![El municipio de la Comunitat que huele a chocolate](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/06/24/HCD-2-R1OJnREOcSTcPIip6IOlFVK-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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«Villajoyosa es cuna del chocolate por excelencia». La frase que encabeza estas líneas tiene formato de folleto publicitario pero además goza de la virtud de ser verdad. Define muy bien uno de los atributos singulares de esta coqueta localidad alicantina, cuyo principal activo y ... sello diferencial reside precisamente en esa faceta de su identidad: su vinculación al mundo dulce a través de la larga tradición artesanal enraizada con el chocolate. Una peculiaridad que se percibe paseando por sus calles, visitando las casas donde se elabora ese producto o recorriendo el museo consagrado al chocolate: hay días, como explican con amabilidad en la oficina de turismo de la calle Colón, en que Villajoyosa entera huele a chocolate porque las factorías que lo elaboran trabajan a pleno rendimiento y el viento circundante expide ese aroma por las calles de la localidad. Y mientras el paisanaje local y los visitantes salivan que da gusto, se abre la puerta a una travesía por sus secretos. De toda índole pero sobre todo gastronómicos.
En esta ruta, la mañana puede inaugurarse con una visita a una de las fábricas que sellan el vínculo entre la localidad y el chocolate. Por ejemplo, Marcos Tonda, integrante del cuarteto de marcas que aún resisten elaborando el rico producto, de orden artesanal. En su interior, sus responsables explican el relato que también hacen suyo el resto de habitantes del municipio: que su historia chocolatera se forma mar mediante, puesto que Villajoyosa contaba desde antiguo con uno de los puertos más importantes de este tramo de litoral mediterráneo. Los marineros que iban y venían se acostumbraron a traer de vuelta, sobre todo de sus travesías hacia África, cargamentos de chocolate. Una especie de economía de trueque, el intercambio propio del bucle circular, que promovió entre los naturales de esta población la costumbre de empezar a trabajar las vainas de chocolate en la parte trasera de las propias casas: nacía una nueva profesión, la de artesanos chocolateros, de carácter familiar. Los miembros de aquellas primeras sagas de productores machacaban el chocolate a la piedra en su propio domicilio, haciendo las populares tabletas en que todavía hoy se comercializa, hasta que aquella aventura fue a más, se consolidó y hubo un momento en el siglo XIX en que Villajoyosa llegó a contar con más de 40 fábricas dedicadas producir chocolate.
En el caso concreto de Marcos Tonda, luego de muchos avatares históricos desde que nació como empresa familiar, desde el año 2014 cuenta con una especie de nueva vida, con la familia original desvinculada del proyecto, que ahora mismo está en manos de un grupo de emprendedores bajo la marca Chocolates Marcos Tonda S.L. «No se podía dejar perder la tradición», explican sus actuales responsables. «Se ha ido regenerando la marca con el objetivo de seguir cuidando la tradición y calidad del producto», añaden. El resultado de sus desvelos se observa durante el recorrido por la factoría, que mantiene la apuesta fundacional por «chocolates artesanos, en calidad y sabor totalmente diferentes»; entre ellos, uno muy especial, llamado 'La Virgen'. Un producto «terroso, como el de toda la vida», como explican a los visitantes, «con un toque a vainilla». «Es una pastilla gorda de chocolate que se puede rallar y preparar a la taza, hacer escamas al cortarlo y usarlo para tostadas o simplemente para ponerlo como antiguamente se hacía, con pan y aceite»: una ambrosía cuya degustación sirve para dar por concluida la visita y enfilar la siguiente etapa de ruta, todavía con el paladar inundando por otro de los bocados estelares de la marca. Su chocolate con leche, cacahuete miel y sal. «Es nuestro top», afirman.
Se trata de un discurso similar al que pudiera obtenerse recorriendo las instalaciones de las otras tres marcas que todavía resisten empeñadas en mantener vivo el idilio entre el chocolate y Villajoyosa. Es el caso de la afamada casa Valor, que cuenta incluso con un museo que puede visitarse incluso los sábados: la entrada es gratuita previa reserva y a su conclusión se ofrece una somera degustación y venta de sus chocolates. Es un caso semejante al de la familia Tonda: una saga de emprendedores que hunde sus raíces en el siglo XVIII, discurre a través del XIX, alcanza su plenitud en la pasada centuria y prosigue su andadura en el presente siglo XXI adaptando su producción a las nuevas exigencias del mercado. Un proceso admirable: en esta era de globalización tan severa que acaba por uniformizar cada producto, quien visite Villajoyosa agradece que se preserve en el encuentro con las raíces encarnado en esta manera tan natural de elaborar chocolate.
Es una de las fortalezas de una localidad donde por cierto esa idea de naturalidad se observa también en otros atributos. Luego de sumergirse en el mundo del chocolate, el visitante debería dirigir sus pasos hacia la zona baja de la localidad, donde se mantiene viva otra tradición: el veraneo de toda la vida. El asueto que huye de los decibelios, el gregarismo y el barullo y se abandona a ese tipo de descanso que era antaño habitual, una hermosa playa como la que frecuentaba la familia Ulises del TBO, un poco al estilo de cómo se disfrutaba el mar no hace tanto tiempo. Es un Mediterráneo acostado sobre la esbelta playa de Villajoyosa en estado puro, durmiendo plácidamente sus olas arrulladas por el borde de la arena, donde prevalece esa estirpe de turismo familiar que hace muy aconsejable la visita.
Es la nueva etapa de este recorrido, que se solaza con el paseo por el frente marítimo hasta el extremo donde se alzan las encantadoras casitas de pescadores cuya fisonomía tan entrañable sirve como postal del municipio. En una terrazas atacan el aperitivo los clientes que en buen número, pero en sosegado tono, confirman a Villajoyosa como un destino muy aconsejable para huir del mundanal ruido... y no acabar en otro lío fenomental como el que se adivina en la cercana Benidorm, cuyas moles en forma de rascacielos se observan desde este paseo cuyo punto final es el barrio llamado Pòsit, destino del tramo final de nuestra propuesta: cuando el factor gastronómico vuelve a florecer... aunque en formato salado. Adiós al dulce chocolate: bienvenido al mundo de los arroces y de los pescados.
Prácticamente cada una de las casas de comidas que propagan su oferta al borde del mar son garantía total de éxito para el comensal que sepa apreciar la riqueza de los frutos que depara el vecino Mediterráneo. Es el caso de la Taverna Pòsit o de otras referencias también muy sugerentes: el Hogar del Pescador, por ejemplo, o la célebre Ca Marta. Garantía de frescura en las preparaciones de las capturas que llegan cada mañana a la Lonja, embarcadas en esos navíos que una vez protagonizaron el milagro al que Villajoyosa debe su celebridad: además de los peces de la mar océana, en sus bodegas trajeron hasta aquí el simpático amigo chocolate. Y desde aquel buen día en que semejante proeza cristalizó antes los vecinos de aquel municipio que hasta entonces no habían conocido el dulce sabor que les embadurnaría de negro los labios como hoy sigue sucediendo, este encantador rincón de la costa alicantina sigue oficiando la misma proeza, cotidiana. La que aseguran los Tonda, Valor y compañía, el prodigio del que hablan en la oficina de Turismo: que haya días en que todas estás calle huelan a chocolate.
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