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En una cena de gala con la tiara prusiana que llevó en la boda.
El joyero de Letizia

El joyero de Letizia

Hace hoy una década se coronó como princesa. Desde entonces ha lucido joyas históricas y adquirido otras que algún día heredará Leonor

Alfonso R. Aldeyturriaga

Jueves, 22 de mayo 2014, 11:17

Para su puesta de largo ante la realeza europea, Letizia no lució tiara. Son piezas reservadas para reinas y princesas, no aptas para plebeyas. La prometida de don Felipe, no obstante, ocupó lugar protagonista en la catedral en la que Mary se convirtió en princesa de Dinamarca. Aquella tarde en la que el príncipe Federico lloró como un niño antes, durante y tras pronunciar ese «sí, quiero» que le hacía abandonar la soltería, la reina Sofía prestó a la periodista asturiana unos pendientes Art Decó de brillantes y rubíes, con broches a juego. En su cabeza, unas ondas al agua; en su cara, un gesto de seguridad y firmeza que hubo quien interpretó como desafiante. A ella aún le faltaba una semana para coronarse como princesa, para tener acceso y derecho al joyero real.

No hay en España joyas de la corona como tal. Es más, hace unos años, cuando aún pagábamos en pesetas, alguien osó tasar la Corona ante la que don Juan Carlos se convirtió en Rey. Su valor histórico es incalculable, el material no superaba las 90.000 pesetas. Pero en Palacio se guardan diamantes, esmeraldas, rubíes, perlas... engarzadas en tiaras, collares o brazaletes. Y ese es el joyero al que doña Letizia, desde hoy hace diez años, recurre cada vez que la ocasión lo requiere.

Desde que saltó del plató de informativos a la vida pública como prometida del heredero, la princesa de Asturias se ha caracterizado por su discreción a la hora de lucir joyerío. Para la pedida de mano, don Felipe le colocó en el dedo anular una alianza talla baguette que ese 6 de noviembre de 2003 Letizia mostraba orgullosa. Pasados los años, tras destaparse el caso Nóos, decidió despojarse de él, porque el anillo en cuestión lo había adquirido -y parece que pagado- Iñaki Urdangarin con fondos de dudosa procedencia. Se suponía que esa alhaja, de la firma Suárez, tenía que pasar a engrosar el joyero privado de Letizia y compartir espacio y protagonismo con el brazalete de Cartier (valorado en 16.000 euros) al que ha recurrido frecuentemente en actos reales y cenas de gala o los pendientes en forma de estrella, firmados por Channel, de los que apenas se separa desde el nacimiento de la infanta Leonor. Pero no. Ni anillo de compromiso ni alianza de boda. Un buen día, sin más, liberó sus manos de ataduras.

En el día a día, en recepciones en Zarzuela o actos públicos de mañana, doña Letizia apenas luce joyas. Por la noche le gusta usar pendientes largos. Unos de sus favoritos, los que estrenó en la previa de la boda de los príncipes de Dinamarca de estilo romántico. Pero los pendientes por excelencia del joyero de Letizia son los que los Reyes le regalaron con motivo de su enlace con el príncipe de Asturias. Los que se plantó aquella lluviosa mañana del 22 de mayo de 2004 en la que se coronó con la tiara prusiana, de platino y diamantes, que también había elegido doña Sofía para el día de su boda con don Juan Carlos.

Reservada para la boda

Las infantas Elena y Cristina, antes de que doña Letizia llegara a Zarzuela, habían usado esta tiara procedente de la Familia Real griega que el año pasado cumplió un siglo. Ninguna de ellas, no obstante, la eligió para el día de su boda. El motivo es que estaba reservada para la esposa del heredero de la Corona. A partir de convertirse en princesa de Asturias, solo se le ha visto puesta a la futura reina de España. Ni doña Sofía volvió a colocársela. Se supone que es porque la actual soberana decidió cedérsela definitivamente a su nuera.

En esta década, pese a que la tiara prusiana ha sido la más empleada, doña Letizia se ha colocado también otras dos piezas históricas del joyero de doña Sofía. Una de ellas es la diadema de motivos marinos, también conocida como La Chata, que fue creada a mediados del siglo XIX por encargo de la reina Isabel II para la boda de su hija. Y la otra, la tiara floral, que fue la elegida por la infanta Cristina para su enlace con Iñaki Urdangarin, y con la que se ha visto a Letizia, por ejemplo, en la boda de los príncipes herederos de Suecia o, más recientemente, en la cena previa a la coronación de Guillermo de Holanda. Dicha tiara fue el regalo de boda de Franco a los entonces príncipes de Asturias.

Por contra, la que sigue sin ver la luz es la tiara que don Felipe encargó a Ansorena como regalo a la princesa en su quinto aniversario de boda. Brillantes y perlas que aguardan, quizás, el momento en que ambos accedan al trono. Será entonces cuando doña Letizia herede el joyero de doña Sofía, donde hay piezas reservadas solo para reinas, como un impresionante collar de chatones o las tiaras de la Flor de Lis o Cartier. Un legado formado por seis tiaras que, sobra decir, algún día pasará a manos de la futura reina Leonor.

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