De comida con los amigos

Qué bonito es cumplir años. Vamos entrando en una edad en la que cada vez más nos gusta disfrutar más de la comida, pero también de la buena compañía. Se trata de dos aspectos perfectos para pasar un buen rato. Pues bien, me considero un privilegiado por tener una cuadrilla de amigos con la que paso momentos inolvidables y el fin de semana pasado fue uno de ellos. El motivo, la celebración de los 50 años. Motivo más que suficiente como para tirar la casa por la ventana.

Lo primero, la ubicación. Importantísimo colocar a 22 hombres con edades que oscilan entre los 49 y los 51 años en un lugar donde por mucho que grites por querer arreglar el mundo, no molestes a nadie y además puedas estar todo el día. Nosotros nos decidimos por un chalet en la montaña, aprovechando la hospitalidad de uno de los amigos que nos abrió las puertas de su casa. Lo segundo, ganas de pasarlo bien. La convocatoria fue a las 9:30h del sábado y todo el mundo como un reloj acudió a su cita. Y lo tercero y no por ello menos importante, el menú. El plan constaba de un contundente almuerzo, aperitivo, comida y postre. Un menú adaptado a las características del evento y al de los asistentes. Muy importante.

El almuerzo estaba claro. Embutido y brasas. Así que me fui al Mercado Municipal de mi pueblo y le encargué en la Carnicería Noe tres docenas de longanizas, dos de chorizos, dos de morcilla de cebolla y dos docenas de panceta. Además, para la brasa nos trajo entraña, un corte de carne alargado y delgado que se extrae de la parte interna de los costillares de la ternera, es decir, del músculo del diafragma y que tradicionalmente se cocina en la barbacoa. Brutal.

Todo esto acompañado con un sofrito de tomate que preparé el día anterior con pimiento, cebolla, pimienta, sal y orégano, regado con medio vaso de vino tinto. El resultado fue de escándalo y ya os digo que de todo sobró bien poco. El embutido decidimos prepararlo al estilo Tío Lao, es decir, sofrito de embutido con un recipiente porcelánico de unos 50 cm de diámetro y otro de menor tamaño para el tomate. El tío Lao era un hombre muy conocido en el pueblo que preparaba los almuerzos y las comidas que celebraban la quinta. Por aquella época, se llamaba quintos a los jóvenes que al cumplir la mayoría de edad en España se iban a hacer el servicio militar obligatorio y para celebrarlo durante una semana nos pasábamos mañana y tarde dando vueltas por el pueblo tirando petardos, masclets y cohetes borrachos.

Pues bien, el tío Lao era el encargado de prepararnos estos maravillosos sofritos de embutido y de tomate para almorzar todos los días. Y aquello quedó en el recuerdo de muchos y todavía, a día de hoy, preparamos embutido y tomate rememorando aquellos momentos. Y para acompañar, un poquito de brasa y quesos. Los quesos de la Charcutería Manglano del Mercado de Colón. La cosa fue sencilla. Llamé y le dije: 'José Manuel, prepárame quesos para una veintena de amigos que quiero que disfruten como nunca lo han hecho'. Así que, para que aquellos que devoraban la mesa, teníamos preparado a conciencia un surtido de quesos que no les dejó para nada indiferentes.

Empezamos con Terra, un queso de pasta blanda, leche cruda de vaca Jersey, de Chantada, Lugo. Seguimos con Mariane, un queso de pasta semi cocida, leche cruda de vaca madurada tres meses en heno, de Silleda, Pontevedra. Fuimos subiendo de intensidad y ya salimos del país con un Livarot, un queso de pasta blanda, leche cruda, la intensidad de la corteza lavada y atado con corteza de espadaña. Un queso de Normandía, Francia. Y sin salir de Francia nos atrevimos con un Valençay muy evolucionado que fue todo un espectáculo. Un queso de pasta blanda con leche cruda de cabra y cubierto de ceniza y con forma de pirámide, elaborado en Loira. Para finalizar, quisimos disfrutar del archiconocido Stilton. Un queso azul con leche pateurizada de vaca con Penicillium roqueforti y cuajo animal elaborado en Derbyshire, Reino Unido.

Con este almuerzo nos levantamos de la mesa cerca de las doce del mediodía. Este tipo almuerzos deben ser largos, pausados y sin prisa, disfrutando de la comida y de la buena compañía. Da igual quien te toque al lado o enfrente, entre todos arreglamos del mundo, pensando que cuanto más grita uno, más razón tiene. Así son los almuerzos con amigos. Sobre las dos del mediodía nos pusimos a preparar el aperitivo. Esta vez, salazones. Una verdadera delicia que nos traen desde la Vila Joiosa, Alicante. En el Mercado Municipal de la Vila tenemos la parada de Vicent Romá. Una tienda de salazones con más de 100 años de tradición, siendo Vicent Romá la cuarta generación que está al frente del negocio familiar. Tan sencillo como pedir online el pedido y en un par de días lo tienes en casa. El lote que preparamos llevaba mojama extra, hueva de atún, hueva de merluza y lomo de bonito seco. Una intensidad y un sabor increíble acompañado de unas buenas almendras fritas. Alucinante.

Y para cerrar la jornada gastronómica encargamos un arroz meloso de rabo de toro, con ajos tiernos y boletus a la mejor maestra arrocera del país. Ella es Pepi Rodriguez Talavera, de Arrossos Pepi en Alcàsser. Subcampeona del mundo en el Concurso Internacional de Paella Valenciana de Sueca en 2021. Sus arroces están tan solicitados, que por su casa han pasado personas de todos los rincones del mundo para probar sus maravillosos arroces. Para cerrar, nos preparó un tiramisú y una tarta de la abuela de las que quitan el sentido.

Así que, como podréis observar, la jornada fue larga en todos los sentidos, pero os tengo que decir que se hizo muy corta. Y es que todo lo que sea estar rodeado de tan buena gente, con la que te lo pasas tan bien y te ríes tanto, el tiempo pasa volando. Así son los amigos.

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