ARANTZA FURUNDARENA
Sábado, 17 de enero 2015, 00:03
Pocas personas he conocido tan amables y detallistas como Alfonso Díez», afirma Pilar, una relaciones públicas sevillana acostumbrada a tratar con celebridades. Y recuerda aquella noche de clausura del Sicab (Salón Internacional del Caballo) en la que Cayetana y Alfonso llegaron del brazo... «Ella estaba ya muy delicada y querían saber si el espectáculo sería muy largo porque deseaban retirarse pronto y no tenían intención de quedarse a la cena de gala. Yo me ocupé de informarles y de avisarles». Hasta ahí todo normal. Lo que no esperaba Pilar es lo que ocurrió minutos después. Mientras ella charlaba con otro invitado a la entrada del recinto, vio cómo Cayetana y Alfonso se introducían en su vehículo para irse a Dueñas. «Pero en lugar de arrancar -relata-, Alfonso, al verme de lejos, volvió a salir del coche. Solo me había visto esa noche, pero vino hacia mí y con un par de besos me agradeció afectuosamente las atenciones recibidas. Me pareció todo un señor».
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Encantador, amable, discreto, enamoradísimo de su mujer («o más bien del mito») y nada ambicioso. Así describen al viudo de la duquesa las personas que lo han tratado de cerca. Imposible arrancarles una crítica. Y en algo tienen razón porque Alfonso ha salido de palacio sin hacer ruido. En su día, hubo quien se malició que su desigual matrimonio le serviría «para hacerse como poco con un grabado de Goya». Pero la realidad es que lo único que Díez Carabantes se ha llevado estos días de Dueñas, además de su ropa y objetos personales, es su extensa colección de DVDs, las películas que compró para compartir veladas cinéfilas con su esposa. «Por no llevarse no se ha llevado ni las gallinas», comentan en Sevilla. Hasta el gallinero que ordenó construir para Cayetana, gran amante de los animales, ha quedado desmantelado y las gallinas, repartidas entre los amigos con finca.
Alfonso Díez sí cobrará una pensión. Lo confirma Fernando Martínez de Irujo, cuarto hijo de la duquesa, en las páginas de ¡Hola! Pero no serán esos 6.000 euros mensuales con los que se ha llegado a especular. Puede que incluso menos de la mitad de esa cifra. «Él nunca ha pedido nada», insiste su amiga Carmen Tello. Y Cayetana tampoco le ha puesto un piso, como se ha llegado a decir. El que posee en Sanlúcar de Barrameda fue «un regalo a medias», precisa el periodista Jaime Peñafiel. «Ella le dio para la entrada, pero la hipoteca la ha asumido él». Igual que otros conocidos de Alfonso, Peñafiel no cree que el viudo utilice mucho esa vivienda. «A él le gusta el mar, y el piso está situado en un callejón interior sin vistas. Lo más seguro es que lo ponga a la venta».
Hasta siete testamentos ordenó redactar la duquesa de Alba en su dilatada vida. En unos días, se abrirá y destruirá uno de hace cuarenta años que acaba de aparecer por sorpresa. Los hijos están tranquilos. «Ese documento no tiene ningún efecto -apunta Cayetano Martínez de Irujo-, el único testamento válido es el de 2011 y todo está ya ordenado y bien repartido». Quedan, según dicen, algunos cuadros y otros objetos que se están dividiendo en lotes. Alfonso renunció a todos sus derechos por casarse con el mito de sus sueños. Pero como viudo le pertenece la cuota liberada del 26% del tercio de mejora; de ahí que los hijos de la duquesa hayan aceptado otorgarle una pensión vitalicia, como era la voluntad de ella, aunque nunca llegara a confirmarla por escrito.
«Ha sido una bendición»
«Alfonso es una persona excepcional y ha sido una bendición para mi madre en sus últimos años», asegura Cayetano. «Espero tener una relación estrecha y afectuosa con él para siempre». Tal vez la mejor herencia que se lleva este funcionario en excedencia sea el haber sido capaz de ablandar el duro corazón de los seis hijos de Cayetana. Lo recibieron de uñas. Y lo despiden rendidos de admiración. «No se podían creer, y es lógico, que un hombre de cincuenta y tantos años estuviera con una señora de ochenta solo por amor -observa Peñafiel-. Pero Alfonso les ha demostrado que no era un interesado ni un trepa. De haberlo sido, se habría acercado a ella cuando enviudó de Jesús Aguirre, y no fue el caso». Los Alba invitaron a Díez a su cena familiar de Nochebuena en el palacio madrileño de Liria pero él declinó la invitación. Por más que las relaciones sean cordiales, prefirió refugiarse en su piso de Madrid y en sus dos hermanas, que son su verdadera familia.
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Poco amigo de protagonismos, serio, tímido, extraordinariamente educado y tranquilo, Alfonso Díez Carabantes se enfrenta a un futuro incierto desde que el pasado 20 de noviembre perdiera a su «porcelana», como llamaba él a la duquesa de Alba. Su vuelta al funcionariado parece poco probable porque este año alcanzará la edad de la jubilación. Algunos se lo imaginan ya como un jubilado de oro, viajando por todo el mundo y frecuentando mercadillos y anticuarios, su verdadera pasión. Así podría ser según dicen la viudedad discreta y silenciosa de este hombre que, tras siete años al lado de la más grande aristócrata, bien podría comenzar un libro de memorias a lo Isak Dinesen: «Yo tenía un palacio en Sevilla...».
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