Un templo del vino (y mucho más) en el barrio de La Amistad
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La Terreta sorprende por su elevada oferta en botellas de medio mundo y una oferta gastronómica de gran nivelREDACCIÓN
Jueves, 26 de mayo 2022, 19:46
Una nueva generación de amantes del vino está asaltando las mejoresbarras de Valencia. Son mujeres y hombres unidos por la misma pasión, que saben encauzar hacia donde deben (el negocio hostelero), pero sin renunciar a ese entusiasmo, un punto altruista: contagiar su devoción por las botellas que esperan en sus restaurantes a su clientela. Desafiar los tópicos, abrir su bodega a referencias de todo el planeta, defender el territorio autóctono: servir sentimientos embotellados. Y ser capaces de transmitirlas, la emoción que de manera natural fluye por ejemplo en La Terreta, un local del barrio de la Amistad convertido en templo del vino. Y de la gastronomía.
Estamos en el reino de Eduardo y Sara, dos 'winelovers' que programan sus vacaciones según una curiosa estrategia: los viajes más largos los reservan para visitar denominaciones cercanas a Valencia; los más cortos, para expediciones de un día. En ambos casos, procuran que congenie su interés por los vinos con su curiosidad por la gastronomía, una fuerza locomotriz que explica que una mañana tomaran la moto y se recorrieran los más de 600 kilómetros de distancia hasta Lera, el santuario de la cocina de caza alojado en Castroverde de Campos (Zamora), de donde volvieron a su nido en la calle Explorador Andrés desbordantes de entusiasmo. Un entusiasmo contagioso, que perdura meses después, mientras Eduardo relata el resultado de aquella expedición, muy inspiradora. Es uno de los modelos que sirven de plataforma de despegue a La Terreta, un enclave fundado hace seis años que hoy garantiza una experiencia de elevada satisfacción así en lo gastronómico como en lo enológico.
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Veamos: en el apartado de vinos, Eduardo y Sara disponen de más de cien referencias, esas botellas alineadas en su barra y las vitrinas circundantes cuyo número puede crecer en función de una adquisición de última hora, ese capricho que acabe de llamar la atención de la pareja, las joyas inesperadas que aquí se sirven como se debe. Estupendas copas, medida adecuada, óptima temperatura: en nuestro caso, un par de generosos inolvidables (La Panesa, el celebrado néctar de Enrique Hidalgo, y un finísimo palo cortado, el Gran Duque de Juan Piñero), que precedieron a un descubrimiento también muy gozoso: La Maldición, el vino blanco que elabora en las cálidas tierras de Arganda del Rey el catalán Marc Isart, una especie de nuevo Robinson de los vinos que encontró un tesoro en una variedad autóctona, muy rara, la malvar. Y rematamos con un tinto monovarietal mencía, el Dominio de Anza que nace en el Bierzo de las manos del mago Diego Magaña.
Vinos extraordinarios en su excelencia y variedad, a la altura de las exquisitas viandas que nacen en los fogones de La Terreta: delicada la croqueta de jamón, sabroso el buñuelo de bacalao sobre una base de titaína, excelso el magret de pato… Una apuesta segura son por supuesto su ensalada de burrata con tomates confitados y las anchoas de Rafa López, igual que su jugosa cecina de buey y, sobre todo, su suculento brioche de panceta. Se recomienda dejar espacio para el capítulo goloso, donde el rey aquí es el brownie de chocolate, legado que se trajo Eduardo de otras aventuras hosteleras que han desembocado aquí, en esta coqueta casa de comidas con espacio interior y dos terrazas, que celebra los jueves cenas maridadas, punto de peregrinación de quienes comparten desde este lado de la barra una devoción semejante por los buenos vinos.
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Botellas de sobresaliente pedigrí, rarezas nada frecuentes, bazas inesperadas donde Eduardo juega a sorprender al cliente, apartándose de lo trillado. Le gustan esas locuras, la misma bendita locura con que ya está preparando su próximo viaje en moto hasta un apartado rincón del globo, en busca de inspiración. De vinos insólitos, recetas semiolvidadas que disfrutarán de una nueva vida en La Terreta, donde se aplica a sus comensales el mandato bíblico: aquí dan de comer estupendamente al hambriento y de beber al sediento, mejor que bien. Y de paso, el catedrático Eduardo imparte gratis una clase de iniciación al vino donde la materia primordial no es la uva. La clave es que la clientela acaba compartiendo con él todas las emociones que caben en más de cien botellas.
En su oferta, La Terreta incluye también experiencias como las catas maridadas, donde se mezclan los platos que salen de sus fogones con vinos especialmente apropiados para realzar su sabor. Este jueves fue el turno de Sierra Cantabria, los estupendos vinos que alumbra Marcos Eguren en Rioja, que se mezclaron con la cocina de La Terreta a los sones de un trío de jazz; para otras oportunidades será el turno de la cerveza, una iniciativa donde se maridará la gastronomía con las creaciones de una cervecera belga.
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