entre mesas. Nos leemos en el diario de Míster Cooking.

Te dejo aquí las cartas anteriores.

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