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Nunca he sabido usar los palillos. No es algo que me avergüence... bueno, a quién quiero engañar: claro que sí. Además, cuando te ponen delante ... unas gyozas de manitas de cerdo y papada, te sabe mal pinchar con el tenedor, que has tenido que pedir antes muerto de vergüenza. Si son como yo, Hotaru les dará rabia. El restaurante de la calle Cádiz, en pleno corazón de Ruzafa, ofrece un menú degustación que supone un viaje al mismo Japón, con la diferencia de que aquí sí les darán un tenedor si lo piden.
Y les dará rabia no porque sea un sitio nefasto, sino más bien todo lo contrario. Intenten dominar los palillos porque la experiencia vale la pena. El restaurante abrió en 2020, pero por culpa de la pandemia el brillo de las luciérnagas (pues eso significa su nombre) se ha dejado notar menos de lo que debería en Ruzafa. La propuesta de Inma Sobrino, Juan Carlos Ramón y Óscar Alcañiz busca acercar preparaciones poco conocidas en Occidente y aprender que el archipiélago ofrece mucho más que 'sushi' y 'sashimi'.
Y vaya si lo hace. El nuevo menú degustación se compone de varios aperitivos, como un tartar de atún con selección de aderezos que resulta tan atractivo a la vista como estimulante para el paladar, las ya mencionadas 'gyozas' y varios tipos de 'sushi', como los 'umakis' de salmón kimchi y anguila kabayaki, o la selección de 'nigiris' de lubina, salmonete, toro, sardina y vieira. El plato principal, si es que en ese festival nipón hay uno, es el solomillo de ternera, junto a puré de batata y jengibre, un crujiente de puerro y la salsa yakiniku. El menú termina con una 'panna cotta' de yuzu que, les aviso, pica un poquito. Nada exagerado. Ojalá un concurso de comedores de picante donde demostrarlo.
Todo ello, por supuesto, regado con varios tipos de 'sake', el conocido licor de arroz que puede acompañar todas las preparaciones y que parece, mágicamente (si por mágicamente entendemos que lo ponen unos camareros pendientes de que no te falte de nada), en unos pequeños vasos junto a los platos. «Los mejores prescriptores son los miembros de la sala, dispuestos a guiarte por los senderos líquidos de Japón», explican desde el restaurante.
No teman al pescado crudo. Ni a las algas. Ni a los palillos (sobre todo a estos últimos). La propuesta de Hotaru, además, no se limita a una oferta gastronómica enraizada en el producto de calidad. Habrá catas como la de whiskys japoneses, talleres sobre el corte del pescado o la preparación del arroz o un festival de las luciérnagas del que se sabe muy poco.
Actividades que reafirman el carácter del espacio gastronómico, donde se rinde culto al producto y se pueden degustar elaboraciones muy distintas de la cocina japonesa. Desde el sushi más puro, que es un placer presenciar en su barra, hasta la robata o parrilla japonesa, donde el fuego honra las carnes y pescados sobre carbón natural. Todo ello, maridado con coctelería propia en un ambiente cálido.
Las luciérnagas de Hotaru echan a volar todos los martes y miércoles por la noche, y de jueves a sábado a la hora de comer y cenar indistintamente. Son días en los que la carta se despliega, amplia e inspiradora, gracias a cada uno de los ingredientes llegados desde Oriente. Entre los platos más destacados del restaurante se encuentran el tartar de atún, el sashimi de toro, el usuzukuri de lubina, el uramaki de salmón con salsa tártara o el nigiri de anguila kabayaki. Los postres van desde los tradicionales mochis, cuyos sabores varían según la temporada, hasta el dango de brioche con té matcha y salsa de chocolate.
¿Se acuerdan lo que les comentaba de los palillos? Al final aprendí. Hay trampa, claro, porque en Hotaru te ayudan con un apoyo de plástico especial. Eso es como pasarse el juego con la guía delante pero qué quieren que les diga: lo que sea antes de pinchar las gyozas con un tenedor, que uno es irreverente pero no tanto.
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