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El antes y el después de Elsa Pataky.

Malas caras

El supuesto 'retoque' de Uma Thurman ha reabierto un debate que se calienta periódicamente. El país está sembrado de ejemplos de lo que es capaz la cirugía estética; unos muy buenos, otros terribles

irma cuesta

Viernes, 20 de febrero 2015, 11:33

Tanto revuelo y al final resulta que se trataba simplemente de declarar la guerra a las pestañas postizas. Eso es, al menos, lo que ha explicado el maquillador de Uma Thurman después de que el sorprendente aspecto de su clienta invitara a pensar que algún cirujano moriría con el pesar de haber destrozado a la musa de Tarantino en la mesa de operaciones. "Quise dar a Uma un equilibrio entre los labios y una ceja con más volumen. Preparé la piel dándole un masaje con crema de La Mer y le apliqué una base resplandeciente usando una brocha especial. Estoy cansado del look de pestañas postizas en las alfombras rojas", dijo Troy Surratt mientras Thurman reaparecía con su cara de siempre calmando a su nutrida corte de seguidores y reavivando un debate que renace cada cierto tiempo de la mano de algún desaguisado quirúrgico-plástico.

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Cualquiera recuerda la transformación de su colega Renée Zellweger, irreconocible de un tiempo a esta parte aunque ella haya asegurado que su cambio se debe a la felicidad del momento. O lo que le ha pasado a la mítica Meg Ryan, a quien un exceso de colágeno se llevó por delante el aspecto dulce y natural que encandiló a Hollywood durante décadas.

La lista de celebridades que han pasado por el quirófano con dudosos resultados es interminable y no hace falta salir del país para toparse con pruebas fehacientes de que, en ocasiones, las cosas no salen tan bien como esperábamos. Si no, que se lo pregunten a Kalina, la princesa búlgara que quiso ser más guapa y ha logrado parecer la representante real de otro planeta.

Si -como aseguran los expertos- la clave de una buena operación de nariz (rinoplastia) está en que el resultado no llame la atención, la de la menor de los hijos del exrey de Bulgaria no se mostrará en los simposios del gremio como ejemplo de excelencia. Su caso, de cualquier modo, es un cúmulo de desaguisados. Es probable que la mujer de Kitín Muñoz nunca olvide el día que decidió pasar por el quirófano por primera vez para arreglarse la nariz, porque los malos resultados de aquella intervención fueron los que llevaron a otras que, lejos de mejorarlos, han conseguido asemejarla a Cráneo Rojo, el personaje de Marvel empeñado en atemorizar al mundo.

Mención aparte merece Belén Esteban. La de San Blas bien puede engordar esa lista de desatinos plásticos, por más que ella haya tenido a bien compartir con el resto del planeta buena parte de sus peripecias quirúrgicas y se declare encantada con los resultados. Lo cierto es que, entre tanta alegría, la princesa del pueblo ha reconocido que, a la vuelta de una de esas visitas al cirujano, su hija no parecía reconocerla.

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¿Donde está el límite? Para Enrique Peraita, especialista en Cirugía Plástica, Reparadora y Estética, probablemente en el sentido común. Él, como el resto de sus colegas, ha dicho muchas veces que no a una clienta empeñada en hacerse algo con lo que abiertamente no estaba de acuerdo. "Hay límites éticos, pero también médicos", asegura reconociendo que a la mayoría de las que han pasado por su clínica santanderina no les gusta hablar de que se han operado. "Ha habido mujeres que me han dicho: Hay que hacerlo rápido para aprovechar que mi marido está de viaje. No quiero que se entere".

Mientras uno se esfuerza en imaginar cómo, de vuelta a casa, el marido de una puede no darse cuenta de que ya no es la misma, surgen casos como el de Charo González, que no tiene problema en contar que, a sus 53 años, ha pasado cuatro veces por el quirófano. "Estaba delgada, pero tenía grasa en el abdomen y me decidí a hacerme una liposucción de la que quedé encantada. Más tarde me vi obligada a someterme a una operación ginecológica que me dejó un desastre de cicatriz y que, además, derivó en una serie de complicaciones con resultados estéticos tremendos. Cuando me recuperé me operé para reconstruirme y aproveché para quitarme pecho. Lo último ha sido un lifting con el que también estoy como loca y ahora pienso en someterme a una blesaroplastia (elevar los párpados). Ya he pedido hora al cirujano".

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La historia de Charo, loca de contenta con su muestrario de retoques, es la de un buen número de hombres y mujeres de este país. Según un estudio de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre), el número de procedimientos quirúrgicos realizados en España en 2013 ronda los 65.000. Eso sí, dejando fuera los que no necesitan cirugía mayor y los vinculados a la cirugía reparadora.

El estudio, por lo demás, confirma algo previsible: el tipo de intervención más demandado es el aumento de pecho -el 40,5% del total y tres de cada cuatro lo hacen para aumentarlo o elevarlo-; le siguen la liposucción y la cirugía de párpados, que gana adeptos a pasos agigantados. Lo que no termina de cambiar es la proporción por sexos : El 87,8% de las intervenciones se hicieron a mujeres.

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Ligado a la sexualidad

"Es normal que el pecho sea el objetivo de un buen número de pacientes. Esa parte del cuerpo de una mujer se deteriora especialmente con el paso del tiempo y, además, está íntimamente ligada a la sexualidad. Si a eso unimos que las mujeres se cuidan mucho más que los hombres, y que técnicamente no es muy exigente, es lógico que sea una cirugía especialmente demandada". César Casado, secretario general de la Secpre opina que, en ocasiones, la cirugía estética se banaliza hasta extremos increíbles; la prueba, dice, es que "nadie se opera por gusto de la vesícula". En cualquier caso, cree que el verdadero problema del sector está en el "mercantilismo indecente" que existe en torno a esta disciplina y el intrusismo. "Frente a los aproximadamente 1.200 cirujanos especialistas que hay en España, cerca de 10.000 profesionales de la medicina están trabajando en el ramo. Tenga en cuenta que un psiquiatra puede poner prótesis mamarias. La laxitud de la legislación les ampara".

Y, frente a los desaguisados, los trabajos bien hechos. Una ronda rápida entre cirujanos arroja insistentemente el mismo diagnóstico: Elsa Pataky y la reina Letizia son ejemplos de los excelentes resultados de una buena intervención plástica. En el caso de la primera seguro que no fue complicado. Una buena materia prima y un experto cirujano convirtieron a la actriz en icono de la belleza.

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Por lo que respecta a doña Letizia, su trayectoria comenzó con una septorrinoplastia -la misma Casa Real anunció que había pasado por el quirófano para tratar unos problemas respiratorios-, pero habría aprovechado esta intervención para suavizar su mentón y recurrir al botox. La clave, dicen los cirujanos, está en que, a partir de ahora, no insista hasta dar al traste con un trabajo "fantástico".

Ya lo dice Carmen Lomana, referente indiscutible de la crónica social: "La cirugía me parece divina. Es la mejor terapia cuando la cara se te ha caído como a un buldog, pero es para pequeños retoques. Nada de abusar".

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