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Conde regresa a la cárcel tras disfrutar de un permiso para asistir a la boda de su hija en 2004. :: fernando villar/efe
Mario Conde, bibliotecario en la cárcel

Mario Conde, bibliotecario en la cárcel

En sólo un mes ha logrado el codiciado puesto de librero. Presta novelas a sus colegas del módulo de respeto de Soto del Real, entre ellos Díaz Ferrán. Por allí también pasó Bárcenas

FERNANDO MIÑANA

Domingo, 8 de mayo 2016, 09:33

Mario Conde (Tuy, Pontevedra, 1948) siempre ha sido el más rápido. Con 24 años ya había ganado las oposiciones para abogado del Estado. Con 39, en los efervescentes años 80, se convirtió en el presidente de Banesto. Y ya en 2010 logró vender 100.000 ejemplares de sus memorias ('Los días de gloria') en solo una semana. Con este historial sorprende menos que no haya tardado ni un mes en convertirse en el responsable de la biblioteca del módulo 10 del centro penitenciario de Soto del Real, en la sierra de Madrid.

El juez Santiago Pedraz ordenó su ingreso en prisión el 13 de abril y el gallego no tardó en buscarse la vida para encontrar una situación de privilegio. Según 'El Confidencial', Mario Conde ha logrado hacerse con el puesto de bibliotecario sin pasar antes por otros desempeños, como parece ser que es lo habitual. Su verdadero privilegio no es ya ser el responsable del préstamo de los libros o de su catalogación sino su presencia en el módulo de respeto, el número 10.

Estos módulos disfrutan de unos privilegios entre rejas que no tienen otros departamentos, pero exigen a cambio una serie de obligaciones innegociables. «Ser el responsable de esta biblioteca modular, mucho menor que la central, de la que es responsable un funcionario, no representa ninguna ventaja, como no sea disfrutar de la calefacción en invierno, pero nada más. El privilegio, lo que realmente diferencia a estos presos de otros, es estar destinado en el módulo de respeto», aclara Juan Chirveches, un maestro que ha estado en la biblioteca de varios centros penitenciarios españoles.

Los 'vecinos' del módulo 10 de Soto del Real pasan los días en un ambiente más relajado, limpio y seguro. Allí también está integrado Gerardo Díaz Ferrán, que ya lleva más de tres años en prisión y que pasa las horas limpiando cristales, jugando al mus y enseñando a otros reclusos a hacer cuentas. También pasaron Luis Bárcenas y Francisco Correa... reclusos de cuello blanco que no se consideran violentos. De hecho, muchos de sus usuarios están matriculados en la Uned y recurren con frecuencia a la biblioteca. Parecido al módulo 10 es el módulo 1, para presos que entran por primera vez en su vida y que tampoco son conflictivos. Viejos conocidos son el expresidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, que enseguida logró la libertad; el jefe de Ausbanc, Luis Pineda, y su homólogo de Manos Limpias, Miguel Bernad, ahora en el penal de Estremera.

Los internos del módulo de respeto se rigen por un sistema de autocontrol donde sorprende que, en algunos casos, son más estrictos que la propia dirección. Por este motivo sus celdas permanecen abiertas todo el día y solo se cierran por la noche.

Conde, que tiene 67 años, disfruta de este estatus, pero, a cambio, tiene que cumplir con las obligaciones que acarrea un módulo de respeto: ir completamente aseado y ducharse a diario (allí suele estar asegurada el agua caliente); lucir un vestuario adecuado (están prohibidos los gorros o la ropa deportiva, salvo para hacer ejercicio); no cometer actos violentos; mantener el 'chabolo' limpio y la cama bien hecha, sin nada encima, y no fumar, salvo en el patio o en la celda, siempre que al compañero no le inoportune.

Una visita extra

La cárcel es el precio que ha pagado el expresidente del Banesto por haber blanqueado trece millones de euros. Pero dentro de lo malo, su módulo es lo mejor. En este espacio acotado sucede algo insólito: cualquiera puede dejar sus pertenencias a la vista y sin vigilancia. Tienen la seguridad de que nadie se las va a robar. Y si Conde quisiera echarse un cigarrillo podría hacerlo porque es muy probable que no tenga compañía. En este reducto para tipos educados, aseados y bien vestidos hay 72 celdas para 80 internos; es decir, casi todos duermen solos.

Otro privilegio es que, además de las visitas de los viernes, los presos disponen de un encuentro extra cada trimestre. Ese día la familia puede ver al preso e incluso entrar en el módulo y pasar varias horas de manera más relajada.

La tarea de Conde como bibliotecario es sencilla, como explica Chirveches. «El encargado de la biblioteca de cada módulo es quien se dedica a recoger los pedidos de los presos, presentar las fichas y llevarles los libros. Los internos tienen que devolver sus pedidos antes de quince días».

Los fondos provienen fundamentalmente de los presupuestos de Instituciones Penitenciarias. También reciben donaciones de particulares o de alguna biblioteca municipal. Así es la nueva vida del repeinado Conde. La única duda es qué libros habrá elegido para evadirse de su nueva realidad. Ésta es una información que solo sabrá él, el bibliotecario del módulo 10.

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