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enrique monfort
Jueves, 7 de abril 2022
Si uno se pone a navegar a través de las corrientes de extraviados y remotos recuerdos, seguro que vislumbrará un ápice de alguna reminiscencia de cuando se era niño y acompañaba de la mano a sus abuelos en el camino hacia la tiendecita de la ... esquina. Recordará el olor a especias; los aromas y esencias de los puestos que se acontecían en esas mañanas de mercadillo que ofrecían los manjares que luego se servían en el centro de la mesa. El Mercado Virgen de la Valvanera se podría catalogar como uno de estas zonas de toda la vida, donde la dependienta o el dependiente te saludaba como a alguien más de la familia e incluso se transformaban en lugar de reunión para la gente del barrio en una mañana cualquiera.
Para un viandante corriente, en un primer vistazo, no se pararía a contemplar el lugar, debido a que el mercado no exhibe una cierta imagen lúcida. No obstante, la particularidad arquitectónica e histórica que aguarda desde los cimientos hasta los puestos de venta son los hechos destacados. Inaugurado el 20 de abril de 1961, el mercado no ha sufrido ninguna reforma remarcable a lo largo de las décadas;como si se hubiera detenido en el tiempo y en una época más austera. Citando el libro 'Mercados de Valencia', por César Guardeño, Esteban Longares y Sara Bono, se trata de un mercado que se ha quedado suspendido en los años sesenta, con la misma canalización para las aguas residuales, la misma estructura de los puestos, el alicatado original y el mismo letrero que se lleva usando durante tantos años.
El Mercado Virgen de la Valvanera tiene la peculiaridad de situarse en una zona rodeada por cuatro bloques de viviendas, siendo los arquitectos Cayetano Borso di Carminati y Rafael Contel Comenge quienes se ocuparon de la planificación del mercado. El mercado nace en un contexto, según el libro anteriormente nombrado, donde «la gente de Murcia, Cuenca, Albacete y de toda Andalucía, vino a la ciudad de Valencia en busca de trabajo y prosperidad, pasando a vivir en grupos de colmenas que proliferaron en la Valencia de la periferia, en continuo crecimiento durante estos años del desarrollismo».
El mercado hace ya varias décadas que va en un continuo detrimento, alejado de esas épocas gloriosas donde la gente se abarrotaba frente a los puestos para conseguir su lugar en la fila. Sin embargo, hay un par de negocios que siguen manteniendo la clientela. Este es el caso de Pedro Andreu, dueño de la única pescadería que hay en este lugar y uno de los puestos tradicionales del mercado. Vende marisco y pescado fresco, del día, y asegura que los días que abre suele tener entre 90 y 100 clientes. Sin embargo, no todo lo que reluce es oro, ya que solo abre dos días a la semana, martes y viernes, coincidiendo con el mercadillo ambulante. Esto es debido a que el resto de la semana no suele haber mucha aglomeración y no sale rentable abrir: «Aunque mi puesto va bien, está claro que el mercado va en decadencia. Da pena con lo que era este mercado; hace 15 años casi todas las paradas estaban abiertas y poco a poco se han ido cerrando, muchas paradas sobreviven gracias a los clientes de toda la vida», incide Pedro.
En la panadería de Trini y Amparo sí se regocijan por el buen momento que atraviesan. Ellas abren todos los días de la semana, de lunes a domingo, manteniendo un buen volumen de ventas. Su especialidad son las distintas empanadillas artesanales que hacen todos los días, además del pan que traen del pueblo de Cedrillas los martes, viernes y domingos y las comidas que preparan para llevar. Recalcan que ellas han conseguido crearse una reputación gracias al «trabajo incansable del día a día».
Estos dos puestos son solo una cara de la moneda. La otra cara menos refulgente son las tiendas restantes que apenas alcanzan a tener unos ciertos ahorros al finalizar el mes. La pastelería El Arco es un ejemplo de estas. Ernesto es el hombre que está al otro lado de la barra, con una firme sonrisa en su rostro: «Por aquí no pasa casi nadie, hay muy pocos puestos abiertos, llega lo justo para pagar las facturas y poder comer», lamenta. De origen uruguayo, ofrece comidas artesanales y está enfocado en la pastelería uruguaya.
La verdulería de Toni también se ha visto afectada por el retraimiento en las compras por parte de los clientes: «Yo sobrevivo gracias a la venta ambulante, si fuera solamente por las ventas en el mercado no podría mantenerme, hay muy poca gente por aquí», espeta el dueño con un significativo semblante serio y escueto.
Como aseguran de una forma general desde el mercado, es un hecho que lo que es el apartado de la alimentación se está quedando vacío, con cada vez menos establecimientos gastronómicos, y los pocos que se atreven a emprender allí son tiendas de otros sectores. La apertura de supermercados por la zona, la jubilación de los dueños de las tiendas de antaño y sus descendientes sin el ánimo de seguir con el legado familiar ha hecho mella dentro del antiguo mercado. Tampoco es de gran ayuda que el mercado sea privado, sin poder disponer de algún tipo de ayuda por parte del Ayuntamiento de Valencia. De todos modos, mientras sigan habiendo clientes que sean fieles a los puestos de toda la vida, este mercado podrá seguir subsistiendo, aunque cada vez estos sean menos los que aguanten en estas condiciones.
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