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8 de marzo de 2023: Es el momento de redirigir el movimiento, de practicar con el ejemplo, de no hacer lo que no queremos que ... nos hagan. El feminismo en su máxima expresión debe exigir igualdad y ejecutarla en cada acción. Por desgracia, siento que cada vez más se aleja de este concepto. La igualdad integra a todos los miembros de una comunidad sin distinción de sexo, orientación sexual, color, religión o política. Igual debería ser la palabra mágica y clave de todo discurso. Implica normalidad.

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La normalidad es lo que evitará que los servicios que ofrece una sociedad sean accesibles únicamente por sectores o tendencias, grupos o incluso minorías y que los discursos imperantes terminen generando guetos e impidan la integración de toda la sociedad. No queremos eventos solo de mujeres ni cines solo para el colectivo LGTB. La igualdad y la normalidad impedirán y eliminarán la dichosa foto de 'solo ellas' y la necesidad de aparentar o cumplir con los porcentajes de la representación paritaria de mujeres y hombres. En ocasiones, queda lejos de la valía de la persona o las necesidades de la empresa. La igualdad normalizada dará paso a la meritocracia y extinguirá las cuotas. Una palabra ya horrorosa en sí misma.

En el último evento que hice, solo de mujeres, hicimos la mencionada foto. En la segunda pedimos que se sumaran los ayudantes de cocina, pero solo los femeninos. Me avergonzó tanto este momento, como mujer y como persona. Como persona, me diferencio en su totalidad del dichoso grupo 'solo de mujeres'. Aparecieron tres compañeras, el resto eran hombres en su gran mayoría. Hombres que no se sentían inferiores siendo liderados por mujeres. Una siguiente generación que incluso no entiende el pasado y solo mira a un futuro que habla de personas. Se quedaron mirando en la retaguardia.

Toda esta miseria que se siembra con estos pequeños actos difiere mucho del movimiento liberador y libertario que muchos años atrás empezaron aquellas que poseían más motivos que nosotras. Aquellas que, desde la integración, querían alimentar conciencias y reeducar personas. Me abruma tanto lo que se palpa en el ambiente. ¿Vamos a terminar haciendo lo que nos hacen? Ni pertenezco ni perteneceré al club del feminismo extremo que no integra ni iguala.

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En algunas sociedades hemos conseguido que la mujer ya no necesite casarse para salir de casa, que te ofrezcan en matrimonio como forma de pago o que estudiar sea una posibilidad mas allá del convento. Es una realidad y una auténtica locura imaginar que pudiera suceder. Estudiamos, nos formamos y podemos decidir y gritar a los cuatro vientos que no queremos ser madres o limitarnos únicamente a la familia sin ser juzgadas. Podemos destinar nuestra vida a ser solteras, amantes y obsesas de nuestro trabajo para llegar a lo más alto. Esto nos permite, poco a poco, llegar a todos los sectores y a todos sus peldaños y esto conseguirá, en un corto periodo de tiempo, que no sea necesario justificar por qué es bueno tener mujeres en la plantilla. Un equipo tiene que estar compuesto por personas que valen.

El nuevo movimiento feminista debería implicar no tener que justificar nuestra valía ni la necesidad de tenernos en algún puesto con el discurso profundamente machista de que somos necesarias por aptitudes que definen a nuestro género y no a las personas. No sería necesario usar los argumentos de la sensibilidad femenina, la posibilidad de hacer varias cosas al mismo tiempo, nuestra capacidad organizativa, muchas veces superior a la de los hombres, ni que somos más limpias, seguramente porque nuestras madres nos enseñaron a nosotras y no a ellos. He conocido a mujeres profundamente desastres y hombres que rozan el extremo de lo neurótico.

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He llegado a escuchar en foros de la mujer, en boca de una mujer: «Una de las cosas por las que tiene que haber mujeres liderando equipos es por una mayor sensibilidad y preocupación personal de los equipos y, como resultado, un mayor rendimiento y aumento de la producción y sus consiguientes beneficios». Preocupación que se justifica por el hecho de ser madres. Impresionante. Me quedé sin palabras. Recuerdo aquel foro. Lo único que buscaba era el titular feminista.

Soy feminista y este es el punto en el que se encuentra mi mundo como mujer que busca educarse a sí misma para, desde la práctica y el ejemplo, ser la escuela de aquellas personas que me rodean. Por eso tengo unas reglas básicas, a desarrollar y explicar en un futuro cercano seguro. De momento, aquí os dejo mi decálogo:

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1.-No a la mujer opresora de la mujer.

2.- No a la mujer que habla o juzga el físico de otra mujer.

3.- No a la mujer que opina sobre la forma correcta de criar a los hijos de los demás.

4.- No a la mujer que habla desde la inseguridad y la envidia hacia otra mujer que puede robarle a su hombre.

5.- No a la mujer que utiliza su sexualidad para conseguir cosas del sexo contrario.

6.- No a la mujer que juzga la caballerosidad y luego espera que la inviten cenar.

7.- No a la mujer que, como princesa, necesita a su príncipe azul.

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8.- No a la mujer que está a favor de las cuotas y las justifica con valores intrínsecos a nuestro género. ¿O debería decir sexo?

9.- No a la mujer que pone barreras a las barreras.

10.- No a la mujer que practica todo esto y luego se cree feminista.

En definitiva, NO al movimiento del feminismo impostor

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