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Andrea Levy dejó su profesión de abogada en un prestigioso bufete de Barcelona para enrolarse en el PP.
«Me he vuelto adicta al trabajo»

«Me he vuelto adicta al trabajo»

Muy celosa de su vida privada, está harta de los bulos. «A ese diputado de Podemos no le he visto en mi vida y han llegado a decir que teníamos un idilio»

IRMA CUESTA

Lunes, 4 de abril 2016, 20:56

Andrea Levy (Barcelona, 31 años) tiene pendiente un viaje a Dinamarca. Hay muchas razones para que la flamante vicesecretaria de Estudios y Programas del PP quiera perderse unos días en el país de la reina Margarita, pero, por encima de todas, que lleva mucho tiempo soñando con poder hacerlo. También le gustaría tener un whippet, uno de esos perros parecidos al galgo inglés, capaces de correr como alma que lleva el diablo. De momento, ambas cosas tendrán que esperar. Hace nueve meses que cada día, al sonar el despertador, abre los ojos preguntándose dónde está; casi un año en el que no ha conseguido dormir más de tres noches en el mismo sitio.

Los seis kilos que reconoce haber perdido desde que sustituyó a Esteban González Pons dan idea del trajín que se ha instalado en la vida de esta abogada, que parece perfecta para capitanear esa suerte de regeneración que pretende el PP en estos tiempos revueltos. Ella fue la primera en decir, alto y claro, que Rita Barberá haría bien en apartarse; antes incluso de que las cosas se complicaran tanto para la exalcaldesa de Valencia como para que el partido se decidiera a abrirle un expediente.

Andrea hizo las maletas el día que Dolores de Cospedal la llamó para formar parte de ese equipo de jóvenes promesas encargado de airear el partido; desmontó su piso de Barcelona, se instaló en Madrid y, desde entonces, no ha parado. Tal es el lío que se toma un tiempo para recordar la última vez que se dio un respiro. «Hace dos semanas, un sábado, desconecté el teléfono por la tarde. Pero es complicado, me he vuelto adicta al trabajo, a estar informada, y me resulta casi imposible apartarme de todo esto, aunque solo sea por unas horas».

Debe serlo porque, puestos a hacer confesiones, la muchacha que nada más acabar el colegio se marchó a Londres soñando con convertirse en pintora -«hasta que entendí que mis habilidades no estaban al mismo nivel que mi vocación»-, reconoce que desde que llegó a Madrid no ha tenido tiempo de hacer la compra.

Tal y como lo está poniendo, imagino que de improvisar una cena en casa, nada de nada...

No me disgusta cocinar, pero mi nevera está vacía. Como mucho unos botellines de cerveza, porque mi momento es ese en el que llego a casa por la noche y abro una; alguna pizza por si no he podido comer en condiciones durante el día, y leche. Imposible encontrar algo más.

El nombre de Andrea Levy (a la que Rajoy ha confundido alguna vez con Eva Levy, la expresidenta de las empresarias españolas) empezó a sonar cuando comenzó a participar en tertulias de radio y televisión después que Alicia Sánchez Camacho, su jefa en Cataluña, la llamara para hacerse cargo del área de programas en su tierra. A nadie, ni dentro ni fuera del partido, le pasó desapercibido lo cómoda que se sentía delante de un micrófono. Pero es que Andrea se bregó en la radio del colegio. Allí coordinó durante un tiempo un programa de entrevistas al que invitaba a los padres para que contaran en qué trabajaban y así animar a los alumnos a encontrar su vocación, y otro de música, una de sus pasiones. Nunca ha escondido su debilidad por Quique González, ni lo mucho que le gusta Pauline en la Playa, y estos días dice estar emocionada porque Nacho Vegas, el rebelde cantautor asturiano que ha cerrado algún que otro acto de Podemos, se acaba de sumar a su larga lista de seguidores en Twitter.

La flamante vicesecretaria dejó el despacho de abogados en el que trabajaba en Barcelona cuando, en 2012, después de las elecciones, se dio cuenta de que el asunto independentista comenzaba a irse de las manos. Ella asegura que fue entonces cuando entendió que tocaba dar un paso al frente, y que en aquel momento las propuestas para la defensa de la unidad de España pasaban casi únicamente por el Partido Popular. «Cuando llegan las elecciones y veo cómo se están poniendo las cosas, dejo el bufete y me mudo a Urgell. Luego vendría todo lo demás», dice la misma chica que no tuvo empacho en asegurar que sentía vergüenza ajena cuando sorprendieron jugando a 'Candy Crush' en el Congreso a Celia Villalobos, ni en ponerse como una fiera cuando el delegado del Gobierno en Andalucía, del Partido Popular, dijo que no quería ver mandando en su tierra a un partido llamado Ciutadans con un presidente bautizado como Albert.

Porque Andrea, por más que ahora viva en Madrid, es una catalana de verdad, hija, nieta y bisnieta de catalanes judíos. Leví es el nombre de uno de los doce hijos de Jacob, ni más ni menos que los responsables de fundar las famosas doce tribus. «Por encima de los Levy solo están los Cohen. Pero no somos judíos practicantes».

¿Cómo se las arregla para hacer su trabajo en Madrid con la que está cayendo, y cumplir con sus obligaciones como diputada en el Parlamento catalán?

Ahora paso más tiempo en Madrid, pero desde aquí hago bien los desplazamientos. Me organizo intentando planificar lo máximo posible. Aunque es un poco locura. En campaña estaba con mi jefe de gabinete y muchos días, al levantarnos, le preguntaba: qué día es y dónde estamos. La verdad es que vas haciendo bucle y pierdes el sentido del espacio y del tiempo.

Ha dicho que aborrece la corrupción, pero seguro que hay más cosas que le ponen de los nervios...

Claro. Los comentarios sectarios, el discurso político que niega cualquier posibilidad de expresión al otro... Todo eso me disgusta tremendamente.

Y qué me dice del lío que se ha organizado después de que dijera que Miguel Vila, diputado de Podemos, le parecía un chaval majo, y que Pablo Iglesias les ofreciera su despacho para conoceros?

Estoy aburrida del tema. Sobre todo porque ya estoy leyendo cosas que me indignan y que son absolutas mentiras. Para empezar, en esa entrevista me hicieron muchas preguntas y yo di muchas respuestas. Entre otras que Pablo Casado me parecía encantador y guapísimo, y de eso no se ha dicho nada. En ese contexto decir que hay alguien mono de otro partido no me parece mal. El problema es que un señor que quiere ser presidente del Gobierno responda de esa manera donde lo hizo. Me parece soez e impropio.

Entonces, ese novio independentista del que hablan ni se lo menciono....

Ni estoy en Barcelona, ni salgo con nadie que trabaje en la universidad. Es una posición bastante incómoda tener que andar desmintiendo buena parte de lo que dicen de ti. El ejemplo está en eso del diputado de Podemos: no lo conozco, no le he visto en mi vida y han llegado a decir que teníamos un idilio. ¡Van a acabar diciendo que estoy embarazada!

Imagino que a sus padres, después de asumir que su única hija aparcara su carrera como abogada para dedicarse a la política, tampoco les hará gracia todo esto...

En casa se preocupan porque ven lo duro que es esto y el nivel de exigencia que implica, pero luego me ven encantada. Ellos lo que quieren es que esté feliz, haga lo que haga, y saben que esto es lo que quiero, aunque a veces me dicen: Andrea, qué difícil y qué duro es... También mis amigos. Me he perdido bodas, nacimientos de hijos de amigos; la última vez que fui al cine las películas eran en blanco y negro...

Tal y como lo plantea, su vida es un sinvivir...

- No. Simplemente es complicado alejarte de algo que te ilusiona y con lo que te has comprometido. A veces llego a casa con la cabeza como un bombo y mi madre empieza: Oye, pero, ¿es verdad que Rajoy...? Y yo: ¡No, por Dios!, no me preguntes de esto. ¡Ahora no!

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