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Una sala al aire libre

EL SITIO DE MI RECREO ·

Llega el buen tiempo y en plena Semana Santa Antonio Llorens reflexiona sobre las particularidades del servicio de hostelería bajo esas condiciones

Miércoles, 13 de abril 2022, 18:16

Llegan las deseadas vacaciones de Pascua. Súbitamente el tiempo de asueto merecido y deseado llega a nuestras vidas con la carencia de dos años inciertos y tristes. Nuestros corazones brotan esperanzados del descanso, de compañías añoradas, de encuentros anhelados y de ratos de compartir y disfrutar. Y cómo no, el comercio y el bebercio serán la excusa perfecta para vivir, vivir y vivir. Hoy, 'El Sitio de mi Recreo' cambia el interior por el exterior y el aire acondicionado por el frescor de la brisa y el calorcito del sol al aire libre.

Es tiempo de Cuaresma. Llega la Semana Santa, nuestros hábitos y nuestras costumbres gastronómicas cambian y se renuevan. El pescado sustituye a la carne y los abusos dan paso a la mesura. Es tiempo de comer más pausado, más sano, pero siempre sin olvidar ni desmerecer el sano placer de disfrutar de la buena mesa. La Cuaresma, con sus casi caducos preceptos religiosos, es un momento idóneo para poder disfrutar de algunas especialidades gastronómicas que durante el resto de nuestro año están menos presentes. Los guisos, las legumbres, las verduras y, sobre todo, el pescado toman el protagonismo gastronómico de unas semanas en las que el comer o cenar también será un acto social a compartir. La mayoría de las culturas tienen y observan un periodo de abstinencia gastronómica en el que se depuraba el cuerpo y la mente. Las grasas se dejaban a un lado y se consumían otro tipo de alimentos más frugales y preparados de maneras más naturales. Estos nuevos hábitos suelen coincidir con el cambio estacional en el que el frío da paso a la primavera y el cuerpo empieza a necesitar menor aporte calórico.

La provincia de Alicante y prácticamente toda la Comunidad Valenciana mantiene unas costumbres muy arraigadas en lo que al comer se refiere. Si nos damos cuenta, a lo largo de nuestro recorrido vital gastronómico, hemos ido asimilando y haciendo propias una serie de tradiciones culinarias. Comemos «caldo con pelotas» en Navidad, «olleta» en los moros, «coca y brevas» en Hogueras, etc.… y, cómo no, en Pascua, las «monas». La «mona», el «pan quemado», la «fogaseta», la «toña»... Son nuestros referentes en estas fiestas de Semana Santa. Su aportación gastronómica queda en un segundo plano frente a su parte lúdica. La gastronomía y lo lúdico, lo divertido o lo social siempre han viajado unidos de la mano. Es difícil entender fiesta sin comida o banquete sin alegría.

En los días de Pascua se está retomando cada vez más la sana costumbre de la reunión, nos juntamos y unimos para disfrutar de comidas o meriendas campestres en las que solemos buscar el refugio de la naturaleza para la reunión informal en la que la comida se convierte en el hilo conductor del divertimento. La «mona», una receta sencilla, harina, aceite, azúcar, huevos y leche, son los ingredientes para preparar este rico dulce de Pascua. Con el tiempo se ha modernizado pero su esencia sigue intacta. Es típico incrustar un huevo duro en el centro que luego será utilizado contra la cabeza de nuestros sufridos amigos en un acto de divertimento y alegría.

La tradición marca que sean, durante estos días de la Semana Santa, cuando las pandillas o grupos de amigos salgan a merendar al campo. Se buscan lugares apartados en los que poder desarrollar los juegos, las danzas y la comida. Es muy típico jugar al fútbol, a la petanca, al «churro media manga», a la cuerda en donde las pandillas demuestran su fuerza o su rivalidad o las más que reñidas partidas de cartas, al chinchón, a al brisca o al singular julepe. Se puede cantar o bailar y, sobre todo, disfrutar de una apetecible merienda en el campo respirando el aire de la libertad que nos trae la naturaleza cercana.

Hoy menos, pero hace no demasiados años, las meriendas de Pascua o el «anar de mona», era un acontecimiento muy esperado. Solía ser un vivero de nacimiento de noviazgos y siguiendo las, un poco machistas tradiciones, la chica llevaba la merienda al chico que le robaba los sueños y si la chica volvía a casa con la merienda sería mala señal. Tradiciones, ni buenas ni malas, solo tradiciones.

También en estas fiestas, se busca la «caseta», el chalet o la casita de campo de nuestros amigos o familiares para hacer una divertida y sabrosa barbacoa con los embutidos de la montaña, las carnes del mercado o la exquisita «longaniza de Pascua», con ese sabor seco y de pueblo. También nos aventuramos a cocinar paellas o arroces hechos con leña o sarmientos y el gusto de la leña, nos descubre el sabor tradicional de los guisos de siempre.

La Semana Santa es, sin duda, un banquete continuado en el que debemos disfrutar y de saborear cada momento. Tiempo de sala al aire libre, disfrutad.

Reflexionemos.

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