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EL DESCUBRIDOR
Jueves, 2 de noviembre 2023, 19:02
Dicen los responsables de Bodegas Arráez que en esa casa creatividad e innovación «van de la mano» desde que su patrón, Toni Arráez, tomó bajo ... su tutela la dirección del proyecto, allá en 2007. »No sólo hablamos de vino», precisan, «sino de lo que rodea a ese vino, que son las personas». Se trata de un propósito que se materializa desde hace años en iniciativas sociales y también culturales, «porque queremos aportar nuestro granito de arena» a la sociedad, subrayan. Un compromiso con su entorno, con los seres humanos que lo habitan, que se canalizó hacia el ámbito de la solidaridad, a través de un proyecto benéfico donde se aloja su intención de fusionar su amor por el vino con un proyecto que fuera más allá de la cuenta de resultados.
Dicho y hecho. O casi hecho. Faltaba un trecho del camino por recorrer, pero ya estaban en la dirección adecuada. «Es una idea que nos rondaba por la cabeza», explican desde la bodega, cuyos responsables se pusieron en contacto con la Agencia Creativa Kids y, fruto de ese diálogo, se empezó a sustanciar su intención de promover una colaboración de índole benéfica. ¿Cuál? ¿Con qué compañeros de viaje? Surgió entonces la posibilidad de cooperar con FEDER, la entidad que se ocupa de movilizar conciencias en toda España (también en la Comunitat) en favor de quienes sufren las llamadas enfermedades raras. «Sucedió, al mismo tiempo, que un familiar de Toni, también fue diagnosticado con una enfermedad rara y la empatía con el proyecto, que ya de por sí era grande, aumentó», recuerdan en Arráez.
Siguiente paso, dar visibilidad y recaudar fondos para la investigación. «Kids fueron los encargados de gestionar el proyecto desde el punto de vista creativo», explican, mientras que desde la bodega «nos dedicamos a buscar el material, las botellas y a investigar para crear el vino adecuado para el proyecto». Alguien tuvo entonces por Arráez una idea genial, brillante: puesto que su iniciativa nacía para llamar la atención sobre este colectivo de enfermos, a menudo demasiado invisibles para la sociedad valenciana, debían acertar con una clase de vino que también tuviera ese sello diferencial. Un vino raro. Entiéndase raro como sinónimo de original, distinto, un proceso de búsqueda que se inspiró en la enorme diversidad de viñedo que distingue a la Comunitat, germen de fantásticos vinos que, en efecto, apuestan por lo diferente. Bajo ese propósito, en Arráez decidieron escoger para su vino raro una variedad de uva también rara, es decir, poco conocida: la llamada forcallat, unas cepas autóctonas propias de la zona de la Font de la Figuera, la comarca donde se asienta su bodega. «Con esta variedad, también estamos haciendo una apuesta por nuestro territorio, y por la recuperación de variedades tradicionales, que es una de las líneas de investigación de la bodega», recalcan en Arráez.
En sus palabras habita la clase de entusiasmo que se describe cuando una historia tan curiosa, y meritoria, alcanza un final feliz. «Muchas personas se han involucrado en ayudarnos a comunicar y han aportado su fuerza para que el proyecto tenga éxito», advierten en Arráez, que destinan todos los beneficios de la venta de su vino raro a FEDER. «Todas las colaboraciones son desinteresadas», observan. «La botella tiene un precio de 39 euros «para que nos permita hacer una recaudación aceptable». Como al mercado han salido 500 botellas, es fácil hacer cuentas de la aportación solidaria que nacerá de la venta de su vino, el primer paso que Bodegas Arraéz se traza en su intención de promover mayor atención hacia ese ámbito de las enfermedades raras. «La gente conoce el proyecto y se interesa por él, pero aún nos queda camino para seguir recaudando y dando visibilidad a las personas que son diagnosticadas cada día», precisan sus responsables.
¿Y de qué vino hablamos cuando abrimos una botella de Raras? De un vino, en efecto, muy original. Ligero, porque a los atributos propios de la forcallat, una variedad de escaso grado alcohólico y color que aporta una gran frescura y sutileza, se añade la contribución de uvas de monastrell, una de las variedades por excelencia de la zona de Terres del Alforins, que en Arráez cultivan en una pequeña parcela histórica recuperada en la falda del Capurutxo, una montaña en la Font de la Figuera. El contenido de cada botella es una muestra singular de un 'coupage' muy particular, tan particular como su continente: botellas, desde luego, también raras, con el tronco retorcido y una fisonomía que llama la atención. Un formato que en Arráez defienden en estos términos: «En el proceso de producción de las botellas, se descarta un porcentaje de botellas que salen con algún defecto o con una forma diferente. Normalmente se devuelven al comienzo del proceso de producción como materia prima». No es el caso de las botellas que envuelven su vino Raras, una propuesta propia para un mercado «que trabaja en serie y que nunca aceptaría botellas diferentes». Sus botellas son por lo tanto una parte sustancial de su proyecto: «Decidimos llenarlas una a una y darles el valor que tienen unos objetos tan raros y únicos como estas botellas raras». Un estupendo hallazgo al servicio de un vino igualmente raro que se lleva de premio otra rareza: el aplauso. El aplauso unánime que debería concitat siempre la solidaridad.
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