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La llama que aviva Valencia
Flama, Restaurante Revelación

La llama que aviva Valencia

A Edu Espejo y Ricardo Espíritu les quemaba algo por dentro. Su virtud ha estado en elegir bien el momento del incendio, para impulsar un restaurante propio de culto al producto. Y es por eso que la ciudad les baila el fuego

Martes, 30 de mayo 2023, 00:20

Hace mucho, mucho tiempo, que Edu me habló de Flama. Solo que por aquel entonces, no se llamaba así. Era un sueño sin nombre, que se habría podido materializar con una infinidad de apellidos. Junto con Ricardo, había empezado a recorrer la ciudad para visitar locales. Curiosamente, el primero que valoraron fue el del antiguo Balbeec, pero todavía les iba a costar decidirse por la Gran Vía Marqués del Túria, chaflán nº63. Con el fin del verano, vino el comienzo de todo. Me confirmó que contaba con los socios y que tenía el nombre decidido, mientras celebrábamos el cumpleaños de una amiga. Escribimos sobre el libro que le regalamos una dedicatoria: «Full Flama». Así fue como perdí de vista a Edu: todos sabíamos que se iba a dejar la piel, incluso durante la reforma.

Flama se merece arder como arde. Ya hacía tiempo que quemaba en el pecho de unos chavales, ahora mayores gracias al trabajo bien hecho, y la emoción se nos ha contagiado a todos. Es la apertura del año, el restaurante que aviva Valencia. La llama que nos viene advirtiendo de que a esta ciudad le quedan envites por recibir, y los habrá más fuertes en el futuro. Estamos ante un restaurante de muy alto nivel, donde el foco se ha posado a tiempo. Ahora están para demostrar lo que valen, para crecer como nunca, para jugar a la creatividad y para conseguir los premios. No voy a hablar de los platos que vienen de antes, como el steak o el brioche; pero tampoco de la gilda, la tortilla de bacalao o los pescados, que Edu honra sobre la parrilla. Voy hablar del equipo.

«Queremos que Flama sea un templo del pescado, un referente en toda España»

Ante todo, sobre todo, en este restaurante prevalece el relato de la amistad. No solo por Ricardo y Edu, que han ensamblado una sala elegante y madura con una cocina ancestral y pura. Esto va por toda la plantilla, que presume de afecto. Es raro que no haya algún plan junto a Marcos -segundo de cocina- o Camila -segunda de sala- para el domingo de libranza, algo que les vincula de manera muy especial. Porque la tripulación de Flama desembarcó en bloque detrás del capitán. Todos procedentes de un proyecto anterior, la brasería japonesa Honoo, dentro del Grupo Tamesu, que ya no les permitía crecer a la velocidad deseada. Así que corrieron riesgos y se sacaron el carné. Ya tienen el volante entre manos, Grupo Jenkin's pone la gasolina, y han metido quinta.

Intrahistoria de un alumbramiento

Hablábamos de la obra. Yo estuve allí y vi el polvo. Ricardo recuerda los encajes de bolillos con los horarios. Edu habla de aquel colega que llegó al restaurante de punta en blanco, después de una comida en el centro, y salió a las 11 de la noche, directo para la ducha. También les robaron la vajilla nueva que habían guardado en las cámaras. ¿A cuántos cocineros conocéis que se hayan masillado su propia barra?

La pluma se me va hacia Edu, quizá porque le conozco mejor, y aprecio sus virtudes. Una persona sencilla y discreta; trabajador y leal con los suyos. Ha aprendido a cocinar en casas como Casa Marcial y Q de Barella. En Ricardo está el contrapunto de reflexión y serenidad. Llegó a la hostelería por casualidad, tras abandonar la carrera de Ciencias Políticas, y un lustro en la sala le ha conferido las tablas. De talante respetuoso, sabe ganarse la confianza del comensal. Espejo y Espíritu, que así se apellidan, intuyen que esto es posible gracias al apoyo financiero de los socios. «Siempre han tenido confianza en nosotros, y me impresiona. Contábamos con trabajar bien, pero no esperábamos llenar todos los días y tener la acogida que hemos tenido», agradece el jefe de sala.

El Ensanche se está poniendo fogoso, con muchos conceptos que merecen la pena, pero no hay luz que brille como la de Flama. Los comensales disparan sus flashes, mientras los compañeros de profesión se pasean por sus mesas. No dejo de ver en Instagram el postre que ellos llaman brioche, pero yo he bautizado 'señora del Ensanche', por lo mucho que recuerda a un cardado. Ahora que ha pasado casi medio año desde que abrió el restaurante, le pregunto a Edu: «¿Qué te gustaría que fuera Flama en unos años?». Me responde con ambición: «Un templo del pescado, un referente en toda España». Ya no se conforma con Valencia, quién lo iba a decir. Luego me propone un plan de fin de semana en la montaña, que es una de sus grandes pasiones, junto con la pesca en el río, y le recuerdo que tiene que ir a Xàtiva a ver a sus padres, Vicky y Eduardo.

De pronto se me ha olvidado que estamos en mitad de un artículo, que trata sobre lo bien que le está yendo a Flama, y las muchas alegrías que nos depara el futuro de este restaurante. Era algo que ya daba por hecho. No lo he dudado ni por un minuto.

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