Recetas navideñas con sabor valenciano
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Santi Hernández prepara su mesa particular para estas fiestas con una mirada a la tradición culinaria de la ComunitatEstamos a las puertas de la Navidad y ya se respira el ambiente navideño allá por donde vamos. Hace semanas que las calles se vistieron de luces y los centros comerciales se engalanaron. Poco a poco, a medida que avanza el mes de diciembre, balcones y terrazas le dan color al vecindario y las casas en su interior se llenan de motivos navideños y nacimientos. La gente tiene ganas de disfrutar de la familia y de los amigos en estas fechas tan señaladas. Son fechas de comilonas y algunos «excesos» permitidos. Noches de vino y cava, de mantecados y polvorones, de turrones duros y blandos.
Pero, ¿ya tenemos el menú preparado para estas fechas tan señaladas? Como se suele decir, es recomendable no dejar para el último día las compras, ya que el precio de algunos alimentos siempre se incrementa y las existencias pueden peligrar. Por no hablar de las aglomeraciones. Cada casa tiene sus costumbres o incluso me atrevería a llamarlo rituales el día de Nochebuena o Navidad. Me encanta observar esos detalles. El que se encarga del vino, el que prepara las gambas a la plancha, el que pela la piña, el que siempre llega tarde, pero ese día no se lo tenemos en cuenta. Y en todo este ritual, un papel muy destacado es el de nuestras madres, abuelas o suegras, sin desmerecer a los padres, abuelos y suegros que también tienen su protagonismo según qué casas y costumbres arraigadas. Por lo general, ellas son las encargadas de prepararlo todo. De hacer la compra los días de antes, de encargar carnes, pescados y mariscos, la piña, las castañas, las nueces, y un sinfín de detalles que sólo sabes lo que supone cuando generacionalmente lo tienes que hacer tú. Normalmente suele ser un menú que varía poco de un año para otro. Somos de costumbres fijas.
Es Nochebuena, llegamos a casa y se respira un aroma especial. Una calidez acompañada de la fragancia que transmite el plato principal. El cordero, el cochinillo, las carrilleras, el pavo o la pularda. O porqué no, el bacalao, el besugo o la merluza de pincho. Todos ellos inundan las casas con un olor característico. Guarniciones como la manzana asada o las castañas, ciruelas y orejones para acompañar a la carne. Y ese jugo concentrado del mismo asado con el que bañamos nuestra ración. Limón, patatas, tomate y hierbas aromáticas son ideales para acompañar el pescado. Sutileza y armonía van de la mano. La mesa da gusto verla. Ese mantel de tela, con sus adornos y sus velas que le dan calidez. La vajilla y las copas de toda la vida. Probablemente no sean las mejores, ni las más bonitas, pero son las de toda la vida.
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Y qué tal sí empezamos con los entrantes. Entrantes como el marisco. Muchas veces prohibitivo. Unos lo prefieren a la plancha, otros les gusta cocido. El jamón del bueno que no falte. Nos damos ese pequeño capricho para comprar un delicioso jamón junto a unos quesos e ibéricos que lo acompañen de forma armoniosa. Recuerda que el jamón y los quesos deben sudar si quieres disfrutar de todas sus cualidades. Así que no tengas miedo y sácalos unas horas antes del frigorífico. La ensaladilla de un día para otro sabe mejor. La textura y el crujiente de los encurtidos es cuestión de gustos. Y qué me decís de las croquetas que a todos nos encantan. Las de pollo asado son la bomba.
También hay casas donde las cremas no pueden faltar. Esas cremas que tanto nos reconfortan. Se encargan de que nuestro cuerpo se aclimate. Intensa como la de marisco. De temporada y llena de contrastes como la de calabaza con virutas de jamón o la elegante y económica crema de puerros que podemos acompañar de algún langostino plancha. De postre, piña para aligerar y ayudar con la digestión, aunque es tan solo una tregua, porque le siguen los turrones y los polvorones acompañados de algún licorcillo espirituoso. Ese licor que tenemos guardado todo el año y sacamos con cierto recelo.
Y entre besos y abrazos, villancicos y algunos regalillos nos despedimos para celebrar al día siguiente la Navidad. Qué no falte ese espíritu navideño para retirar la mesa y llenar el lavavajillas. Normalmente ellas nos achuchan y no te dejan recoger. Están felices y contentas de tener a sus hijos y nietos a su alrededor. Es Navidad y al menos mi estómago pierde un poco de intensidad respecto al día anterior. Pero no hay Navidad sin unos buenos canapés. Como entrantes son ideales. Los de foie y mermelada me pirran. O el clásico de salmón ahumado acompañado de queso crema. O el de sardinas ahumadas. Muy recomendable con un poco de queso crema y tomate confitado. Cada uno se prepara el suyo y al momento y así la base no se reblandece.
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Y después de abrir boca, seguimos con el plato principal. Pucheros, cocidos y ollas son un clásico el día de Navidad. Como también lo es esa sopa de menudillos que te resucita. Guisos de carne blanca con sus albóndigas de carne y su picada de ajo y almendra tostada. Por no hablar de esos canelones con pollo y foie de los que te comerías media docena. Solo ellas saben lo que cuestan de preparar. Lo que sí que sabemos nosotros es lo poco que cuestan de comer.
Piñas, mandarinas, polvorones y mantecados, café y licores o en el mejor de los casos un tronco de chocolate, van cerrando la Navidad. Y entre risas y anécdotas llegan los recuerdos. Recuerdos de aquellos que ya no están, aunque siguen estando muy presentes en nuestros corazones.
Me gustaría celebrar una Navidad típica como las de siempre, como las de antes, las de toda la vida. Espero que lo podamos celebrar todos juntos y sin demasiadas restricciones. Feliz Navidad.
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