'Pebreres ofegades', el exquisito secreto de l'Alfàs del Pi

Nada puede evocar una sensación de felicidad tan profunda como reconocer, de repente, el olor de la cocina de nuestra infancia y para muchos de los habitantes de l'Alfàs del Pi eso es sinónimo de pebreres ofegades. O pebreres farcides. O pimientos rellenos. La riqueza de lo simple. De la cocina de hogar y de la lengua, valenciana o castellana.

Como todas las propuestas culinarias que hunden sus raíces en el tiempo, los ingredientes son básicos. Aquellos que entregaba, en temporada, la tierra y estaban al alcance de todos los bolsillos. En este caso, pimientos (rojos y verdes), calabaza, sangacho, almendras, pan frito, perejil, tomate, orégano, azafrán, ñora y, por supuesto, el omnipresente arroz, piedra angular de la cocina de la región.

Ingredientes humildes que, con mimo y tiempo, se convierten en un manjar capaz no sólo de saciar el apetito más voraz, sino de satisfacer el paladar más exigente y que, pese a todo, no ha dado el salto a las cartas de los restaurantes por distintos motivos y que, por lo tanto, se mantiene como uno de los placeres secretos de los habitantes de una zona que, por lo demás, han abierto sus puertas de par en par a turistas y visitantes de todos los rincones del mundo. De nuevo, esa simbiosis perfecta entre el paladar y el lenguaje. El nombre de l'Alfàs del Pi proviene del árabe y significa tierra fértil y, por ello, no es de extrañar que uno de sus platos más tradicionales otorgue tanto protagonismo a aquello que sus habitantes eran capaces de plantar, cuidar y cosechar cada temporada.

En realidad, no hace tanto tiempo que l'Alfàs del Pi dejó de ser un pequeño pueblo de agricultores para convertirse en un municipio multicultural y multinacional en el que más de la mitad de sus 20.000 habitantes son de origen extranjero.

Encajonadas entre el mar Mediterráneo y el Parc Natural de la Serra Gelada, sus calles son testigo diario de que cualquier elemento cultural, incluida, por supuesto, la gastronomía; puede servir de instrumento integrador y las pebreres ofegades, incluso con esa condición de semiclandestinidad que las hacen todavía más especiales, no son ninguna excepción.

Su presencia en una mesa compartida por alfasinos de todas las partes del mundo sirve para acerca y hacer más fuertes los muchos vínculos que el paso de los años ha ido tejiendo en esa torre de Babel que es el pequeño municipio de la Marina Baixa. Les pebreres farcides, su otra denominación, se codean en esas mesas con un Fårikål noruego, un fish and chips británico, un schnitzel germano o unos moules frites belgas con la misma soltura que lo hacen sus creadores en la plaza mayor.

Las pebreres ofegades son, sobre todas las cosas, un lenguaje de unión entre pueblos y una demostración, otra de tantas, de que la comida tradicional de la región puede ofrecer mucho más que los omnipresentes y maltratados arroces que los alfasinos nacidos más al norte de los Pirineos creen, hasta que se instalan y comprueban lo contrario, que son la única oferta gastronómica de su nueva tierra.