FRANCISCO APAOLAZA
Martes, 29 de septiembre 2015, 21:28
Fiona Shackleton es una señora que manda tanto que esta semana cuando entró con Liam Gallagher en los juzgados de familia de Londres bajo un chaparrón, el chófer la cubría con el paraguas a ella y el exlíder de Oasis se iba mojando. Y el que pagaba era él. El cantante es el último cliente de la abogada de familia más famosa del Reino Unido. Pelo rubio ondulado, nariz voluntariosa y una tez blanca y helada como la escarcha. Dicen los que la conocen que en persona resulta encantadora y que es capaz de hipnotizar como una cobra. No tiene límite, por eso en las guerras, más vale tenerla al lado. Mezcla de un francotirador y una sofisticada dama tomando el Five oclock tea en el Ritz, a Fiona la conocen como Magnolia de acero en el mundillo judicial de la City. Elegante y de aspecto frágil como la flor, extremadamente dura y fría como el metal.
Publicidad
A sus 59 años, es una experta en manejarse en los fangales de los famosos, que en Inglaterra suelen ser profundos. Su primer caso fue también el primero en el que la corona perdió la inocencia en los tabloides. En 1996, Shackleton defendió al Duque de York cuando partió peras con Sarah Ferguson y ya siguió abonada a la veta de oro de los divorcios de la casa real. Todavía le quedaba por delante el gran proceso de ruptura del Reino Unido. Diana de Gales y Carlos de Inglaterra. Lady Di y Shackleton tenían hasta cierto parecido físico cuando defendió los intereses del príncipe de Gales en el que fue probablemente el proceso más seguido del mundo, el gran divorcio de la historia reciente del país. El acuerdo ya no era cuestión de dinero, pues ahí no iba a estar la victoria de la abogada. ¿Cuánto es mucho o poco en el divorcio de un heredero al trono? No importaba, así que ella cobró la presa por otra parte. Pese a que se vendiera que había sido una decisión de la Corona y del Parlamento, que fueron los que firmaron la norma, cuentan que la revocación del título de Su Majestad a Diana fue la marca de Magnolia de acero, siempre perfectamente peinada, siempre perfumada, siempre vestida de esa manera tan británica y siempre ganadora.
Unos años después se le mojó la permanente. No era fácil buscar un cliente con mayor fortuna, pero ella consiguió que le contratara Paul McCartney, al que se le calculaban 1.300 millones de euros en la cuenta corriente. Después de leer la sentencia del juez, que obligaba al exbeatle a pagar a su mujer 20 millones de euros, Heather Mills tomó una jarra de agua y se la arrojó a Shackleton por encima de la cabeza. Ella había pedido 170 millones de euros. Más tarde, el abogado contrario, Julius Anthony, explicó que durante las vistas Fiona no había sido amable, que había hecho comentarios desagradables y que era una persona despreciable. "Me gusta dar la cara por la gente, que es una buena manera de que te atraviesen con una vara de hierro por la espalda", replicó ella.
Con lo de dar la cara por la gente se refería a su gente., a sus clientes. Madonna y Guy Ritchie, Thierry Henry... También sacó los cuartos al miembro de los Monty Python John Cleese y a su tercera mujer, si bien para ésta consiguió un buen acuerdo de divorcio en 2008: 9,5 millones de euros en dinero y bienes, y 730.000 euros al año hasta 2016.
La Reina de Inglaterra la hizo baronesa de Shackleton de Beltravia, se supone que por los servicios a su familia, y le dio un asiento en la Cámara de los Lores donde defiende los intereses del Partido Conservador. Hija de un consejero del Banco de Inglaterra y de la heredera de J. Lyons&Co, un imperio alimentario y hotelero del siglo XIX ya desaparecido, Fiona quiso ser médico, pero sus padres se lo quitaron de la cabeza porque la creían poco inteligente para la profesión. Antes, estudió para ser chef en la Academia Cordon Bleu de París y después empezó la carrera de Derecho.
Publicidad
A mil euros la hora
Ahora vive en Kensington, el barrio rico de Londres, tiene dos hijos, está casada con un asesor financiero y nada en mares de dinero. El que la quiera contratar debe saber que cobra mil euros la hora y que del presupuesto inicial a la factura final, a veces va un mundo. A Paul McCartney le presupuestó 20.000 euros de trabajo y le acabó cobrando 250.000.
Le han acusado de inflar las facturas, una cuestión que despachó con flema británica. "Estoy disponible para mis clientes 24 horas al día y 52 semanas al año, pero no soy buena cuadrando las minutas", respondió. Ninguno de los grandes le ha puesto una sola queja. A Madonna le presupuestó 140.000 euros, y le cobró más de 300.000. En uno de los correos enviado a un compañero suyo, Shackleton se congratulaba de que la cantante hubiera aceptado la cifra sin rechistar. Pero añadió: "Obviamente, tendríamos que haberle cobrado más".
Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Santander, capital de tejedoras
El Diario Montañés
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.