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La nueva tribu de leñadores

La nueva tribu de leñadores

Los lumbersexuales desplazan a los metrosexuales. Triunfan con su barba frondosa, la camisade cuadros y su ‘look’ descuidado. Machotes en estado puro

daniel vidal

Miércoles, 19 de noviembre 2014, 20:21

No corren buenos tiempos para el dandi de toda la vida. Ya no se lleva eso de salir de casa como un pincel, con el pelo bien cortadito y engominado, recién afeitado (rasurado), con el traje y la corbata impecables -ya no hablamos de posibles uniformes, con sus correspondientes connotaciones- y los zapatos brillantes, a juego con los calcetines y los gayumbos Calvin Klein último modelo. Y qué decir de pasarse la vida en el gimnasio y gastarse el sueldo en depilaciones láser o potingues para tener la piel más tersa que tu novia.

Los iconos sexuales cambian tan rápido como las colecciones de las tiendas de ropa, que ahora están inundadas de botas camperas de todos los modelos y un universo multicolor de camisas de franela a cuadros. Precisamente, dos de los pilares del vestuario del que parece ser el nuevo objeto de deseo de las féminas: el hombre lumbersexual (del inglés lumberjacket, leñador). Los gurús de las etiquetas primero denominaron ubersexuales a esos hombres elegantes, masculinos, fuertes e inteligentes representados a la perfección por Paul Newman, George Clooney y hasta Donald Trump. Después llegaron los metrosexuales, capitaneados por David Beckham. Ahora las revistas de moda más influyentes de Norteamérica han centrado su atención en «una nueva tribu que podría estar en cualquier selva, pero que se pasea por Nueva York, por Los Ángeles... por todas partes», escribe Aleksander Chan en Gawker. «No se afeitan, son un tanto sucios, pero pueden encontrar moras silvestres y abrirte la cerveza con un cuchillo», revela con detalle Lane Moore en Cosmopolitan. «Llevan un MacBook Air en la mochila, pero podrían llevar un hacha», describe Tom Puzak en GearJunkie.

Efectivamente, los lumbersexuales son lo más parecido a un leñador: la mencionada y fundamental camisa de cuadros (rojos y negros, a poder ser), pantalones vaqueros desgastados, botas llenas de tierra, aspecto astroso, cierto olor a pachuli y, por supuesto, una barba de muchas semanas. Un elemento indispensable para ser un buen lumbersexual: «Esa barba es larga, frondosa y no la mantienen porque no se han mirado al espejo en meses. En la naturaleza no hay espejos», ironiza Moore en Cosmopolitan. Y si hace falta un toque extra de virilidad porque la genética no aporta todo el pelo que uno quiere, el lumbersexual sale de la selva y recurre al implante: clínicas estéticas de Gran Bretaña y Estados Unidos han multiplicado en los últimos años los implantes de barba a un precio medio de 6.000 euros.

«Se gastan el mismo dinero»

Porque, aunque esta nueva especie de adonis nace como antítesis al metrosexual, los leñosexuales (posible castellanización del término), «se gastan el mismo dinero para mantener su estilo, aunque luego parezcan sucios», analiza Chan. Los gorros de lana y las gafas de sol oscuras también forman parte del nuevo look. Eso sí, los miembros de esta nueva tribu prefieren una buena parrillada a un menú degustación de un Estrella Michelin; una reunión con cervezas y amigos a una clase de yoga y siempre se prestarán a ejercer de manitas del hogar y a montar los muebles de Ikea.

Odian los trabajos formales y el glamour, aunque aman las redes sociales y son expertos en los filtros de Instagram. Aman la naturaleza, también hacen deporte... Sí, podrían ser hipsters, pero no lo son. O eso dicen los entendidos, que entre unos y otros colocan un mundo entero de sofisticación.

Las revistas de moda ponen nombres a los nuevos embajadores de este nuevo estilo, encabezados por Chuck Norris, que de hipster tiene poco. De Hugh Jackman a Ryan Gosling, pasando por Jhonny Depp o Robert Pattison, aunque un pequeño paseo por su ciudad puede descubrirle a más de uno y más de dos lumbersexuales locales y anónimos. Están reproduciéndose a marchas forzadas.

Lumbersexuales y metrosexuales tienen más cosas en común de las que se podría suponer en un principio, además del dinero que exige mantener la imagen: «Ambos conceptos vienen de la comunidad gay», sostiene Tim Teeman en el Daily Beast. «Ellos inventaron el metrosexual suave, bastante gay; y sus hermanos peludos, los osos y cachorros, inspiraron al lumbersexual», observa. Lo que parece muy claro es que las mujeres que tengan al lado uno de estos nuevos iconos sexuales lo saben de inmediato cuando leen la descripción. Y, para la reportera de Cosmopolitan, disfrutar de la compañía de un lumbersexual es casi un motivo de celebración: «Bien por usted».

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