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ANA GONZÁLEZ BARRANCO
Viernes, 16 de junio 2023, 01:55
Esta es la historia de una manzana jugosa y crujiente. Un agricultor la recogió, la llevó al mercado y cayó en manos de Mark, un ... pastelero alemán afincado en Valencia desde 1979. La mañana siguiente una estudiante de gastronomía entró en su pastelería, compró un strudel de manzana recién salido del horno y sin poder esperar, lo probó. Era la primera vez que tomaba una receta clásica del famoso pastel. Concretamente, la versión vienesa con una masa fina y delicada que pronto se deshizo en su boca. Curiosa, le preguntó al pastelero: 'Disculpe, ¿cuál es su secreto?'. A lo que este, sorprendido por la cuestión, replicó: '¿Del pastel? ¿O de mi pastelería?'.
Un momento. Leamos de nuevo esas dos preguntas. Parece que tienen truco. Intrigada, decidió entrar al juego: 'No entiendo, ¿a qué se refiere?', interpeló al pastelero, pensando en qué momento comprar un pastel podía dar lugar a una conversación así. 'Del pastel, es fácil: manzana, pasas, almendras, azúcar... Toque de canela y chup chup, ya sabes. De la pastelería, ahí es más complicado, chica', le explicó con cara de saber perfectamente por qué lo decía.
En tiempos en los que se tiende a buscar el pastel visualmente perfecto, la porción de tarta con los colores más llamativos, las combinaciones de sabores más exóticas o las cookies irresistiblemente virales, derretidas en el centro y crujientes en los bordes; cuando se le da casi más importancia al packaging y a la decoración del local para conseguir una foto y compartirla... Cuando todo esto se sabe. No está de más recordar que esa es solo una pequeña parte (el pastel) de un gran conjunto (la pastelería).
Detrás de una pieza artesana: detrás del bretzel, croissant, palmerita, magdalena, coca, galleta, capricho de trufa o crema, panquemao, pastelito de boniato, geperudeta de calabaza... hay unas manos enharinadas y una cabeza bien horneada. En otras palabras, hay un profesional de la pastelería, repostería, confitería o panadería.
Sabio por formación, por experiencia o por ambas. Igual, incluso está acompañado de un aprendiz en prácticas. Tal vez, trabaja junto a un familiar que rema con él para sacar adelante el negocio. Y con suerte, tiene a su lado al atrevido que montó aquella locura hace años y hoy ve cómo la siguiente generación conserva y evoluciona lo que en su momento, él construyó. Estos pasteleros trabajan desde temprano, encienden las luces y se ponen el delantal. De camino al obrador, se cruzan con los que vuelven de fiesta y los que como ellos, salen a trabajar cansados y movidos por agradar con su labor. Cogen el teléfono, apuntan los pedidos y los preparan para que se disfruten. Conocen a sus clientes, recuerdan sus costumbres y cada mañana reciben agradecidos a los valientes que se despiertan pronto para entrar en su tienda y darles los buenos días.
Resulta que sí. Explicar el secreto de una pastelería artesana, como decía aquel pastelero, es complicado. Sin embargo, ser el cliente valiente que le posibilita tener más secretos que contar, parece un acto más sencillo. Emocionada con lo que le quedaba de pastel, y pensativa con las palabras de aquel pastelero, la estudiante le dio las gracias y salió de la tienda. Tal vez el horno de tu barrio, la panadería artesana junto a tu oficina o la pastelería de tu calle, no tengan un strudel de Manzana; pero tiene otras especialidades y pasteles con los que podrían contarte la misma historia.
Feliz 17 de junio, feliz día del strudel de Manzana (y muy buenos días).
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