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En el término de Teulada-Moraira se halla la Finca la Alberca, el proyecto vitivinícola de Cristina Rodríguez Vicente. En sus terrazas abancaladas, regadas todas las madrugadas por el rocío que exhala el cercano mar (y ahora con un colaborativo goteo procedente de las aguas de su alberca), plantó nuevas cepas de moscatel en 2014 en una superficie de hectárea y media; luego, con el apoyo del prestigioso enólogo Daniel Belda, llevó adelante la elaboración de uno de los vinos más prestigiosos que se pueden encontrar en la Comunitat Valenciana, el M de Alejandría.
Este pasado fin de semana llevó adelante una experiencia del arado y preparación de la tierra del viñedo con técnicas ancestrales y utilizando el tiro de mulos y caballos. Esta actividad la llevó adelante ante aficionados y amantes de los vinos y la viticultura en las jornadas de enoturismo que acaba de inaugurar. En ellas se llevan adelante además catas y maridajes de sus vinos junto a productos agroalimentarios de cercanía. Contó con la colaboración de agricultores y vecinos empeñados en sostener la tradición, como Pepe Monfort Jordi Martínez, Robert, Dani Cabrera, Víctor Soliveres y Ximo Cabrera, que acudieron con sus propios animales y herramientas.
El vino de hielo del Mediterráneo
El clima de la zona y la proximidad al mar hace de este enclave, un sitio perfecto para el cultivo de la uva de moscatel de Alejandría. Con esta elaboran M de Alejandría, un vino blanco dulce a partir de uvas congeladas, método inspirado en los vinos de hielo. El vino de hielo es una rareza extraordinaria que suele ocurrir en latitudes muy al norte, en países como Alemania y al otro lado del Atlántico, en el Canadá. Lo que en la antigüedad suponía un aprovechamiento de la vid ante una helada inesperada, ya en el año 44 d.C.. el escritor romano Plinio daba cuenta de la existencia de vinos a partir de uvas congeladas, con el tiempo pasó a convertirse en todo un arte. Los vinos de hielo son siempre un reto para el enólogo de aquellas latitudes, ya que el punto exacto de vendimia llega con la sazón medida y ha de hacerlo en las horas tempranas de la mañana, cuando el frío hace que los dedos queden rígidos e insensibles.
En tierras meridionales, como estos bancales de la Marina alicantina, los racimos y sus bayas se escogen y las uvas llegan con un 13% de alcohol a la bodega, introduciéndose en una cámara de frío a -10ºC durante 15 días. El agua que forma el mosto se congela y cristaliza rompiendo las células de la piel liberando componentes aromáticos. A partir de ese momento, comienza su vinificación. Una exquisitez, sin duda.
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