J. VÁZQUEZ
Viernes, 23 de diciembre 2016, 23:34
La voz de alarma la dio Will Smith. Sí, el resultón actor de Hollywood. O mejor dicho, y para evitar confusiones, el aviso lo lanzó el hombre al que interpreta en la película 'La verdad duele', estrenada a principios de año en España. En ella Smith da vida a Bennet Omalu, un neurólogo forense nigeriano establecido en Estados Unidos y que, en el año 2002, descubrió la llamada 'encefalopatía traumática crónica'. La CTE, según sus siglas en inglés, es una enfermedad degenerativa que en un primer estadio provoca desorientación, mareos y dolores de cabeza y, en fases más avanzadas, puede derivar en demencia progresiva, agarrotamiento muscular, dificultades en el habla, sordera, depresión y hasta tendencias suicidas. Omalu demostró que numerosos exjugadores de la NFL, la liga de fútbol americano de Estados Unidos, padecían esa patología. Para ello estudió y diseccionó el cerebro de algunas estrellas del campeonato fallecidas de forma prematura, entre los 35 y los 50 años, algunas por medio del suicido. El neurólogo encontró en esos casos reducción en el peso del cerebro, asociado con atrofia de las cortezas frontal y temporal y del lóbulo temporal medial. Dicho crudamente, una piltrafa dentro del cráneo de semigigantes que durante años habían sometido su cabeza, cuello y hombros a impactos brutales. Una especie de boxeo o rugby bestial con casco y protectores al parecer insuficientes.
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En un inicio, las 32 franquicias de la NFL negaron la relación entre esas lesiones y la práctica del fútbol americano. También trataron de desacreditar a Omalu. Pero este encontró más aliados. En 2008, la Universidad de Boston creó el primer banco de cerebros dedicado a buscar CTE en veteranos de la liga. Y encontró muchos. Más aún, según una investigación de la Academia Americana de Neurología, más del 40% de jugadores retirados de la NFL presentan signos de lesiones cerebrales traumáticas. El porcentaje de suicidios entre las figuras retiradas es muy superior al del resto de la población y algunas estimaciones sitúan en solo 57 años la esperanza de vida de los practicantes de este deporte. También aquí la organización contraatacó, asegurando que sus jugadores viven más que el estadounidense medio.
Pero los indicios eran ya concluyentes para la opinión pública... y para los afectados. De pronto, la NFL topó con la demanda de casi 6.000 exjugadores que la acusaban de ocultar los riesgos de esta práctica y exigían una compensación por las secuelas derivadas de años de porrazos. El litigio, largo y áspero, desembocó el pasado abril en un fallo que contempla una indemnización de 1.000 millones de dólares con los que se brindaría cobertura durante 65 años a más de 20.000 exjugadores con enfermedades neurológicas. Los demandantes ven escasos esos 15 millones anuales para el campeonato nacional más rico del planeta, un negocio que mueve unos 12.000 millones de dólares por temporada, casi tanto como las ligas de fútbol inglesa, alemana, española, italiana y francesa juntas.
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