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Las croquetas de la tía Espe

La familia es la debilidad de la dama de hierro de Madrid. Está «chocha» con sus cinco nietos y vive en un palacete con su suegra y sus cuñados. Últimamente mira de reojo hacia la báscula

julia fernández

Viernes, 20 de marzo 2015, 17:31

Cercana, divertida, cariñosa, arrolladora. Los amigos de Esperanza Aguirre (1952) no ahorran en calificativos hacia ella. La recién nombrada candidata a la Alcaldía de Madrid por el PP amasa en privado la fama de ser una mujer de risa fácil, de «carcajada» sonora, que no esconde nada. «Es como la ves», resumen sus allegados. «Pero no perfecta». Quien lo aclara es la expresidenta de los populares vascos María San Gil, amiga y colega. Les une el partido, pero también una experiencia que marca más que los tatuajes que se hacen en la adolescencia: el cáncer de mama. Fue la causa principal que Aguirre esgrimió para desaparecer de la primera línea política en septiembre de 2012, cuando era presidenta de la Comunidad de Madrid. Un año antes, en marzo de 2011, había vuelto al trabajo apenas una semana después de que le extirparan el tumor. En medio se habían celebrado unas elecciones autonómicas en las que la lideresa arrasó de nuevo: se llevó casi el 52% de los votos y logró cinco escaños más. «Yo a veces la riño. Las demás estábamos hechas una piltrafa y ella...» Ella, haciendo campaña. María San Gil lo cuenta divertida. Pero es una muestra del carácter de Espe, como la llaman en su círculo íntimo. Una mujer «fuerte y con una voluntad de hierro» que horas después de pasar por el quirófano andaba visitando a los demás pacientes con el gotero en la mano.

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Gonzalo Quiroga, actual gerente del servicio de emergencias 112, la conoce bien. Llevan 16 años mano a mano. Dice que en eso se parece a su madre, la aristócrata Piedad Gil de Biedma, hermana del poeta de la Generación del 50 y viuda desde 2002. De ella, Aguirre ha dicho en alguna ocasión que era quien «llevaba los pantalones» en casa. La todavía presidenta del PP de Madrid también «se pone el mundo por montera» cada vez que le suena el despertador, que suele ser pronto. Cuentan que no llega más tarde de las nueve a su despacho y que duerme muy poco. Es su particular sacrificio para ocuparse del trabajo y la familia, su auténtica debilidad. Aunque no se confundan: no hablamos de su talón de Aquiles, sino de su «pasión». Porque hay otra Espe más allá de esa dama de hierro que en los últimos siete días se ha enfrentado a Cospedal, Cifuentes, Gallardón y Rajoy.

«Es la primera en organizar alguna comida con sus hermanos o con sus sobrinos», confirma la periodista Virginia Drake, autora de su biografía, titulada La presidenta (2006). Y no se le caen los anillos por entrar en la cocina de su piso -en la primera planta del céntrico palacete de su suegra- y ponerse a hacer croquetas. «Es así de llana», capaz, incluso, de compartir el día de su boda con su hermana Isabel. «La madre le pidió que retrasara la fecha para no ir embarazada de la pequeña, de Cristina», explica Drake. Y ya que tenía que aplazarla, Espe optó por una ceremonia religiosa conjunta -es creyente pero «mala practicante»- con la «más guapa» de sus siete hermanos.

La número uno del PP madrileño iba aquel 1 de septiembre de Balenciaga. Cuenta otra hermana, Piedy, que tuvo que pedir prestados los anillos a los invitados porque al novio, Fernando Ramírez de Haro, Grande de España, se le olvidó ir a recoger las alianzas. El matrimonio dura ya cuarenta años. «Su Fernando» es un economista que se ocupa de los negocios ganaderos de la familia con sus hermanos, con los que comparte seis fincas (una de ellas valorada en más de tres millones de euros) en Salamanca, Guadalajara y Ávila. El actual conde de Bornos también se convierte muchas veces en la sombra de la política en sus viajes de trabajo. Como en su última visita al municipio vizcaíno de Getxo. «Es un hombre discreto, entrañable», recuerda Marisa Arrúe, veterana dirigente popular en la localidad. La candidata se rompe cuando habla de él.

Siempre le incluye en sus agradecimientos y a él le atribuye el éxito en la educación de sus dos hijos, Fernando, de 39 años, y Álvaro, a punto de cumplir los 35 y asesor del secretario de Estado de Comercio, Jaime García Legaz, el amigo del pequeño Nicolás. Ellos, sin embargo, preservan su imagen de buena madre. Y de «abuela chocha», añade San Gil. Tiene cinco nietos y lleva sus fotos en el móvil. Cuando alguien le pregunta qué tal están, las muestra y se le cae la baba. Cuando nació la primera, Beatriz, en 2009, revolucionó los pasillos del Congreso. En el fondo, Aguirre es una sentimental: «Si llora, llora de verdad».

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Y si toca bronca, también. Porque la postulante a suceder a Ana Botella, aunque reniegue de su despacho, instalado en el Palacio de Cibeles desde los tiempos de Gallardón, es una mujer «de carácter». Y esto es lo más feo que los suyos cuentan -o se atreven a contar- de su lado oscuro. «Si tiene algo que decirte, te lo dice, no lo piensa». También está ahí cuando hay problemas. ¿Un ejemplo? La «mano tendida a los políticos vascos del PP» que se han visto obligados a salir de su tierra por el acoso de ETA. Su equipo también está acostumbrado a no apagar los móviles nunca. «¿Te pillo mal?» Todos han escuchado alguna vez esta frase al filo de la medianoche. «El servicio con ella es 24 horas». Y es que si hay algo que nunca falta en el bolso de la candidata es el smartphone. «Es adicta». Whatsapps, SMS, correos... Ya cuando ocupaba el Ministerio de Educación fue la culpable de que el expresidente Aznar prohibiese los teléfonos en las reuniones: «Estaba continuamente tecleando».

«Coqueta y presumida»

También es capaz de mandar mensajes a los fotógrafos si publican imágenes de ella en las que no se gusta. Aguirre «es coqueta y presumida». Cuida sus looks, aunque sin derrochar (y eso que procede de una familia adinerada). Se viste en Zara y si tiene que ir a un acto más arreglada se compra un vestido por 50 euros en una tienda del barrio. Otras veces «ha recurrido a la modista de su tía Malu». Tampoco se avergüenza de posar con calcetines y zapatos, como en Bombay, tras el atentado de 2008. Lo que le encantan son los broches.

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Pese a todo, se equivocan los que creen que Aguirre es engreída o prepotente, asegura San Gil. «Es humana, aunque no flaquee en público». Y «muy sencilla». Mantiene sus amistades «de soltera» y «hace lo imposible» por quedar con ellas y hacer «fines de semanas de chicas». La nieta del conde de Sepúlveda tampoco tiene manías en la mesa: «Come de todo. No pone pegas». Aunque últimamente vigile más lo que se sirve porque anda peleándose con los kilos, «como todas». Para esta lucha le viene muy bien el golf, su otra pasión. Lo conoció a través de su marido y tiene buenas dotes. «Su handicap es muy bajo», como el de los buenos jugadores. No así en el tenis, que practica desde joven. Al menos eso dice su primo, el escritor Alfonso Ussía, con el que formaba pareja en aquellos veranos que pasaban juntos en San Sebastián. Perdían todos los campeonatos. No se puede decir que le pase lo mismo en política. Veremos qué ocurre el 24 de mayo.

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